Tiempo pasado. Lee Child

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Tiempo pasado - Lee Child Jack Reacher

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inteligentes acerca de la vida en Saint Leonard. Preguntaron sobre el exigente viaje en coche hacia el sur. Otra vez Shorty tenía aspecto de irse a enfadar. Pensaba que lo estaban tratando como a un estúpido por salir de viaje con un coche en malas condiciones. Pero el tipo que dijo que era el que se ocupaba de los quads, que era Peter, dijo que él hubiera hecho exactamente lo mismo. Puramente por razones estadísticas. El coche había funcionado durante años. ¿Por qué asumir que iba dejar de hacerlo ahora? Las probabilidades decían que iba a seguir funcionando. Siempre lo había hecho hasta entonces.

      Después dijeron “buenas noches” y volvieron caminando a la habitación diez, y se fueron a dormir, salvo que ella se volvió a despertar cuatro horas más tarde, agitada. No se encontraba bien, y no sabía por qué. O quizás sí. Quizás simplemente no lo quería admitir. Quizás era ese el problema. La verdad era que, en el fondo, ella suponía que probablemente estaba enfadada con Shorty mismo. El gran viaje. La parte más importante de su plan secreto. Salió con un coche en malas condiciones. Era tonto. Era más tonto que sus propias patatas. ¿No podía invertir un dólar por adelantado? ¿Cuánto habría costado, en un taller con un cupón? Menos que los cincuenta dólares que estaban pagando por el motel, eso seguro, que Shorty la estaba también molestando para que le reconociera que era un lugar raro gestionado por gente rara, lo que para ella era un conflicto, porque realmente ella sentía que un grupo de jóvenes amables la estaban rescatando, como caballeros en brillantes armaduras, de un aprieto enteramente ocasionado por un productor de patatas tan tonto como para no hacer revisar su coche antes de emprender un viaje de más de mil quinientos kilómetros a, ¡sí!, otro país, con, ¡sí!, algo muy valioso en el maletero.

      Tonto. Quería aire. Salió de la cama y caminó despacio hasta la puerta. Giró el pomo, y apretó su otra mano contra el marco para equilibrar, así podía abrir la puerta sin hacer ningún ruido, porque quería que Shorty siguiera durmiendo, porque no quería tener que lidiar con él ahí mismo, tan enfadada como estaba.

      Pero la puerta estaba atascada. No se movió en lo más mínimo. Comprobó que estuviera correctamente destrabada de adentro, y probó el picaporte hacia ambos lados, pero no pasó nada. La puerta estaba atascada. Quizás no la habían ajustado correctamente después de la instalación. O quizás se había hinchado con el calor del verano.

      Tonto. Muy tonto. Esta era la ocasión en la que Shorty le podía servir. Era bajito, compacto, fuerte y macizo. De andar cargando por ahí bolsas de patatas de cincuenta kilos. ¿Pero lo iba a despertar y le iba a pedir? Ni de casualidad. Volvió en silencio a la cama y se metió al lado de él y miró el techo, que era liso y auténtico y pulcro y sólido.

      Reacher se volvió a despertar a las ocho de la mañana. Haces brillantes de un sol fuerte entraban por los bordes de las cortinas. Había polvo en el aire, flotando ligeramente. Había unos sonidos apagados de la calle. Coches esperando, después moviéndose. Un semáforo al final de la manzana, presumiblemente. Ocasionalmente el escándalo asordinado de un claxon, como si un tipo adelante hubiera mirado para otro lado y se hubiera perdido el verde.

      Se duchó, y rescató sus pantalones de abajo del colchón, y se vistió, y salió en busca del desayuno. Encontró cerca café y muffins, que lo mantuvieron a flote para una exploración más prolongada, que lo llevó a un lugar que supuso podría tener buena comida a pesar de esconderse debajo de múltiples capas de una especie de ironía falso retro. Supuso que se necesitaría un tipo más inteligente que él para decodificarlas todas. La idea básica parecía ser la noción contemporánea y de alguien del lugar donde los antiguos leñadores podrían haber cenado, con lo que fuera que comieran esos antiguos leñadores, que en la época contemporánea parecía estar interpretado como una de cada una de las opciones fritas del menú. En la experiencia de Reacher los leñadores comían lo mismo que todos los que trabajan duro, que era todo tipo de cosas distintas. Pero no tenía ninguna objeción ideológica contra las cosas fritas como tales, especialmente no en grandes cantidades, así que le siguió el juego. Entró y se sentó, enérgicamente, esperaba, como si tuviera treinta minutos antes de tener que ir a derribar un árbol.

      La comida estaba bien, y el café seguía llegando, por lo que se demoró más de treinta minutos, mirando por la ventana, tomándole el tiempo al ajetreo de la calle, esperando hasta que las personas de los trajes y de las faldas estuvieran seguros en sus trabajos. Después se puso de pie y dejó su propina y pagó su cuenta, y caminó dos de las manzanas que había explorado la noche anterior, hacia el lugar por el que supuso que debía empezar. Que era el departamento de registros en las oficinas de la municipalidad. Que tenía un número de oficina propio, en un atestado directorio de pisos con múltiples renglones, fuera de un edificio gubernamental multipropósito y de ladrillos, que por sus años y su aspecto Reacher asumió que en algún momento había albergado un juzgado. Quizás todavía era así.

      La oficina que estaba buscando resultó ser una de muchas pequeñas salas que daban a un pasillo en una entreplanta. Como un pasillo en un hotel caro. Salvo que las puertas eran mitad de vidrio, que estaba acanalado a la antigua, con el nombre del departamento pintado en dorado. En dos renglones, en el caso del departamento de registros. Del otro lado de la puerta había una sala vacía con cuatro sillas de plástico y un mostrador para consultas alto hasta la cintura. Como una versión miniatura de cualquier oficina gubernamental. Había un interruptor de un timbre eléctrico atornillado al mostrador. Tenía un cable finito que se perdía en una hendidura que había cerca en el mueble y un letrero escrito a mano que decía “Si no hay nadie toque el timbre”. El mensaje estaba escrito con una caligrafía cuidada y estaba protegido por muchas capas de cinta transparente, aplicada en tiras de un largo considerable, algunas de las cuales estaban levantadas en los extremos, y sucias, como si dedos aburridos y ansiosos las hubieran tironeado.

      Reacher tocó el timbre. Un minuto después salió una mujer por una puerta en la pared de atrás, mirando sobre su hombro mientras lo hacía, con lo que Reacher pensó era un poco de pesar, como si estuviera abandonando un espacio dramáticamente más grande y más atractivo. Tenía quizás treinta años, era esbelta y pulcra, y llevaba puesto un jersey gris y una falda gris. Caminó hacia el mostrador pero miraba hacia atrás a la puerta. O su novio estaba esperando u odiaba su trabajo. Quizás las dos cosas. Pero hizo lo mejor que pudo. Se impuso unos modales cálidos y cordiales. No exactamente como en una tienda, donde el cliente siempre tenía la razón, sino más como un par, como si a ella y al cliente los acabaran de obligar a pasar juntos un buen rato, dando vueltas por una vieja tienda de la ciudad. En los ojos de ella había la suficiente cantidad de luz como para que Reacher asumiera que al menos algo de eso ella lo sentía así. Quizás después de todo no odiaba su trabajo.

      —Necesito preguntarle acerca de un viejo registro de propiedad —dijo Reacher.

      —¿Es para un litigio de titularidad? —preguntó la mujer—. En cuyo caso lo tendría que pedir su abogado. De esa manera es mucho más rápido.

      —Ningún litigo —dijo él—. Mi padre nació aquí. Eso es todo. Hace mucho tiempo. Ya falleció. Yo pasaba por aquí. Pensé que podía dar una vuelta y ver la casa en la que creció.

      —¿Cuál es la dirección?

      —No lo sé.

      —¿Se acuerda aproximadamente dónde está?

      —Nunca estuve allí.

      —¿No venía de visita?

      —No.

      —Quizás porque su padre se fue de aquí cuando era joven.

      —No hasta que se unió a los Marines cuando tenía diecisiete años.

      —Entonces quizás porque sus abuelos se fueron de aquí antes de que su padre tuviera su propia familia. Antes de que venir de visita fuera algo

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