La armonía. Omraam Mikhaël Aïvanhov

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La armonía - Omraam Mikhaël Aïvanhov

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Los que preconizan la talasoterapia están maravillados de los resultados que proporciona el agua de mar y las algas, pero su lado materialista no se pregunta nunca de dónde provienen estas fuerzas y estas energías que el mar transmite. Se olvidan siempre de lo esencial, ¡y lo esencial es el sol! Él es el que da al agua del mar y a las algas esta vitalidad que extraen después los enfermos, él es el factor esencial, y el agua del mar y las plantas son sólo transmisoras. Si el agua del mar no estuviese vivificada por el sol, podríamos beber de ella durante mucho tiempo sin ningún resultado. Siempre hay algo que falta en la cabeza de los humanos porque no tienen el verdadero saber; no piensan nunca que todo lo que se encuentra abajo, en la tierra, lo ha dado el sol.

      La fitoterapia y la aromaterapia utilizan las plantas e incluso, antaño, los árboles. Ésta es una terapia que también recomiendo porque creo más en el poder de las plantas que en el de los productos químicos. ¿Por qué? Porque las plantas no son otra cosa que las depositarias de influencias naturales. Todas las plantas (digital, quinina, belladona, datura, etc…) tienen la propiedad de captar y de conservar tal o cual elemento que proviene del sol o de las estrellas. Tengo una confianza absoluta en sus virtudes, y si sabemos cómo dosificarlas y combinarlas, no causan ningún perjuicio. Os recomiendo pues la curación con plantas, y además tengo la intención de reservar, en el Bonfin, un terreno para cultivar las mejores plantas aromáticas (las hay de varias especies). Yo me encargo de indicaros las propiedades de cada una. Pero no os atiborréis de productos químicos, que os debilitan en vez de curaros.

      La quiropráctica fue redescubierta por un americano y se ha difundido poco a poco por todos los países; pero era una ciencia muy antigua. Ésta es otra terapia que os aconsejo. Por otra parte, os he hablado a menudo de la importancia de la columna vertebral, diciéndoos que muchas enfermedades vienen de ahí: o está desviada, o hay un nervio inmovilizado, etc... Como los nervios alimentan a los órganos, no hay que tratar los órganos sin tratar también los nervios de los que dependen, y estos nervios pasan por la columna vertebral. De esto ya hablé hace treinta años. Los órganos están indirectamente conectados con el cerebro a través de la columna vertebral; ésta es pues como un puente entre el cerebro y el resto del cuerpo y si no funciona correctamente, se producen todo tipo de anomalías. Hay pues que restablecer la corriente ocupándose de los nervios que pasan por la columna vertebral. Los que han estudiado esta ciencia, han curado muchas enfermedades; incluso han logrado curar la sordera que, en ciertos casos, es debida a una anomalía de la columna vertebral.

      Hay muchas otras terapias. Algunos, ya antes de la guerra, se interesaron por la celuloterapia. Curan, prolongan la vida o retardan la vejez inyectando en el cuerpo humano células trituradas provenientes del bazo, del hígado, de los ganglios, de los riñones, etc... de ciertos animales. La celuloterapia era ya conocida desde hace siglos y Paracelso también la conocía. Sabemos que todavía hay, en África, tribus que comen ciertos órganos de animales para tener sus cualidades. Creen, por ejemplo, que para tener la fuerza y la audacia del león hay que comer su corazón, mientras que el que come el corazón de un conejo se vuelve miedoso. Evidentemente, la celuloterapia da resultados, pero se trata de magia negra puesto que implica el sacrificio de criaturas vivas. Es pues una terapia que yo no preconizo. Cura, es verdad, pero hay que encontrar otros medios. Voronoff, por ejemplo, hacía trasplantes de glándulas de monos para devolverle al hombre su actividad sexual, pero este método fue abandonado porque se dieron cuenta de que, recobrando la actividad sexual por este método, el hombre volvía también a la animalidad. Pero, de todas maneras, tomar células de animales para introducirlas en el hombre es magia negra y yo no lo aconsejo. Todo lo que no corresponde a esta ciencia que he estudiado, lo rechazo.

      Según nuestra Enseñanza, hay que considerar al hombre entero y no solamente una parte de su ser, su hígado, su bazo o su corazón. Hipócrates decía ya que, cuando hay desorden en una parte del cuerpo, esto significa que el organismo entero está perturbado. Hay pues que restablecer la armonía general y la parte enferma será curada por el organismo mismo. De todas maneras, las píldoras, las pomadas, los antibióticos, etc… no producirán efectos mientras el ser humano continúe manteniendo el desorden en él con sus pensamientos y sus sentimientos.

      Desmontando un reloj podéis conocer todas las piezas que lo forman, pero ya no funciona. También los sabios saben muy bien cuáles son los elementos que constituyen el hombre, ahora han descubierto 104 elementos, porque la clasificación de Mendeleiev se ha enriquecido mucho desde hace sesenta años pero, a partir de estos elementos, son incapaces de crear un ser humano, un ser que piense, que viva, que camine, que actúe. Los elementos están ahí, pero falta lo esencial: la vida que conoce las dosis, las combinaciones, y todas las condiciones necesarias para un buen funcionamiento del organismo. Hay pues que recurrir a la vida, porque sólo ella sabe cómo restablecer el equilibrio en el estómago, en el cerebro, en los pulmones, en todas partes. Como los sabios solamente se ocupan de la materia y no de la vida, no tienen éxito, y mientras no se liberen de su filosofía materialista y mecanicista que separa las cosas de la unidad cósmica, no lograrán salvar a la humanidad de la enfermedad. Su ideal es muy noble, desde luego, hacen grandes sacrificios, tienen una inteligencia y unas capacidades formidables, pero su filosofía es errónea y se equivocan en muchos dominios. Sin embargo, yo sé que un día reconocerán la veracidad de nuestra Enseñanza.

      Todo lo que os revelo está de acuerdo con esta filosofía grandiosa que me ha sido transmitida y que el mundo entero adoptará un día. Por otra parte, ahora se vuelve cada vez más a las verdades del pasado. Por ejemplo, durante mucho tiempo los sabios se burlaban de la alquimia, y en particular de la teoría relativa a la transmutación del plomo en oro, y después han descubierto que, puesto que el átomo de plomo tiene 82 electrones y el del oro 79, si le quitamos al plomo 3 electrones, 3 protones y algunos neutrones, obtenemos oro. Desgraciadamente no se puede fabricar este oro en gran cantidad, porque todavía es inestable y los procedimientos de fabricación son extremadamente costosos. La ciencia oficial comienza pues a moverse; se interesa por la frenología, por la telepatía, por la radiestesia, y pronto reconocerá también la astrología. Todas estas verdades que nosotros hemos enunciado desde hace mucho tiempo, un día las veréis, las oiréis y las leeréis por todas partes. Cada vez más se

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