Tiempo pasado. Lee Child

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Tiempo pasado - Lee Child страница 7

Автор:
Серия:
Издательство:
Tiempo pasado - Lee Child Jack Reacher

Скачать книгу

      —Éramos una familia marine. Estábamos siempre en algún otro lugar.

      —Lo lamento.

      —No es culpa suya.

      —Pero le agradezco su servicio.

      —No fue mi servicio. El marine era mi padre, no yo. Quería saber si lo podíamos buscar, quizás en un registro de nacimientos o algo, para tener los nombres completos de sus padres, así podemos encontrar su dirección exacta, quizás en registros de impuestos inmobiliarios o algo, como para poder ir y echar un vistazo.

      —¿Cómo se llamaban sus abuelos?

      —Creo que eran James y Elizabeth Reacher.

      —Igual que yo.

      —¿Su apellido es Reacher?

      —No, mi nombre es Elizabeth. Elizabeth Castle.

      —Encantado de conocerla —dijo Reacher.

      —Igualmente —dijo ella.

      —Yo soy Jack Reacher. Mi padre era Stan Reacher.

      —¿Hace cuánto que Stan se fue de aquí para unirse a los Marines?

      —Ahora tendría cerca de noventa, por lo que fue hace más de setenta años.

      —Entonces deberíamos empezar hace ochenta años, para tener un margen de seguridad —dijo la mujer—. En ese momento Stan Reacher debería haber tenido alrededor de diez años, y debería haber estado viviendo con sus padres James y Elizabeth Reacher, en algún lugar de Laconia. ¿Es ese un buen resumen?

      —Ese podría ser el capítulo uno de mi biografía.

      —Estoy segura de que el ordenador puede buscar más de ochenta años atrás —dijo ella—. Pero para registros de propiedad me temo que esa cantidad de años puede llegar a ser solo una lista de nombres.

      Giró una llave y abrió una tapa en la parte de arriba del mostrador. Debajo había un teclado y una pantalla. A salvo de los ladrones, cuando no hay nadie. Pulsó un botón, y miró para otro lado.

      —La secuencia de arranque —dijo.

      Que eran palabras que Reacher ya había escuchado, en un contexto tecnológico, pero para él sonaban militares, como si regimientos de infantería se estuvieran cerrando de manera firme al frente de una avanzadilla general.

      Ella cliqueó y se movió por la pantalla, y se movió por la pantalla y cliqueó.

      —Sí —dijo—. Hace ochenta años es solo un índice, con número de archivo. Si quiere detalles, tiene que pedir que le traigan del depósito el verdadero documento en papel. Me temo que por lo general eso tarda mucho tiempo.

      —¿Cuánto?

      —A veces tres meses.

      —¿Hay nombres y direcciones en el índice?

      —Sí.

      —Entonces en realidad eso es todo lo que necesitamos.

      —Supongo. Si lo único que quiere es echarle un vistazo a la casa.

      —Eso es lo único que tengo planeado hacer.

      —¿No tiene curiosidad?

      —¿Sobre qué cosa?

      —Sus vidas. Quiénes eran y qué hacían.

      —No una curiosidad que valga tres meses de espera.

      —Vale, entonces nombres y direcciones es lo único que necesitamos.

      —Si la casa todavía está allí —dijo él—. Quizás alguien la hizo demoler. De repente ochenta años suenan realmente como mucho tiempo.

      —Aquí las cosas cambian lento —dijo ella.

      Volvió a cliquear, y se movió hacia abajo en la pantalla, primero rápido, recorriendo en forma descendente el abecedario, y luego despacio, mirando atenta, a través de lo que Reacher supuso que era la sección de la R, y después de vuelta hacia arriba, igual de despacio, mirando igual de atenta. Luego rápido hacia abajo y hacia arriba, como intentado sacudir algo suelto.

      Dijo:

      —Hace ochenta años nadie llamado Reacher tenía aquí en Laconia una propiedad a su nombre.

      Cuatro

      Patty Sundstrom también se volvió a despertar a las ocho de la mañana, más tarde de lo que le habría gustado, pero finalmente había sucumbido al cansancio, y había dormido profundamente por cinco horas más. Sintió que el espacio junto a ella en la cama estaba vacío. Se dio vuelta y vio que la puerta estaba abierta. Shorty estaba afuera en el aparcamiento. Estaba hablando con uno de los tipos del motel. Quizás Peter, pensó. El tipo que se encargaba de los quads. Estaban de pie junto al Honda. El capó estaba levantado. El sol brillaba.

      Se levantó de la cama y caminó con cuidado y medio agachada hasta el baño. Para que Peter o el que estuviera al lado del Honda no la viera. Se duchó, y se vistió con la misma ropa, porque no había llevado la suficiente como para un día más. Salió del baño. Tenía hambre. La puerta todavía estaba abierta. El sol todavía brillaba. Ahora Shorty estaba ahí solo. El otro tipo se había ido.

      Salió y dijo:

      —Buenos días.

      —El coche no arranca —dijo Shorty—. El tipo metió mano y ahora está muerto. Anoche estaba bien.

      —No estaba exactamente bien.

      —Anoche arrancó. Ahora no arranca. El tipo debe haber roto algo.

      —¿Qué fue lo que hizo?

      —Tocó algunas cosas. Tenía una llave inglesa y unos alicates. Yo creo que lo empeoró.

      —¿Era Peter? El tipo que se encarga de los quads?

      —Eso dice. Si es verdad, que tengan suerte. Probablemente esa es la razón por la que necesitan nueve. Para asegurarse que siempre les funciona uno.

      —El coche arrancó anoche porque estaba caliente. Ahora está frío. Eso hace una diferencia.

      —¿Eres mecánica ahora?

      —¿Y tú? —dijo ella.

      —Creo que el tipo rompió algo.

      —Y yo creo que está intentando ayudarnos lo mejor que puede. Deberíamos estar agradecidos.

      —¿Por que nos rompan el coche?

      —Ya estaba roto.

      —Anoche arrancó. En el primer intento.

      —¿Tuviste algún problema con la puerta de la habitación?

Скачать книгу