Chiribiquete. Carlos Castaño-Uribe

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Chiribiquete - Carlos Castaño-Uribe

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y señales de utilización, confirmadas, además, por fechas de radiocarbono y otras técnicas de fechación entre 23.000 y 24.000 años. Esto es, 10.000 años antes que las puntas de proyectil de América del Norte. Puesto que no se han encontrado indicios de campamentos humanos más antiguos en Alaska, todo hace pensar que fue el noreste de Siberia la tierra que dio cobijo a los antepasados de los primeros americanos. No obstante, y a pesar de que esta información amplía en gran medida nuestro horizonte temporal, hay ahora otro tipo de nuevas evidencias sobre este asunto del tiempo, que demuestran la existencia de otros caminos posibles de entrada al continente americano, que no necesariamente se relacionan con las gentes que identificamos con el uso de las puntas de proyectil Clovis-Folsom-Sandia.

      Para cualquier arqueólogo, Chiribiquete presenta retos inesperados, retos para los cuales la disciplina arqueológica no ha desarrollado aún técnicas específicas. Aquí, la realidad sobre el terreno muchas veces no se compadece con la teoría académica. Por eso, nuestra excavación es distinta de otras. Cuando se llega a un yacimiento de actividades humanas milenarias y recientes, hasta ahora aislado y por eso mismo intangible, se sabe que es auténtico e inalterado. Casi todos sus suelos son rocosos, no cubiertos por tierra como es lo usual en la mayoría de los yacimientos arqueológicos, sin acumulación de materia orgánica y sin ningún tipo de agente externo cultural que los modifique. Aquí, el paso del tiempo no se ve acumulado en capas o estratos geológicos naturales y por ello puede haber evidencias de actividades muy antiguas o muy recientes expuestas a flor de superficie, unas junto a las otras: es decir, milenios aparte que comparten hoy un mismo piso cultural y topográfico, un mismo espacio. Es todo un acertijo para la arqueología y por ello hemos tenido que desarrollar una técnica especial.

      Durante el Paleoindio y el Arcaico Americano, los cazadores recolectores aprovecharon las cuevas y los abrigos rocosos para guarecerse y, ocasionalmente, para actividades relacionadas con el uso pictórico y de petrograbado en general, con propósitos espirituales. Mucha de la evidencia de estos períodos está relacionada con el empleo de estos sitios como campamentos transitorios, donde llevaban a cabo rutinas domésticas. Chiribiquete, a pesar de las cuevas y abrigos rupestres, no dejó huellas o evidencias de este tipo. Fotografía: Jorge Mario Álvarez Arango.

      Nuestra arqueología es un trabajo “forense”: busca identificar vestigios que se hallan en la superficie, dejados allí como resultado de actividades humanas presentes y pasadas. Recuperar esta información es una labor sistemática. Esta información se encuentra en forma de objetos o artefactos producidos por humanos, o huellas de actividades, como podrían serlo rastros de hogueras, fragmentos de colorantes, o huesos y palos usados como herramientas de trabajo. Todo esto es invaluable para comprender hechos, actividades o movimientos en este entorno natural y cultural. En Chiribiquete, tratamos de dilucidar si todo ello está asociado a los murales, su diseño, realización y uso continuo. Es muy probable que estos abrigos de roca con tanto arte pictórico nos conduzcan a demostrar que aquí se realizaban –y se siguen realizando– actividades rituales. Todos los sitios que hemos documentado hasta el momento están inalterados porque no ha existido presencia de actividades humanas diferentes a las realizadas exclusivamente por grupos indígenas. El fin de este lugar era, y sigue siendo, exclusivamente ritual y ceremonial.

      Además de la arqueología detallada, complementamos nuestros datos con etnoarqueología, una disciplina cuyo objeto es el estudio de sociedades actuales con el fin de que sirvan de modelo para acercarnos al pasado, es decir, observamos hechos actuales que podrían apoyar la interpretación de algunos contextos arqueológicos (Hodder y Hutson, 1983). Como veremos más adelante, la interpretación de las expresiones pictóricas de los murales de Chiribiquete se tiene que basar en esta aproximación conceptual. La expresión, el estilo y el contenido explícito de sus pinturas rupestres se prestan para tal análisis.

      La mayoría de los abrigos rupestres de Chiribiquete se encuentran en la parte central de los escarpes abruptos de los tepuyes. Esto significa que los suelos que sirven de apoyo al panel con pinturas, son rocosos, estrechos y con caídas profundas, lo que determina que no existan muchos suelos encima de ellos y que la evidencia sea muy superficial y muy vulnerable a desaparecer. Fotografía: Carlos Castaño-Uribe.

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