Los poderes de la vida. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Si no comprendemos que Jesús sobreentendía la reencarnación, le dejamos en muy mala posición, porque, o bien no era psicólogo, no conocía la naturaleza humana y pedía a unos bebés que levantasen montañas, o bien no conocía al Padre celestial y decía cualquier cosa. Suprimid la reencarnación y todo se vuelve insensato en la Biblia, en los Evangelios, e incluso en la vida. ¡Cuántas veces os lo he mostrado! Dios es presentado como un ser caprichoso que hace lo que le place, y que, de repente, se pone furioso y condena a la gente al Infierno por toda la eternidad. Pero ¿cómo se puede creer en un Dios tan monstruoso? Y nada se explica tampoco en la vida: porqué tenéis tal o cual hijo, porqué sois pobres o ricos, porqué estáis enfermos o sanos, porqué sois buenos o malos, inteligentes o tontos, bellos o feos, nada se explica. Todo eso es el capricho de Dios. En estas condiciones, ¿dónde está la responsabilidad del hombre? Ya no es responsable… ¿Por qué se dice, entonces, que es responsable de sus actos? Hay ahí algo que no es lógico. Pero con la reencarnación todo se explica, todo se vuelve claro y sensato. ¿Por qué los cristianos han quitado, justamente, la viga que sostenía todo el edificio? Todo se derrumba… quieren hacer algo sin la reencarnación, pero no lo conseguirán. Sólo el día en que acepten la reencarnación, todo se volverá claro.
Pero hoy no es el momento de hablaros de la reencarnación. ¡Ya os he hablado tanto de ella!12 Era sólo para mostraros que cuando Jesús decía: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”, sobreentendía la reencarnación. Incluso Moisés hace mención a ella al comienzo del Génesis. No lo explica claramente, claro; no dice: “La reencarnación existe…” En ninguna parte de la Biblia se precisa porque esta creencia estaba tan propagada que era inútil mencionarla, pero algunos pasajes sólo pueden ser interpretados con la reencarnación.
¿Y dónde habló Moisés de la reencarnación? Está escrito en el Génesis: “Y Dios dijo: Creemos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza.” Y más adelante: “Dios creó al hombre a su imagen, a su imagen lo creó…” ¿Dónde ha quedado la semejanza? ¿Acaso Moisés perdió la memoria para no acordarse de lo que había dicho en la primera frase? ¿Por qué en la segunda frase dice dos veces “imagen”?… ¿Y la semejanza? Pues bien, es ahí, justamente, donde escondió la reencarnación. Eso significa: Hagamos al hombre a nuestra imagen y, después de numerosas reencarnaciones, será a nuestra semejanza. Dios creó al hombre a su imagen, pero no a su semejanza. Sólo lo puso todo en él para que se le pudiera asemejar (esto es la imagen). Como la bellota y la encina: la bellota lleva la imagen de la encina, lo tiene todo para ser semejante a ella, pero no se le asemeja aún. Se le asemejará cuando haya sido plantada y crezca.
El hombre es a la imagen de Dios: como Él, piensa, siente, actúa. Pero no piensa como el Señor, no es tan sabio, no es omnisciente. No siente como Él porque no es todo amor. No crea como Él porque no es todopoderoso. Así pues, en la medida en que piensa, siente y actúa, es a su imagen, pero, un día, cuando se haya desarrollado – y necesita pues varias vidas, varias existencias – será semejante a Él, será tan poderoso como Él, tan bello, tan sabio y tan lleno de amor. Mirad al hijo, es a la imagen de su padre, pero no es semejante a él, es decir, todavía no ha llegado a tener las mismas cualidades, las mismas posibilidades, porque es pequeñito; tiene que vivir mucho tiempo para llegar a ser como él. Lo mismo sucede con el hombre: un día será semejante a su Padre celestial. Esto es lo que quería decir Moisés, pero únicamente los que saben buscar y profundizar pueden interpretar este pasaje.
Pero volvamos a la vida. ¿Por qué los humanos no se deciden a cambiar de vida ? Como os dije, en primer lugar, porque no conocen las ventajas de este cambio. Después, porque no creen que sea posible transformarse. Los científicos, claro, buscan el medio de mejorar la especie humana, pero trabajan solamente en el plano físico. Piensan que operando cambios en los cromosomas producirán, de pronto, genios. Es posible… pero esa es otra cuestión. La tercera razón, es que es cierto, mejorar es difícil. Pero ¡cuántos métodos os he dado hasta ahora para cambiar vuestra vida, para transformaros!… como por ejemplo, cómo hacer injertos: habéis visto un membrillo muy vigoroso que da unos frutos muy ásperos, muy ácidos… Pero como tiene mucha savia, mucha fuerza, podéis injertarlo y así obtendréis frutos suculentos. Evidentemente, como os expliqué, hay que comprender estos injertos en el dominio interior, psíquico. Os dije también que el sol contiene injertos a profusión y que encontraríais en él todos los que queráis para transformaros rápidamente y dar frutos sabrosos y perfumados.
En realidad, no es tan difícil transformarse, todo depende del deseo que tengamos de hacerlo. Cuando estamos asqueados de nosotros mismos hasta el punto de no poder soportarnos ya, si tenemos verdaderamente un deseo intenso de cambiar, de vernos un poco mejor, este deseo puede producir unos efectos extraordinarios. Pero ¿acaso tienen los hombres este deseo intenso? Sí, quizá durante un día, dos días, pero después abandonan todas sus buenas resoluciones y caen al agua. Hay que alimentar constantemente este deseo, y un buen día, cambiamos, nos transformamos, y esto es la resurrección, ya os hablé de ella. Muchos se imaginan que, para resucitar, deben esperar al final de los tiempos, cuando todos los muertos se despierten y se levanten… ¡Así es cómo los cristianos comprenden las cosas! Y entonces, todos estos muertos darán un espectáculo de una belleza, de un esplendor… ¡Es formidable! No, mis queridos hermanos y hermanas, es ahora, en esta vida, que hay que resucitar.13
Evidentemente, siempre quedarán aún cosas que decir sobre la vida: cómo hacer para no malgastarla… Sobre esto tampoco se sabe gran cosa, no se conocen ni las medidas, ni las proporciones, lo veo. A menudo los hermanos y hermanas tienen buenas intenciones, dicen: “Quiero vivir, por fin, una vida divina. Quiero embellecer mi vida, espiritualizarla, consagrarla…” Pero, después, se encuentran ante unos problemas tales que ya no saben ni donde están, están perdidos y hacen tonterías porque no conocen ni la medida, ni los límites, ni las dosis. La cuestión no está pues agotada y habrá que continuar hasta que quede bien clara para vosotros. He dado estas conferencias solamente para que os decidáis a ocuparos de la vida, pero hay muchas otras cosas que decir… La vida es un dominio muy vasto, muy rico, infinito…
Y por eso yo amo tanto esta Ciencia iniciática: porque no tenemos ninguna esperanza de llegar al final. Y es esta desesperanza lo que es magnífico: poder decirse que no acabaremos nunca, esto es lo que a mí me gusta. Cuando veo lo infinito de esta empresa, me alegro… Evidentemente, para algunos, a menudo se produce lo contrario y se dicen: “Como dura tanto, abandono…” y escogen un trabajo que sea posible terminar rápidamente, pero pronto se dan cuenta que ellos también se acaban. Sí, porque se han ceñido a algo finito. Hay que lanzarse a lo infinito, a lo ilimitado, a lo que está más allá del tiempo y del espacio, y de esta manera nos volvemos inmortales, eternos, inconmensurables… ¡No os refugiéis en lo que es pequeño, limitado! Abarcad el infinito y vuestro gozo también será infinito, tendréis sin cesar la felicidad, la luz, la fuerza, la plenitud… En vez de tomar unas pequeñas botellas de alguna parte, id a beber al océano, porque el océano es tan vasto que podréis beber en él durante miles y miles de años sin agotarlo. Sí, mis queridos hermanos y hermanas, ¡id a beber en el océano infinito!
¡Que la luz y la paz estén con vosotros!
Sevres, 7 de abril de 1970
1 Centros y cuerpos sutiles, Col. Izvor