Los poderes de la vida. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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En otra conferencia os expliqué cómo hacer un trabajo sobre uno mismo con los injertos. Suponed que tenéis un árbol extremadamente vigoroso y tenaz pero que da unos frutos ásperos, incomestibles, así que vais a hacer un injerto. De esta manera, de unos perales salvajes podemos obtener unas peras magníficas u otras frutas de varias clases. Pero para ello, hay que conocer las leyes de la naturaleza porque cualquier especie no puede ser injertada sobre cualquier árbol. Entre los frutos existen también afinidades y correspondencias, y en un árbol que da frutos con hueso, no se puede, por ejemplo, injertar otro árbol que da frutos con pepitas. ¡Los injertos, son toda una ciencia!… De la misma manera pues el discípulo puede también hacer injertos sobre algunas de sus antiguas tendencias. Por ejemplo, sobre la ira, en el árbol de la ira, en el de la vanidad, en el de la sensualidad, puede injertar otras ramas que darán unos frutos extraordinarios. Pero el mayor distribuidor de injertos es el sol.17 Si hay que ir a ver el sol cuando sale es, precisamente para pedirle injertos.
Si tenéis una sensualidad tal que os lleva a una vida desordenada y os hace sufrir, considerad que es una fuerza magnífica, un árbol formidable cuyas energías podéis extraer injertando en él otra idea, otro deseo, otro ideal. Hacéis pasar pues estas energías por otros canales y, en vez de haceros la vida imposible, la sensualidad puede serviros como una fuerza abundante que os conducirá hasta la Madre divina, hasta el Padre celestial. Sí, pero estos métodos hay que aprenderlos y, como normalmente los hombres no tienen ni idea de ellos, continúan sufriendo y aniquilándose porque no saben cómo utilizar los injertos y los clichés. Debemos cambiar los clichés; no podemos borrarlos, sino solamente poner otros clichés encima; los antiguos permanecen en los archivos, es decir en el subconsciente. No podemos borrar un cliché, podemos solamente reemplazarlo sustituyendo malos hábitos por otros hábitos mejores.
Tomemos el ejemplo de un tren: hagamos lo que hagamos, seguirá los raíles sobre los que está puesto, y si queréis que vaya en otra dirección, habrá que ponerlo en otros raíles. Pues bien, los clichés son raíles, y el discípulo debe trazar pues en sí mismo otros raíles, es decir, poner otro ideal, otras tendencias, otros intereses. Si no sabe cómo hacerlo, por mucho que diga: “Voy a cambiar, voy a mejorar… La próxima vez irá mejor…”, como no ha hecho nada para mejorarse, la próxima vez será como la primera y el tren seguirá pasando por el mismo lugar. No digáis nada pero cambiad la dirección de vuestros raíles y el tren tomará esta nueva dirección.
Los clichés, los injertos, son dos métodos diferentes que debéis aprender a utilizar. Hay que reemplazar los clichés, pero para los injertos es diferente, basta con añadirlos. Para los injertos, debéis conservar la raíz, no arrancarla nunca porque es muy vigorosa y el tronco también; es sobre ellos sobre los que hay que injertar, porque son ellos los que poseen las fuerzas que podéis después conectar con una entidad, con un espíritu luminoso, con un ángel o con un arcángel. Esto son los injertos. Todos los Iniciados se han visto obligados a hacer injertos, siempre se han conectado con seres que les sobrepasaban, y los frutos que daban eran mejores.
Pero el injerto más poderoso, el más sublime, es conectarse con el Señor diciendo: “Señor, lo que yo hago, no es muy bueno que digamos; acepta pues entrar en mí, trabajar y manifestarte a través mío. Quiero trabajar para tu Reino y tu Justicia.” Y si entonces Dios acepta, vuestro árbol, es decir, vosotros mismos que producíais en el pasado unos frutos incomestibles, produciréis después unos frutos deliciosos y perfumados. Han quedado solamente las raíces y el tronco, pero el injerto, es decir, el mundo invisible, el mundo divino, el mundo celestial, ha producido sus frutos. ¿Qué es lo que ha sucedido? Habéis consagrado todas las fuerzas brutas, primitivas y borboteantes que hay dentro de vosotros al servicio del Cielo, y el Cielo las ha tomado para transformarlas. A veces encontramos en los bosques pequeñas peras salvajes que son incomestibles, pero si las ponemos en el horno unos minutos, se vuelven azucaradas. ¿Cómo es posible? El calor las ha transformado. Y si le es posible al hombre hacer las peras comestibles, ¿pensáis que el mundo invisible no será capaz de transformar todos vuestros frutos ácidos en frutos suculentos?
Un discípulo, que conoce sus tendencias inferiores pide injertos diciendo: “¡Señor Dios! Si estoy sólo, no lograré transformarme, así que, ayúdame, dispón de mí, trabaja a través de mí, estoy a tu servicio, cumpliré tu voluntad…” Y entonces, quizá no sea el Señor mismo quien venga, pero enviará a uno de sus ángeles o de sus arcángeles cómo los envió a los patriarcas, a los profetas, a los apóstoles y a todos los santos: los ángeles venían a visitarles y a instruirles.
Éstas son unas cuestiones de una extrema importancia, y aquellos que las han descuidado o ignorado no podrán evolucionar. Los humanos tienen las cabezas duras, pero la vida se encargará de hacer que maduren. Yo sé lo que sé. Todo lo que os digo lo he verificado y experimentado primero en mí mismo; os lo revelo para ayudaros y a vosotros os corresponde ahora sentir, comprender y decidiros para tener resultados.
¡Mirad hasta dónde hemos llegado para responder a vuestra pregunta sobre el carácter! Sin todos estos conocimientos, no podemos verdaderamente mejorar nuestro carácter y volvernos irradiantes, luminosos, divinos. No podemos transformarnos si no conocemos estas grandes verdades, si no tenemos mucho amor para desear realizarlas y si no tenemos una voluntad inquebrantable para perseverar en el trabajo. Éstas son las tres condiciones necesarias : en primer lugar saber, luego querer, y finalmente poder.
Sé que algunos de vosotros han trabajado tanto sobre su carácter que ya no son los mismos. Exteriormente, claro, no han cambiado, pero interiormente son diferentes; ya no sufren como antes, ya no se sienten tan aplastados y limitados, ya no están en la oscuridad, poseen nuevas riquezas y nuevos conocimientos, nadan en el esplendor, irradian… ¡Esto es el cambio! Cambiar, no es volverse físicamente irreconocible, no, os seguirán reconociendo por todas partes, sino que es cambiar interiormente en las vibraciones, en las emanaciones: ponéis vuestra mano en el agua y el moribundo que beba de esta agua resucitará. ¡Éste es el verdadero cambio!
Tomad solamente lo que hoy os revelo, trabajad con los clichés y con los injertos y transformaréis toda vuestra existencia. Cuántas veces os he dicho: “Retened solamente lo que hoy os digo...” Siempre lo mismo; es aburrido, ¿ verdad? Y sin embargo, es la verdad, cada conferencia es completa y basta para transformar vuestra vida. Evidentemente, no es más que un punto particular, pero ésta es la verdadera ciencia: cada punto es el centro del universo. En cada conferencia, hablo para que aquel que no haya oído más que una sola en su vida pueda, a partir de ésta solamente, construir todo su futuro. Actúo de esta manera conscientemente; cada verdad que os revelo es el centro del universo, el centro de la vida, y podéis ponerla como punto de partida de vuestro trabajo y de vuestra existencia. A partir de esta verdad, podréis descubrir todo lo demás y obtenerlo todo.
Videlinata (Suiza), 13 de mayo de 1969
14 El trabajo alquímico o la búsqueda de la perfección, Col. Izvor nº 221, cap. II: “El árbol humano”.
15 “Y me mostró un río de agua de vida”, Parte IV, cap. 2 y 4, y Las leyes de la moral cósmica, Obras completas, t. 12, cap.