Chiribiquete. Carlos Castaño-Uribe

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Chiribiquete - Carlos Castaño-Uribe

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BERNARD SHAW

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      Este capítulo es un desafío para la ciencia y para el entendimiento del patrimonio material e inmaterial de Chiribiquete. Hay, por ejemplo, un conjunto de nuevas evidencias que demuestran la existencia de otros caminos de entrada del hombre al continente americano.

      Hasta el momento, parece que Chiribiquete es el sitio arqueológico con la huella de actividad humana más antigua de Colombia. Aquí la pintura tiene la bondad de encerrar significados enormes en la composición de las imágenes y escenas que son de carácter alegórico a la mitología de quienes las elaboraron.

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      La altura máxima en la zona del Parque de la Serranía de Chiribiquete es de 950 m.s.n.m. y las alturas relativas de 500 metros, donde se localizan gran parte de las pinturas y también de cuevas y galerías rocosas. Por la degradación de las rocas y la alta humedad en las grietas o diaclasas de las cimas de los tepuyes se desarrollan no solo especies vegetales altamente receptoras de agua (musgos), formando en sectores paredes húmedas, sino afloramientos y goteos de oxidos que fueron utilizados para la preparación de las pinturas. Abrigo La Isla durante las excavaciones realizadas en 2015. La evidencia de este lugar, enclavado sobre el eje ecuatorial de la Tierra, fue un aspecto fundamental para entender el papel de la interrelación pinturas-pisos culturales y cosmogonía ritual. Fotografía: Steve Winter.

      Hace siglos, grupos de cazadores y recolectores irrumpieron en la vasta selva tropical amazónica. Allá, en las cabeceras de lo que se llamaría río Apaporis, hallaron el sitio que estimuló sus sentidos para convencerlos de que, en los intrincados escarpes rocosos de unos maravillosos tepuyes, se encontraba el espacio sagrado que aseguraba la continuidad de su sueño espiritual, un sueño íntimamente asociado a la emblemática figura del jaguar, hijo del Sol y conductor solitario del equilibrio y la armonía universal, conocedor de su cosmogonía. La historia que aquí se relata debe dar paso, antes que nada, a algunos fundamentos técnicos y metodológicos, que serán la base para el desarrollo de una trama cultural sin precedentes en Colombia y el continente, frente a la magnitud y alcance de su contenido.

      Este capítulo y el trato que se da a los temas que aquí se presentan, es un desafío para la ciencia y para el entendimiento del patrimonio material e inmaterial de Chiribiquete. Las evidencias documentadas en el transcurso de treinta años de labor científica indican que la serranía en su conjunto, desde el punto de vista de la ocupación humana, no puede verse solamente dentro de los esquemas tradicionales de uno o dos niveles –o períodos– de desarrollo cultural particulares, ni de tiempos cronológicos estáticos. Además de los miles de dibujos que pertenecen a un contexto netamente ritual y sagrado, las evidencias más irrefutables provienen del nutrido conjunto de hallazgos de actividades litúrgicas y contextos ceremoniales asociados al uso continuo de estos murales monumentales, incluso en nuestro presente. Estas evidencias habrían pasado desapercibidas, de no ser por el riguroso esfuerzo de revisar cuidadosamente los materiales que se encuentran in situ en la superficie. Quizá para muchos, estos materiales y las huellas de actividades recientes no despertarían interrogantes, pero, para un observador que entiende la urgencia de recuperar la información que subyace en un sitio sin aparente importancia diagnóstica, estos rastros son evidentes: no estudiarlos resultaría en una pérdida irremediable para la ciencia.

      La ciencia no considera una parte de estas evidencias “artefactos culturales”. De no ser porque sabíamos de antemano que estos lugares estaban sin explorar y nunca habían sido visitados por personas diferentes a los indígenas que hicieron las pinturas, estas evidencias jamás se hubieran considerado importantes. Por eso, uno de los mayores méritos de la investigación fue caer en cuenta, desde el comienzo, de que estos dibujos se han seguido haciendo hasta fechas muy recientes y, más sorprendente aun, que los siguen haciendo y usando. Así pues, huellas recientes de pies humanos descalzos, grupos pequeños de huesos de animales ordenados de forma particular, plumas de ciertas aves colocadas adrede en el suelo y pequeños fogones donde se preparan pigmentos, son todas evidencias que hablan de contextos culturales vivos, pero que, por su presencia discreta y su función poco evidente, pasan desapercibidos.

      El descubrimiento progresivo de lo que podríamos llamar “evidencia circunstancial” por tratarse de una que no es la tradicional punta de proyectil, herramienta o artefacto de piedra, amén de la magnificencia y carácter explícito de los registros pictográficos, ha sido fundamental para corroborar lo que observamos en las pinturas, respaldado aún más por las fechas de carbono-14. En Chiribiquete, estamos ante un gran conjunto de sitios ceremoniales que fueron levantados, no tanto para humanos, sino para seres espirituales ancestrales. Por lo mismo, el contenido de estas composiciones pictóricas no debe ajustarse al concepto tradicional de “arte”, como discutiremos más adelante, sino al de códigos o uso de codificación rupestre.

      Análisis por métodos de difracción de rayos X, de muestras de rocas y costras ferruginosas tomadas en la serranía de Chiribiquete determinaron la presencia predominante de hierro y titanio en la elaboración de las pinturas. En las excavaciones es frecuente el encuentro de nódulos de ocres que fueron calentados para preparar los colorantes usados. En muchos fogones rocosos se observan piedras con coloración asociada a la presencia de titanio (Anastasa-TiO2) y óxidos de hierro como fuente de la pintura. Fotografía: Jorge Mario Álvarez Arango.

      Las prospecciones y excavaciones arqueológicas han permitido recuperar información muy valiosa. A partir de los hallazgos que hemos encontrado y de aquellos que esperamos encontrar, podemos avanzar un número de hipótesis. Como se explicará a lo largo de este capítulo, el material arqueológico y los diferentes contextos en los que se ha encontrado, demuestra que los creadores de este extraordinario registro pictórico, siglos atrás fueron paleoindígenas, cazadores y recolectores, que tenían como sistema de organización socioeconómica el nomadismo. Es decir, tenían gran movilidad territorial, asentamientos temporales y, según parece, disposición guerrera.

      Su lenguaje pictórico o “sistema de codificación” se establece hace milenios aquí en la serranía de Chiribiquete, ya muy desarrollado. Con esto queremos decir que su carga conceptual, junto con ciertos elementos fundamentales y de estilo, quizás contaban ya desde mucho antes con una nutrida riqueza de carácter gráfico de profundo significado cultural. Nuestras investigaciones apuntan hacia posibles conexiones con culturas que vivían por fuera de lo que hoy es Colombia, incluso a nivel continental. No se descarta en aquellos antiguos habitantes el uso de embarcaciones pequeñas –tal vez canoas o piraguas– para movilizarse por los ríos hasta llegar a las cabeceras del río Apaporis, donde deciden crear estas expresiones de un lenguaje simbólico muy desarrollado, justo aquí, en esta serranía. Las características naturales monumentales de Chiribiquete hablan por sí solas y aquello no escapó a los ojos de quienes hicieron esta maravilla.

      Antes de empezar a describir estos contextos arqueológicos y su significado, es necesario puntualizar algunos postulados conceptuales que se deducen de las investigaciones realizadas durante todos estos años: ¿Es posible documentar contextos arqueológicos en donde no aparecen artefactos de piedra –que es lo que los arqueólogos esperan encontrar en un yacimiento paleoindígena o paleolítico– y establecer la existencia de manifestaciones culturales? ¿Pudieron existir cazadores y recolectores en América que, a pesar de no contar con puntas de flecha de piedra, lograron adaptarse, vivir y conquistar este continente? ¿Cambiaría este hecho las clasificaciones ya aceptadas de hombre temprano americano? ¿Puede la arqueología con sus técnicas actuales documentar actividades humanas sin hacer excavaciones tradicionales de secuencias estratigráficas, técnicas que han sido usadas en el resto del mundo donde se han hallado sitios habitados por paleoíndígenas o grupos paleolíticos muy antiguos, con o sin arte rupestre?

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