Otra Argentina es posible. Néstor Jorge Bolado
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Comportamiento corporativo aun en decisiones contrarias a los intereses de la nación. Gatopardismo a distintos niveles. Designación de autoridades de contralor demoradas para evadir su efectividad. Importantes cargos ocupados por exfuncionarios procesados. Dificultad en obtener consensos. Falta de interés en el bienestar común de la sociedad.
Discrecionalidad en la utilización de fondos públicos para coaptar, forzar y domesticar a las provincias, para que apoyen iniciativas del Poder Ejecutivo.
Devaluación de la palabra y de ideales. Se da información incorrecta, amañada, en discursos, entrevistas o comunicados con total liviandad sin ninguna consecuencia. Alteración de la historia con fines ideológicos y excesiva victimización.
Política internacional pendular y poco confiable. Embajadores políticos en exceso, en lugares de importancia, y algunos no aptos para la función.
Educación y cultura
Disminución del conocimiento y la cultura general de los alumnos y estudiantes, degradando la educación. Se infunden conocimientos parciales y no se transmiten valores. Menor participación de matemática e idiomas en los programas. Se aprueban alumnos para mejorar estadísticas y, en teoría, favorecer la salida laboral a un mundo que necesita otra formación y grado de exigencia.
Carga horaria teórica deficiente e inferior a otros países de la región y del mundo, que adicionalmente no se cumple por huelgas, capacitación, enfermedad, licencias dudosas, feriados puentes, exámenes, etc. Baja participación de la doble escolaridad como factor de excelencia. Nivelación para abajo en la calidad educativa sin premiar el rendimiento.
Exceso de docentes necesarios para cubrir los abusos de licencias por enfermedad y permisos. Estigmatización de los beneficios de la evaluación de docentes y estudiantes.
Escuelas públicas que se transforman en lugares de contención social más que de educación, en ocasiones con fuertes cargas ideológicas. Inadecuado uso de las herramientas informáticas provistas y obsolescencia de edificios e instalaciones con bajo mantenimiento y presupuesto.
Justicia
Deficiente administración de justicia en tiempo y forma. Causas importantes que prescriben o tardan años en ser juzgadas y/o sentenciadas.
Juzgados sin cubrir vacantes. Otros que actúan con subrogantes desde hace años. Carencia de recursos adecuados en algunos fueros del Poder Judicial para la magnitud de la tarea a efectuar.
Justicia que se acomoda a los cambios políticos sin mantener su independencia de criterio e inseguridad jurídica con algunos fallos que escapan a la razón.
Designaciones políticas que no priorizan la idoneidad. Dificultad y lentitud para remover jueces bajo sospechas de corrupción o actos improcedentes. Sospecha de sorteos de causas digitados. Enriquecimiento ilícito de magistrados y hechos de corrupción significativos no penalizados.
Se convalida o tolera la violación y usurpación de la propiedad privada, Demasiadas instancias y posibilidades procesales de demorar y trabar los juicios. Falta de una mayor y adecuada modernización y digitalización del sistema y extravío o archivo inapropiado de expedientes.
Economía
Economía informal y evasión impositiva en gran escala. Incremento de la cantidad de impuestos y mayor presión tributaria a los que cumplen. Impuestos distorsivos, complejos en su aplicación y arbitrarios en su determinación. Precios controlados y congelamiento de tarifas de servicios y combustibles.
Alta inflación que destruye la moneda de curso legal. Cambios del signo monetario en varias ocasiones reduciendo su valor. Restricciones cambiarias y tipo de cambios múltiples, pesificación asimétrica, cepos, corralitos etc.
Insuficiente nivel de reservas del Banco Central de la República Argentina (BCRA, en adelante Banco Central) y fuga de capitales.
Bajo nivel de confianza del consumidor e inversor. Elevada tasa de riesgo país y baja calificación crediticia. Dificultades para que las empresas accedan al crédito internacional y tasas de interés reales (computando inflación y devaluación) imprevisibles.
Incumplimiento en los pagos de la deuda pública y default. Anulación de contratos públicos, expropiación, nacionalización o similares de empresas privadas, por razones políticas.
Retroceso del PBI y mercado interno reducido. Bajo nivel de producto bruto per cápita y desaprovechamiento de los ciclos económicos favorables. Crecimiento inferior a países vecinos y al promedio mundial. Falta de incentivos a la inversión. Disminución de la inversión y exportaciones como porcentaje de PBI. Pérdida y/o carencia de productos argentinos emblemáticos de exportación. Incumplimiento de compromisos de exportación.
Déficit fiscal recurrente y gasto improductivo ascendente no acorde con la situación del país, generando déficits gemelos, comercial y financiero. Excesivo endeudamiento del Estado para su flujo de fondos proyectado.
Sistema previsional complejo e injusto, colapsado y desfinanciado. Fondos previsionales saqueados y utilizados para otros fines.
Atraso tecnológico en diversas áreas. Consumo de los activos formados por las generaciones anteriores. Mala utilización y/o dilapidación de los recursos naturales. Problemas logísticos y de infraestructura severos. Sobrecostos en la construcción de obras públicas y contrataciones del Estado.
Faltantes en el suministro residencial y, en ocasiones, industrial de energía, gas y agua corriente.
La descripción precedente de la realidad por la que estamos transitando es, por cierto, muy preocupante, aunque corresponde aclarar que no siempre fue así y por lo tanto debería ser considerada un punto de inflexión.
En efecto, habría que retrotraerse al lugar que ocupó nuestro país, desde un punto de vista económico y social, en el contexto internacional a principios del siglo pasado. Resulta muy desconcertante, pero Argentina, a nivel PBI total, era la sexta economía del mundo, y a nivel de PBI per cápita se ubicaba en el primer puesto. La inflación era en promedio del orden del 1% anual. En materia de educación, teníamos un lugar privilegiado en calidad y acceso a ella, y el nivel de desempleo era muy bajo. Se contaba con buenos recursos en infraestructura y logística, como vías férreas, puertos y carreteras, con capacidad instalada para poder responder al crecimiento esperado. Por otra parte, existía un reconocimiento mundial para nuestros productos primarios de exportación. Sin problemas raciales, religiosos y conflictos armados, fue un lugar elegido por las corrientes migratorias europeas. Las expectativas que había sobre nuestro futuro eran inmejorables, y estaban dadas todas las condiciones para que el país siguiera escalando posiciones en el podio de las principales naciones del mundo o, en el peor de los casos, se mantuviera en similar posición, lo cual hubiera sido igualmente meritorio.
¿Cuál es nuestra cruda realidad, considerando las cifras de 2019? En cuanto al PBI total se refiere, Argentina ocupa la posición número 27 en el mundo, y en relación con el PBI per cápita se ubica en el lugar número 71, sobre un total de 193 países. En materia de educación, teniendo en cuenta los resultados de las prueba PISA de 2018 y dejando de lado que algunos negadores de la decadencia descalifican su validez, estamos ubicados, sobre un total de 77 países, en los puestos 63, 71 y 65 en lectura, matemática y ciencias, respectivamente.