Los poderes de la vida. Omraam Mikhaël Aïvanhov

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Los poderes de la vida - Omraam Mikhaël Aïvanhov

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Los dos árboles del Paraíso, Obras completas, t. 3, cap. VII: “La parábola de las cinco vírgenes prudentes y de las cinco vírgenes necias”.

      3 ¿Qué es ser un hijo de Dios?, Col. Izvor nº 240, cap. I: “He venido para que ellos tengan la vida…”.

      4 La clave esencial para resolver los problemas de la existencia, Obras completas, t. 11, cap. XXII: “El trabajo para la Fraternidad Universal”, y El amor y la sexualidad, Obras completas, t. 15, cap. XXIX: “Hacia la gran Familia”.

      5 El segundo nacimiento, Obras completas, t. 1, cap. II: “Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad y se os abrirá”.

      6 La fe que mueve montañas, Col. Izvor nº 238, cap. XI: “Dios, la vida”.

      7 “Y me mostró un río de agua de vida”, Col. Sinopsis, Parte X, cap. 3: “De Iesod a Kether: la sublimación de la fuerza sexual”.

      8 El Libro de la Magia divina, Col. Izvor nº 226.

      9 El amor y la sexualidad, Obras completas, t. 14, cap. XIX: “El alma gemela”.

      10 La verdadera enseñanza de Cristo, Col. Izvor nº 215, cap. III: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.

      11 “Y me mostró un río de agua de vida”, Parte VI, cap. 4: “La Iniciación, un cambio de estado de conciencia”.

      12 Las leyes de la moral cósmica, Obras completas, t. 12, cap. VIII: “La reencarnación”.

      13 “Al principio era el Verbo”, Obras completas, t. 9. cap. XI: “La Resurrección y el Juicio final”.

      II

      Carácter y temperamento

      Pregunta: Maestro, ¿puede explicarnos qué es el carácter?

      En general, se dice de cada ser vivo, animal, insecto u hombre, que tiene su carácter propio o, para emplear un término más vasto, sus características. Pero para que esté más claro, hay que establecer primero la diferencia entre el carácter y el temperamento, porque a menudo estos dos términos se confunden.

      El temperamento está relacionado esencialmente con el aspecto vital; es una síntesis de los instintos, de los deseos, de las tendencias y de todos los elementos que el hombre puede difícilmente corregir o suprimir porque tienen sus raíces en su naturaleza biológica y fisiológica. Así pues, el temperamento se asemeja más bien al lado animal. En cuanto al carácter, no se disocia del temperamento, pero representa el lado inteligente, consciente, voluntario: el hombre puede actuar sobre algunas de sus tendencias porque ve la ventaja o la necesidad de hacerlo. El carácter es pues aquello que el hombre, con su inteligencia, su conciencia y sus deseos, ha cambiado – añadido o quitado – a su temperamento, es decir, a los elementos que la naturaleza le ha dado. El carácter, es el comportamiento de un ser inteligente y consciente que sabe lo que hace y a dónde va, mientras que el temperamento representa solamente los impulsos de la naturaleza biológica, los complejos, las tendencias inconscientes y subconscientes. El carácter es como una síntesis de todas las particularidades del temperamento pero dominadas y controladas por el hombre, con su inteligencia, su voluntad, su ideal.

      Es casi imposible modificar el temperamento porque venimos al mundo con tal o cual temperamento bien determinado. Pero, puesto que el carácter está constituido por las tendencias conscientes del ser que piensa, que reflexiona, que desea afirmarse, en mejor o en peor, puede, por tanto, dar nacimiento a una actitud, a un comportamiento, a una forma de manifestarse que a menudo está en contradicción con el temperamento. Eso es el carácter. El carácter es idéntico al temperamento pero matizado, coloreado, orientado y dirigido hacia una meta, un ideal; es un hábito que, tomado conscientemente, acaba por convertirse en otra naturaleza. Así pues, a pesar de la expresión corriente “características de un ser”, el carácter no existe en el origen, se forma con el tiempo. Podemos verlo en los niños: tienen un temperamento, pero todavía no un carácter.

      Desde Hipócrates se distinguen cuatro clases de temperamentos: sanguíneo, bilioso, nervioso y linfático. Después hubo otras clasificaciones. Para la astrología tradicional hay siete: solar, lunar, mercurial, venusino, marciano, jupiterino, saturnino. Podemos también considerar tres, según que el hombre sea más instintivo (predominio del lado biológico), más sentimental (predominio del lado afectivo) o más intelectual (predominio del lado mental); el mundo entero, o casi, puede ser clasificado según estos tres temperamentos.

      Es pues casi imposible cambiar el temperamento, pero el medio, la familia, la sociedad, la instrucción, etc., ejercen sobre él una influencia. Por eso se puede decir también que el hombre forma su carácter en función del medio y de las condiciones en las que vive y que este carácter es susceptible de mejorar o de degradarse. En el carácter intervienen la voluntad personal y consciente que juega un gran papel, pero también la voluntad de los demás; revela que el hombre ha decidido o aceptado ser tal o cual. El carácter es pues más bien la expresión del lado consciente del hombre, mientras que el temperamento es más bien una expresión del inconsciente o del subconsciente.

      No es necesario que os explique, una vez más, que si nacemos con tal o cual temperamento no es sin razón. Éste proviene, ya lo sabéis, de las vidas anteriores, de las reencarnaciones: en el pasado, el hombre, con sus actos, se conectó con ciertas fuerzas que determinan ahora su subconsciente, es decir, su temperamento; y sobre esto no puede hacer gran cosa. Es como el sistema óseo, o el sistema muscular, tampoco el hombre puede cambiar nada en ellos: no puede ni ensanchar su cráneo, ni alargar su nariz, ni enderezar su mentón si éste está retraído. Estos elementos constituyen también el temperamento, y aunque en la naturaleza todo se transforma o puede modificarse con la omnipotencia del pensamiento y de la voluntad, estos cambios son, sin embargo, tan lentos y tan imperceptibles que podemos considerarlos como inexistentes. Pero el carácter podemos modificarlo, mejorarlo, modelarlo, y éste es precisamente el trabajo de todos nosotros en la Enseñanza.

      Suponed un hombre dinámico, fogoso, incluso violento: es tan brusco y tan categórico que no puede pronunciar una frase sin herir a los demás o lesionar sus intereses. Es su temperamento impulsivo el que le impulsa a producir de esta manera erupciones y explosiones. Pero un día este hombre se da cuenta de que su actitud le acarrea grandes perjuicios, y gracias a su voluntad consigue, después de un cierto tiempo, dulcificar su carácter, poner, como se dice, un poco de agua en su vino. En realidad, sigue siendo igual de capaz de responder, de dar bofetadas o puñetazos – y así será hasta el final de su existencia – pero gracias a su voluntad, consigue dominarse. Desgraciadamente, muy pocos están decididos a hacer este esfuerzo, pero los hay, de todas formas, y sobre todo los Iniciados. Los Iniciados son fuego, sí, pero llegan a controlarse, a dominarse, a encontrar el gesto, la palabra, la mirada que no produzcan daños. Esto es el carácter.

      El carácter es pues una forma de comportamiento que está injertado, basado, si queréis, en el

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