Otra Argentina es posible. Néstor Jorge Bolado
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Lamentablemente, y pese a algunas buenas intenciones fallidas, nos encontramos frente a una situación que deberíamos haber podido evitar mucho antes. ¿Cómo fue que arribamos “al privilegiado lugar”, sarcasmo mediante, en el que como país y sociedad estamos?
Fue exclusivamente por derecho propio; no hace falta buscar otros culpables o propiciar teorías conspirativas locales o del exterior. Los únicos artífices de nuestra realidad somos los argentinos. Por decirlo de alguna manera, fue el resultado de nuestra propia cultura o falta de ella, incoherencia y comportamientos tanto individuales como colectivos.
Un buen comienzo debería ser, entonces, reconocer y asumir la dimensión de nuestra debacle. Más adelante tendremos tiempo para esbozar una alternativa superadora y sustentable. Enumerar la increíble cantidad de fundamentos que coadyuvan a las recurrentes crisis que como nación hemos soportado, será enriquecedor. La observación de la realidad en toda su amplitud nos producirá una amarga sensación de desasosiego e impotencia. Nos golpeará con toda su fuerza y eso probablemente no sea improcedente; es más: es necesario e indispensable para poder terminar con la postergación que sufrimos y dejar de seguir hipotecando el futuro. Por otra parte, comprender el presente puede ser el comienzo de un largo camino, no exento de dificultades y contratiempos. Es la única manera de poder generar el ámbito adecuado y la discusión de los cambios a implementar para lograr el giro copernicano que deje atrás nuestra deplorable realidad. ¿Podrá alguien, con un mínimo grado de objetividad, dudar de que si continuamos con los mismos dirigentes, idénticas limitaciones e iguales recetas fallidas de siempre el resultado seguirá siendo el mismo?
Al hacer un análisis crítico y abarcar la mayor cantidad de aspectos posibles que hacen a la difícil tarea de poder describir nuestra situación, se pueden visualizar que varios de ellos son recurrentes en el tiempo y otros aparecieron en ocasiones pero siempre están latentes y participan con distintos grados de importancia e interrelación. Pero con un denominador común: por conveniencia, ignorancia o inacción, fueron ampliamente tolerados por nuestra sociedad.
Es razonable proceder a una exhaustiva enumeración de esas severas circunstancias, con las cuales nos hemos acostumbrado a convivir, para poder afrontar la situación y encontrar la solución adecuada. Está claro que nos aquejan desde hace años, en mayor o menor medida, dependiendo del partido o alianza política que nos gobierna o haya gobernado.
Estas anomalías y carencias, que realmente son fuertes condicionantes de nuestro futuro, se exponen agrupadas en distintas áreas, para su posterior consideración en un intento de resolución.
Contexto
Pobreza e indigencia en niveles alarmantes, con necesidades nutricionales y sanitarias básicas insatisfechas, que afectan principalmente a la niñez y condicionan su desarrollo cognitivo.
Déficit habitacional, crecimiento de barrios vulnerables, usurpación de tierras fiscales y privadas, afectando el derecho a la propiedad, ante la pasividad del Gobierno y la Justicia.
Carencia de importantes obras de infraestructura en materia de provisión de servicios públicos básicos, rutas, instalaciones portuarias y deficiencias en su mantenimiento.
Crecimiento del narcotráfico, la inseguridad y el delito en general; dificultades en controlar fronteras, la plataforma marítima, y de ejercer la soberanía nacional.
Inmigración no calificada y emigración de calidad en busca de un futuro mejor.
Sociedad
Pérdida de la ética, de valores y de cultura del trabajo. Apatía por lo público. Condescendencia con la transgresión y corrupción con baja resistencia a la frustración y al esfuerzo.
Carencias severas de educación y habilidades para insertarse en el circuito laboral formal y productivo. Desconocimiento o negación de la historia política y económica contemporánea argentina e idea arraigada de un Estado benefactor omnipotente.
Actitud inmadura sobre quién tiene la culpa de nuestras penurias: las corporaciones, los empresarios, la oligarquía, los medios, el campo, Estados Unidos, etc., y estigmatización del esfuerzo, del éxito y su recompensa.
Anomia. No cumplimiento de las leyes. Incumplimiento de reglas mínimas de convivencia. Prácticas, usos y costumbres negativos muy instalados y falta de respeto a la autoridad.
Estado
Interrupción de gobiernos constitucionales por gobiernos de facto. No se distingue entre gobierno y Estado, y consideran a este un “botín de guerra” para uso discrecional.
Debilidad de las instituciones democráticas y mal funcionamiento de la división de poderes. Un Poder Legislativo que no cumple su rol o funciona como escribanía del Poder Ejecutivo. Estructura de poder híperpresidencialista y últimamente con falta de credibilidad. Utilización de poderes excepcionales y de emergencia por períodos largos, vulnerando la Constitución. Mal funcionamiento de los organismos de fiscalización y control.
Ambivalencia en la aplicación y el cumplimiento de leyes y procedimientos según la cercanía al poder o los recursos económicos. Uso de los servicios de inteligencia del Estado para fines políticos. Descalificación a la prensa independiente y a los que piensan diferente.
Crecimiento desmesurado del sector público y burocratización improductiva. No se brindan adecuadamente las funciones básicas de salud, educación y seguridad y se propicia su tercerización. Asistencia social discrecional, clientelar y que no promueve el desarrollo de las personas. Manipulación de la información estadística y de los actos de gobierno.
Gobiernos provinciales con características feudales. Federalismo ficticio subordinado a la asistencia financiera del poder central.
Política
Líderes populistas con ideas anacrónicas y deseos de perpetuarse en el poder. Incumplimiento de leyes e intentos de modificar la Constitución con fines partidarios. Uso de los bienes del Estado en beneficio propio impunemente. Malversación de fondos públicos y sin consecuencias reales. Clientelismo político que fomenta la pobreza y dificulta el acceso a la educación.
Falta de evaluación de la capacidad, la moral, los antecedentes y la idoneidad de quienes deben ocupar cargos públicos de importancia. Candidatos designados sin participación de la ciudadanía u órganos partidarios. Candidaturas testimoniales para elecciones. Nepotismo exacerbado. Imagen negativa elevada de muchos políticos y funcionarios que invariablemente son pésimos administradores.
Política y actividad sindical como factor de enriquecimiento personal. Designaciones de funcionarios y empleados que no cumplen los requisitos para la posición, sin experiencia y sueldos elevados fuera de toda lógica. Cargos vitalicios y de familiares en distintos organismos del Estado y sindicatos.
Excesiva fragmentación en partidos y minorías ocasionales. Congresales elegidos por un partido que luego se independizan o pasan a