La pareja imperfecta. Mariolina Ceriotti Migliarese

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La pareja imperfecta - Mariolina Ceriotti Migliarese Claves

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lo mismo con el matrimonio. Su naturaleza más profunda y originaria es la de una alianza íntima y fuerte entre el hombre y la mujer, que desafía su diversidad y les hace capaces, juntos, de crear y de hacer que crezca la vida. Sin embargo, con el paso del tiempo este designio se ha desvaído y se ha vuelto confuso, y han prevalecido los aspectos que reducen el matrimonio solo —o sobre todo— a un contrato social, y acaban transformando la pareja y la familia en lugares de abuso mutuo.

      Como sucede con cualquier realidad que se pone en discusión, los oponentes tienen buenas razones. ¿De qué matrimonio estamos hablando? Quizá vale la pena limitar el uso de esta palabra tan comprometedora y hermosa a quienes quieren penetrar en sus secretos, y acepten el desafío de un encuentro con el otro.

      “Matrimonio” es, en muchos casos, una palabra de significado marchito, al igual que muchas otras palabras que constituían la trama de una cultura compartida. A nuestra vida diaria se ha ido añadiendo una dificultad nunca vista: la pérdida de capacidad para entenderse mediante códigos comunes a todos, que no hace falta explicitar.

      De vez en cuando, al final de una conversación larga y trabajosa con padres o con una pareja, percibo un cansancio muy especial, que se suma al que suele sentir quien busca comprender los procesos de la mente. Es un cansancio similar al de quien se esfuerza por hablar con quien no conoce su idioma: exige comprobar continuamente que nos hemos entendido, también en lo que consideramos obvio. Cuando el tema es la familia, las relaciones de pareja, el matrimonio, la educación, frecuentemente somos incapaces de entendernos porque partimos de presupuestos no solo diferentes (lo cual es legítimo) sino contradictorios y confusos entre sí, que hacen improbables la comprensión y el intercambio.

      Educar hijos, lograr que florezca un matrimonio, establecer buenas relaciones con los demás, no son resultado de habilidades técnicas, sino de un arte de vivir que solo puede desarrollarse en un contexto de sentido. Si esto falta, hay riesgo de desorientación, porque deja de ser posible encontrar respuestas válidas cuando uno no es capaz de hacerse antes buenas preguntas.

      Nada de lo que es complejo puede encontrar una solución adecuada si no aprendemos antes a ampliar la mirada más allá de lo inmediato y de lo contingente, para orientar nuestros pasos hacia una meta.

      Hoy, en cambio, todas las cuestiones más importantes se afrontan buscando soluciones técnicas más eficaces: técnicas para educar (pero ¿educar para qué?), técnicas para tener relaciones sexuales satisfactorias (pero ¿en el contexto de qué relación?), para reforzar la autoestima (pero ¿con qué valores se relacionan?) e incluso para amarse y construir un buen matrimonio. ¿Pero qué entendemos por matrimonio?

      Ya no compartimos los mismos puntos de partida, o quizá ya no hay un verdadero punto de partida ni un punto de llegada identificable. Entonces ¿cómo es posible dar indicaciones sobre cómo responder a preguntas, o compartir una interpretación sobre lo que sucede?

      Como afirma Pier Giorgio Liverani en su libro La società multicaotica, «la confusión de los significados, la incomunicación entre los hombres es caos, tragedia». Y añade: «Para hacer amable el paso de una cultura bastante unitaria y compartida —al menos en sus valores—, a la sociedad actual multicaótica... era necesario un instrumento que lo permitiera; y este es la manipulación cultural del lenguaje» (p. 27).

      Comparto por completo esta interpretación, que la experiencia clínica me confirma continuamente. Tras la manipulación cultural del lenguaje, que es una operación sutil, mistificadora, pero bastante difícil de desenmascarar, ha cambiado mucho nuestro modo de ver la realidad.

      Todo lo que pensamos y sentimos forma parte, inevitablemente, del clima cultural de nuestro tiempo. Este es un poco como el aire que respiramos y que entra en nuestros pulmones más allá de nuestra voluntad y de nuestra conciencia, constituyendo el humus en el que se estructura la experiencia y toman forma los pensamientos: nuestra sensibilidad hacia las cosas ha cambiado mucho, pero en el fondo no sabemos ni cómo ni por qué ha sucedido.

      Mi punto de partida no es filosófico ni sociológico, pero tiene su origen en la relación con tantas personas cuyas historias he compartido en tramos amplios de su recorrido. Es, por tanto, un punto de vista clínico, pero no puede dejar de ser a la vez humano, porque quien hace un trabajo como el mío, por mucho que se esfuerce, nunca puede ser totalmente neutral: compartir las historias, los pensamientos, los deseos, los dolores de las personas en ningún caso nos puede dejar indiferentes, y todo lo que le sucede a otro nos interroga también a nosotros en el plano personal, obligándonos a adoptar una posición.

      El libro nace al hilo de estas reflexiones. Cada capítulo hace referencia a historias clínicas reales, aunque modificadas parcialmente por motivos de privacidad. Cada una de estas historias permite entrar de forma más concreta en los temas tratados.

      He dividido el libro en dos partes: la primera está dedicada al intento de ampliar el horizonte, revisando de modo crítico algunas temáticas que constituyen el telón de fondo de la relación de pareja; una sensibilidad demasiado diferente sobre estos temas puede suponer un malestar y una incomprensión profundos.

      El primer tema se refiere al cuerpo como base de la experiencia del yo, y a la forma, muchas veces contradictoria, con la que hoy lo consideramos y lo vivimos. El segundo, igualmente fundamental, se refiere al sexo y a nuestro modo de interpretarlo.

      Después, he tratado sobre el aburrimiento, enemigo sutil de las largas relaciones. Constituye una emoción difícil de descifrar, que acaba con numerosos matrimonios.

      Al final, me he preguntado por dos palabras difíciles e importantes: “promesa” y “culpa”. Si se pretende que un matrimonio dure, me parece decisivo volver a valorar el sentido de la promesa, perder el miedo a reconocer los errores y sentir malestar por ellos.

      La segunda parte del libro trata de forma más directa de la relación de pareja. He decidido centrarme solo en algunos aspectos que considero decisivos. ¿Qué significa enamorarse, desde el punto de vista psicológico? ¿Es posible enamorarse de personas diferentes? ¿Convivencia y matrimonio son lo mismo desde el punto de vista de la psicología de las relaciones? ¿Cómo se organizan, en la familia, las relaciones entre el eje horizontal de la pareja y el eje vertical, formado hacia lo alto por los abuelos y hacia abajo por los hijos?

      Por último, he querido dedicar un capítulo también a las dinámicas del perdón, porque considero que es importante y está maltratado, y que el equívoco y la incomprensión que lo rodean son muchas veces determinantes.

      Quisiera finalizar con una frase de Hadjadj: «Encontrar a Dios en un monasterio es algo bastante evidente. Pero encontrar a Dios en Michelle, esa que acaba de quemar el asado, es bastante inexplicable».

      Me parece que es una frase perfecta como síntesis del desafío que supone el matrimonio: unir los aspectos más prácticos y prosaicos de nuestra vida con los más elevados y espirituales, siempre dentro de la cotidianidad.

      ¿No es acaso este un reto realmente especial?

      [1] Citado por Maurice Blanchot en La communità incofessabile, Feltrinelli, Milán 1984.

      PRIMERA PARTE

      PARA VOLVER A ENTENDERSE

      «Las mentiras son como las monedas falsas: acuñadas por cualquier truhan, las gastan luego personas honestas, que perpetúan el crimen sin saber lo que hacen.

      Así también la mentira, sobre todo cuando la dice una persona con autoridad, es capaz de correr en todas las direcciones, siendo imposible descubrirla.

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