Chiribiquete. Carlos Castaño-Uribe
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NOTA
1 En los raudales mencionados (llamados también en esta localidad como “la Angostura I y II”) se pueden observar gran cantidad de representaciones antropomorfas, zoomorfas y otros elementos geométricos, esculpidos en la roca, que se encuentran localizados dentro del río Guayabero y, por ende, cubiertos de agua durante algunos meses del año. Estos grabados guardan una amplia relación con las pinturas rupestres de la Tradición Cultural Chiribiquete, especialmente en la Fase Guayabero/Guaviare y se estima que en proximidades de otros raudales en los ríos Itilla, Apaporis y Macayá puedan existir representaciones grabadas afines.
Capítulo I
Escudriñando el contexto y el entorno natural y cultural de Chiribiquete
La inteligencia es la habilidad de adaptarse a los cambios.
STEPHEN HAWKING
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Estremece los sentidos ver esta serranía enclavada en medio de un mar infinito de selva al que llamamos Amazonia, donde existe una profusa biodiversidad.
A pesar de ocupar solo el 6% de la superficie terrestre, aloja a más de la mitad de los organismos conocidos. En ese lugar está Chiribiquete.
Hoy está seriamente amenazado por fuerzas externas y su conservación es una obligación y un deber de todos.
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La topografía y las geoformas en Chiribiquete tienen también una lectura sagrada. Las mesetas, además de los domos o inselbergs, son entendidos como el banco del Padre Sol, y de otra parte el falo del sol. En la iconografía estos relieves están representados de forma abstracta aparentemente, tal como lo hemos observado en varios murales. Este simbolismo además de ser envolvente, metafórico y metonímico, es de gran complejidad en sus interrelaciones cosmogónicas. Fotografía: Jorge Mario Álvarez Arango.
El Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete (PNNCh) fue ampliado a mediados del año 2018, después de un largo proceso de investigación y gestión interinstitucional. Este justificó la necesidad de convertir la versión original del parque, que era de 1’250.000 hectáreas en 1989, en una megaunidad de conservación que atesorara, con altos estándares de protección y cuidado, su integridad para el bien de la humanidad. Esta superficie se localiza en el corazón de la Amazonia colombiana, entre los departamentos de Guaviare y Caquetá, comprendida entre los municipios de San José del Guaviare, Miraflores, Calamar, San Vicente del Caguán, Solano y Cartagena del Chairá (Mapa 1). Cuenta con un área de 4’268.095 hectáreas, es decir, 1’486.676 adicionales a su ampliación en 2013, cuando casi se duplica la superficie del tamaño que tenía a finales de la década de 1980.
Una de las principales singularidades de la formación geológica que define en buena medida el carácter natural de la serranía de Chiribiquete, y, por ende, de su Parque Nacional Natural, es que hace parte de la gran cuenca amazónica. Solo ello basta para estremecer los sentidos cuando uno ve esta serranía enclavada en medio de un mar infinito de selva a la que llamamos Amazonia, nombre que, por razones históricas, fue dado a esta región desde los tiempos de la conquista española y portuguesa del siglo xvi.
El lado de la gran cuenca verde donde está Chiribiquete, forma parte de un mosaico de ecosistemas especiales que hacen que esta zona funcione como una gran bisagra1 biogeográfica. Solo así se explica la relación que tiene esta serranía de tepuyes con elementos del mundo andino, con las sabanas naturales del Yarí, con las extensas sabanas del Orinoco y con las monumentales moles de roca de la formación geológica del famoso Escudo de Guayana y sus grandes llanuras de hylea, o bosques tropicales amazónicos. Pese a todas las actividades extractivas que durante doscientos años han amenazado y destruido parte de esta maravilla natural, sigue siendo hoy la extensión de selvas, humedales y recursos hídricos más amplia del planeta.
La Amazonia es una vasta región de la parte central y septentrional de América del Sur que comprende la selva tropical de la cuenca del Amazonas. Tiene una extensión aproximada de 7’350.000 km2 repartidos entre ocho países –Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Surinam y Guyana– y un territorio francés de ultramar, la Guyana Francesa. Todos comparten esta ecorregión, considerada el área de mayor biodiversidad del mundo. Este amplio territorio de selva húmeda y múltiples ecosistemas asociados, se encuentra, además, en interacción biogeográfica con la cordillera de los Andes, el Gran Chaco, el Cerrado y la Catinga brasileña, todos ellos biomas naturales con manifestaciones culturales que se relacionan estrechamente en la historia cultural de los hombres jaguar de Chiribiquete, como explicaremos más adelante.
En este contexto geográfico reconocemos la presencia de los hombres jaguar, cazadores y guerreros nómadas que, con seguridad, aprovecharon el gran río Amazonas como eje de movilidad permanente durante varios siglos. Su historia pudo estar determinada por el uso continuo de esta arteria fluvial de más de 6.762 km de longitud, así como de un inmenso número de corrientes de agua que permitieron la movilidad fluvial de aquellos humanos que tenían embarcaciones para visitar, sin distingo de fronteras, una buena parte del continente suramericano.
Para quienes hemos tenido la buena fortuna de recorrer sus selvas y navegar en sus caudalosos tributarios selváticos, es apenas natural que la mejor forma de movilizarse sea aprovechando la oferta casi infinita de ríos. Gracias a ellos –un recurso siempre asegurado– la historia cultural de sus habitantes logró consolidarse con raíces profundas en este continente. Pero tales recursos que, en ese momento, parecían ilimitados para los primeros humanos que llegaron a la región, hoy demuestran su vulnerabilidad y extrema fragilidad frente al modelo de desarrollo socioeconómico y cultural que hemos impulsado durante los últimos 500 años, el mismo que ha roto el sofisticado equilibrio que suministraban el sistema natural y las culturas milenarias, que, con destreza, perpetuaban el mantenimiento de las especies y los ecosistemas.
Desde que ingresaron a los grandes bosques húmedos tropicales amazónicos, los humanos lograron coexistir con el medio gracias al inmenso número de especies vegetales y animales terrestres y acuáticas de la red fluvial, como también de tantos otros sistemas vegetales característicos de las áreas de selva inundable y de tierra firme. Hoy, por ejemplo, a pesar del impacto negativo de siglos de presencia humana moderna, la diversidad de peces –calculada en más de 2.000 especies– y de vida silvestre terrestre –aproximadamente 2.500 tipos de pájaros, 3.500 tipos de árboles que, a veces, miden más de 30 cm de diámetro, 300 especies de reptiles y 360 de mamíferos– sigue siendo muy alta. Todas las especies que existen en estos sistemas interfluviales constituyen un patrimonio silvestre que, bien aprovechado, ha logrado mantener a cientos de pueblos ancestrales que no han caído en la idea errada de acabar con el bosque y sus recursos por quimeras asociadas a economías extractivas o de carácter ilícito. Así las cosas, esta es la única parte del planeta en donde sobrevive el 45% de