Los poderes de la vida. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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De la misma manera la vida puede poneros en contacto con el mundo divino. Esta conclusión la he sacado, justamente, de lo que sucede cotidianamente. Yo no invento nada, sois vosotros los que no sabéis observar. Vuestros ojos pueden ver y vuestros oídos oír porque habéis comido. No comáis durante varios días y ya no veréis ni oiréis tan bien. Esto prueba que cuando falta la vida, todo lo demás falta… Y cuando la vida es intensa, luminosa, pura, abre en vosotros otros oídos, otros ojos, y empezáis a oír y a ver en el plano invisible, veis leyes, verdades, correspondencias… Los Iniciados no han leído nada en los libros, pero pueden ver y oír en el mundo invisible unas realidades sutiles que los más grandes sabios todavía no han descubierto. Las perciben porque tienen esta vida superior que anima sus órganos interiores, y sus ojos ven, sus oídos oyen… Es la vida la que se encarga de hacerles revelaciones. Se trata solamente de tener esta vida.
Cuando Jesús decía: “He venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia”, ¿de qué vida hablaba? Hablaba de otra vida, de un grado de vida tan sutil, tan espiritual, tan luminoso, tan divino, que permita ver, oír, sentir, saborear, tocar lo que no podemos alcanzar con una vida puramente física, animal. Así es cómo Jesús comprendía la vida, y rezaba para que el Cielo diera a sus discípulos esta vida espiritual que es la única que permite comprender y respirar en las regiones celestiales.
Tenéis una semilla y un día se convierte en un árbol con raíces, un tronco, ramas, hojas, flores y frutos. ¿Cómo ha logrado la semilla producir todo eso? Es la vida la que se ha encargado de ello. La vida tiene todas las posibilidades, sólo que hay que darle la dirección, hay que orientarla como se orienta el agua. Si no orientáis el agua para que pase por donde están las verduras y los frutos, no podrá regarlos y perecerán. Pero el jardinero, que lo sabe, cava primero unos regueros, y después hace pasar el agua que fluye por el camino trazado para alimentar todas las plantas. ¿Por qué los hombres no han reflexionado sobre esto? Comprenderían que primero debemos trabajar con la vida, es decir encontrar el agua, y después canalizarla para que se dirija hacia arriba, como se hace en los edificios de cincuenta, cien o ciento cincuenta pisos.
El ser humano es también un rascacielos, y no tiene sólo ciento cincuenta pisos, no, son miles de pisos los que hay en cada criatura, y hay que alimentar también a los habitantes que están en el último piso de este rascacielos, en el cerebro. Pero en vez de enviar el agua hacia arriba para alimentar a las células espirituales, los humanos la dirigen solamente hacia abajo, donde están los instintos, las pasiones, los deseos más inferiores, y no les queda nada para alimentar a las células de arriba. Entonces, los habitantes duermen, están embotados, anémicos, y no pueden producir nada. Sí, en el cerebro viven unas entidades que hacen investigaciones, observaciones, que hablan, que envían mensajes, pero están cloroformadas – ¡falta de agua! – y no pueden hacer sus trabajos ni llevar a cabo sus funciones. ¡No sabéis cuántos aparatos hay instalados en vosotros! ¡Ni los habitantes!… Podría describiros su carácter, sus trabajos, sus vestiduras, y hasta sus colores, sus gustos, el alimento que comen… pero lo dejaremos para otra ocasión.
Es pues la vida lo que les falta porque no pensamos en dirigirla, en orientarla hacia las regiones sublimes. La vida, es lo que fructifica, lo que embellece, lo que se desarrolla. Cuando plantáis una semilla, algún tiempo después la vida se manifiesta. Su lenguaje está ahí: la eclosión, la aparición de pequeñas raíces, de pequeñas hojas… La vida es eso: un florecimiento, un embellecimiento, un enriquecimiento, ¡una invasión! Si empezáis a ocuparos de la vida, si la plantáis, si la regáis, si la orientáis hacia arriba, florecerá, y al florecer, despertará unas células, unas facultades cuya existencia ni siquiera sospechabais. La nutrición pues lo explica todo. Al comer, introducís la vida, y esta vida se encarga de infiltrarse por todas partes y de aportaros unos gozos y unos estados de conciencia de una riqueza y de un esplendor increíbles. Ni siquiera los poetas y los músicos son capaces de expresar todas las formas, los colores, las expresiones y las melodías en las que la vida puede manifestarse.
¿Y por qué nadie, ahora, ni siquiera los sabios, sabe lo que es la vida? Conocen muchas cosas, pueden pronunciarse sobre muchas combinaciones químicas, pero cuando se trata de la vida, no conocen nada y se contentan con decir: “Es el mayor misterio…” ¿Y por qué es un gran misterio? Porque nunca han comprendido que hay que ir a buscar mucho más arriba para descubrir lo que es. Es arriba donde podemos conocer la vida, no abajo; abajo, es el instinto vital, la vida animal, vegetativa, mineral… Pero cuando suban hacia las regiones sublimes de donde viene la vida, cuando tengan unas percepciones mucho más espirituales, mucho más sutiles, los humanos descubrirán lo que es verdaderamente la vida.
La vida es Dios mismo.6 Fuera de Dios no hay vida. Él es quien ha creado y distribuido la vida, y si los hombres no pueden conocerla, es porque ya no creen en Dios. La vida tiene su fuente en Dios y sólo aquellos que se acercan a la Divinidad pueden conocerla. Pero los humanos tienen una presunción tal que llegan incluso a imaginarse que son ellos los que dan la vida a sus hijos. Pero no, ellos sólo son los depositarios. Dios ha depositado en el hombre y la mujer una parte de la vida que Él mismo ha creado para que la distribuyan, pero ellos son incapaces de producirla. Sólo Dios crea la vida y puede enseñarnos el misterio de la vida.
Comprendedme al menos por primera vez hoy, y decid: “Ahora vamos a orientar nuestra vida en otra dirección, a embellecerla, a hacerla fructificar, a consagrarla, a santificarla…” Y todo empezará a cambiar: vuestra salud, la sensación que tenéis de vosotros mismos, y todo lo que venga después hacia vosotros será de otra naturaleza. Pero si os empeñáis en seguir con vuestras viejas concepciones, ¡peor para vosotros!, nunca encontraréis nada. Iréis tirando todavía durante algunos años y cuando os vayáis al otro mundo, os mostrarán cuán inferior era vuestra existencia, pobre, lamentable. Y aunque hayáis leído bibliotecas, aunque hayáis estudiado en cinco o seis universidades, os dirán que habéis vivido como un animal y habréis retardado enormemente vuestra evolución. Y de nuevo llegarán los sufrimientos y las dificultades. Mientras que los que me han comprendido abrirán ahora nuevas puertas y su destino cambiará.
Ya os lo dije, lo esencial, es la dirección hacia la que os orientáis, por quién trabajáis, con que finalidad trabajáis, y la idea para la que vivís. Todo está ahí. Pero como siempre se ha dicho que había que vivir y pensar de tal o cual manera para ser apreciados por los demás, los hombres viven como se ha convenido vivir desde hace miles y miles de años, sin saber que ésta no es la verdadera vida. Mientras que los que han comprendido, los que quieren vivir esta vida divina, los que nunca tienen miedo, los que tienen la audacia y la paciencia de seguir caminando a pesar de los obstáculos y de las adversidades, éstos tendrán un día la fuerza, el poder y la luz. Por un tiempo sufrirán, es verdad, pero no durará mucho, sólo es la apariencia; la realidad es absolutamente otra. La realidad, es que llegarán un día a la luz y al esplendor. Mientras que los que han escogido la apariencia están en un camino sin salida: “Tikmak sokak”, cómo dicen los Turcos; sokak quiere decir callejuela, y tikmak de la que no se puede salir. ¿Cómo lo decís en francés?… Sí, los humanos se encuentran en un callejón sin salida, porque han escogido la apariencia.
Evidentemente, bajo la apariencia siempre hay algunas pequeñas cosas que comisquear, pero junto a eso, ¡qué tragedias! Pero los humanos se contentan con esas “roeduras”, sin darse cuenta de que, mientras tanto, los comidos son ellos mismos… ¡y de qué manera! Mientras que los que no se han quedado en la apariencia y han escogido la verdadera realidad podrán deciros en medio de qué riquezas y de qué esplendores viven. Sólo que no les creeréis y seguiréis marchando por los caminos trillados; como todo el mundo ha pasado por ellos,