Chiribiquete. Carlos Castaño-Uribe

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los últimos años. En la actualidad, los estudios realizados por Stiles y colaboradores reportan más de 500 especies de aves para Chiribiquete (1995). El inventario de herpetofauna incluye más de 70 especies de reptiles y 60 de anfibios. La revisión de expertos ha arrojado más de 85 especies de mamíferos asociados a los diferentes ecosistemas, que se agrupan en 9 órdenes, 17 familias y 63 géneros. Lo más interesante de todo esto, es que muchas de dichas especies están ampliamente representadas en la iconografía pictórica. Nótese en particular la imagen de avispero-rama, un ícono especialmente sagrado en el arte rupestre de Chiribiquete. Fotografías: Thomas Marent y Fernando Trujillo (anaconda).

      NOTA

      1 En los raudales mencionados (llamados también en esta localidad como “la Angostura I y II”) se pueden observar gran cantidad de representaciones antropomorfas, zoomorfas y otros elementos geométricos, esculpidos en la roca, que se encuentran localizados dentro del río Guayabero y, por ende, cubiertos de agua durante algunos meses del año. Estos grabados guardan una amplia relación con las pinturas rupestres de la Tradición Cultural Chiribiquete, especialmente en la Fase Guayabero/Guaviare y se estima que en proximidades de otros raudales en los ríos Itilla, Apaporis y Macayá puedan existir representaciones grabadas afines.

      Capítulo I

      Escudriñando el contexto y el entorno natural y cultural de Chiribiquete

      La inteligencia es la habilidad de adaptarse a los cambios.

      STEPHEN HAWKING

      ···············

      Estremece los sentidos ver esta serranía enclavada en medio de un mar infinito de selva al que llamamos Amazonia, donde existe una profusa biodiversidad.

      A pesar de ocupar solo el 6% de la superficie terrestre, aloja a más de la mitad de los organismos conocidos. En ese lugar está Chiribiquete.

      Hoy está seriamente amenazado por fuerzas externas y su conservación es una obligación y un deber de todos.

      ···············

      La topografía y las geoformas en Chiribiquete tienen también una lectura sagrada. Las mesetas, además de los domos o inselbergs, son entendidos como el banco del Padre Sol, y de otra parte el falo del sol. En la iconografía estos relieves están representados de forma abstracta aparentemente, tal como lo hemos observado en varios murales. Este simbolismo además de ser envolvente, metafórico y metonímico, es de gran complejidad en sus interrelaciones cosmogónicas. Fotografía: Jorge Mario Álvarez Arango.

      El Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete (PNNCh) fue ampliado a mediados del año 2018, después de un largo proceso de investigación y gestión interinstitucional. Este justificó la necesidad de convertir la versión original del parque, que era de 1’250.000 hectáreas en 1989, en una megaunidad de conservación que atesorara, con altos estándares de protección y cuidado, su integridad para el bien de la humanidad. Esta superficie se localiza en el corazón de la Amazonia colombiana, entre los departamentos de Guaviare y Caquetá, comprendida entre los municipios de San José del Guaviare, Miraflores, Calamar, San Vicente del Caguán, Solano y Cartagena del Chairá (Mapa 1). Cuenta con un área de 4’268.095 hectáreas, es decir, 1’486.676 adicionales a su ampliación en 2013, cuando casi se duplica la superficie del tamaño que tenía a finales de la década de 1980.

      Una de las principales singularidades de la formación geológica que define en buena medida el carácter natural de la serranía de Chiribiquete, y, por ende, de su Parque Nacional Natural, es que hace parte de la gran cuenca amazónica. Solo ello basta para estremecer los sentidos cuando uno ve esta serranía enclavada en medio de un mar infinito de selva a la que llamamos Amazonia, nombre que, por razones históricas, fue dado a esta región desde los tiempos de la conquista española y portuguesa del siglo xvi.

      En este contexto geográfico reconocemos la presencia de los hombres jaguar, cazadores y guerreros nómadas que, con seguridad, aprovecharon el gran río Amazonas como eje de movilidad permanente durante varios siglos. Su historia pudo estar determinada por el uso continuo de esta arteria fluvial de más de 6.762 km de longitud, así como de un inmenso número de corrientes de agua que permitieron la movilidad fluvial de aquellos humanos que tenían embarcaciones para visitar, sin distingo de fronteras, una buena parte del continente suramericano.

      Para quienes hemos tenido la buena fortuna de recorrer sus selvas y navegar en sus caudalosos tributarios selváticos, es apenas natural que la mejor forma de movilizarse sea aprovechando la oferta casi infinita de ríos. Gracias a ellos –un recurso siempre asegurado– la historia cultural de sus habitantes logró consolidarse con raíces profundas en este continente. Pero tales recursos que, en ese momento, parecían ilimitados para los primeros humanos que llegaron a la región, hoy demuestran su vulnerabilidad y extrema fragilidad frente al modelo de desarrollo socioeconómico y cultural que hemos impulsado durante los últimos 500 años, el mismo que ha roto el sofisticado equilibrio que suministraban el sistema natural y las culturas milenarias, que, con destreza, perpetuaban el mantenimiento de las especies y los ecosistemas.

      Desde que ingresaron a los grandes bosques húmedos tropicales amazónicos, los humanos lograron coexistir con el medio gracias al inmenso número de especies vegetales y animales terrestres y acuáticas de la red fluvial, como también de tantos otros sistemas vegetales característicos de las áreas de selva inundable y de tierra firme. Hoy, por ejemplo, a pesar del impacto negativo de siglos de presencia humana moderna, la diversidad de peces –calculada en más de 2.000 especies– y de vida silvestre terrestre –aproximadamente 2.500 tipos de pájaros, 3.500 tipos de árboles que, a veces, miden más de 30 cm de diámetro, 300 especies de reptiles y 360 de mamíferos– sigue siendo muy alta. Todas las especies que existen en estos sistemas interfluviales constituyen un patrimonio silvestre que, bien aprovechado, ha logrado mantener a cientos de pueblos ancestrales que no han caído en la idea errada de acabar con el bosque y sus recursos por quimeras asociadas a economías extractivas o de carácter ilícito. Así las cosas, esta es la única parte del planeta en donde sobrevive el 45% de

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