Otra Argentina es posible. Néstor Jorge Bolado

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Otra Argentina es posible - Néstor Jorge Bolado

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      Otra forma de evidenciar la grave situación a la que hemos llegado sería mostrar la involución de unos pocos indicadores, desde el regreso de la democracia, es decir, desde 1983 y hasta 2019 y 2020, respectivamente. Es evidente que en 1983 tuvimos una excelente oportunidad que desaprovechamos, cuando la sociedad, en un gran porcentaje, se encontraba encolumnada detrás de la ilusión de comenzar un nuevo ciclo de institucionalidad. Este período a considerar tiene la ventaja de excluir los años en los cuales hubo una interrupción de los gobiernos elegidos por la voluntad popular y que algunos políticos se pudieran sentir tentados a eludir totalmente su responsabilidad en lo ocurrido.

Indicadores económicos / al cierre de cada año31/12/8331/12/1931/12/20
$a 10.000.000 depositados el 31/12/1983 en un banco y sin ganar interés (1)$a 10.000.000$ 1$ 1
Cotización del U$S mayorista a moneda de cada fecha y al 31/12/83 en $a y su equivalente en $ (1)$a 25,65$ 0,000002565$ 59,69$ 84,15
Equivalente de $a 10.000.000 al 31/12/1983, en U$S de cada fechaU$S 389.864U$S 0,017U$S 0,013
U$S blue/informal en $ (al 31/12/1983 cotizaban casi igual al mayorista)$ 0,000002565$ 78,50$ 166,00
Indicadores sociales / al cierre de cada año31/12/8331/12/1931/12/20
% IndigenciaSin datos8.0%10,5%
% Pobreza21,0%35,5%42.0%
% Desempleo formal4,0%8,9%11,0%

      (1) La moneda de curso legal al 31/12/1983 era el peso argentino ($a). Posteriormente, se le detrajeron, en junio de 1985, tres ceros, y en enero de 1992, cuatro ceros más, en total siete ceros y se denominó peso ($), es decir que un peso argentino del 31/12/83 $a 1 equivaldría a pesos de hoy $ 0,0000001 o lo que es lo mismo pesos argentinos ($a) 10.000.000 de 1983 equivalen a pesos ($) 1 de hoy.

      Habría que aclarar que el 11,0% y 8.9% de nivel de desempleo formal exponen con respecto al cierre del año 1983 del 4%, un incremento al 31 de diciembre de 2020 del 175% y al 31 de diciembre de 2019 del 122,5 % respectivamente. El desempleo informal es mucho más grande, pero no se puede medir de un modo adecuado, pero en 1983 era considerablemente menor al actual. De todos modos, ese porcentaje del 11,0% de desempleo formal está disfrazado por una nómina de empleados públicos en todos los niveles, muchos de ellos altamente prescindibles, o personas que no están buscando trabajo ante la seguridad de que no hay vacantes a cubrir.

      En cuanto al nivel de pobreza del 42 % al 31 de diciembre de 2020, es el doble que el 31 de diciembre de 1983, y si bien está afectado por la pandemia/cuarentena, el 31 de diciembre de 2019 ya se ubicaba en el 35,5%. Podríamos acotar también que cuando se corrija el atraso del tipo de cambio, se sinceren precios controlados y las tarifas por los servicios, conjuntamente con una prevista mayor emisión monetaria empeoraremos aún más en todos estos indicadores. En realidad, buena parte del deterioro ya está, solamente que las estadísticas lo captarán más tarde.

      Pero lo más grave aún es que en ese período de treinta y siete años de democracia ininterrumpida se consumió un importante stock de recursos y activos, y no solo de carácter económico. Aquí corresponde mencionar, por citar algunos de ellos: reservas del Banco Central que respaldaban la moneda de curso legal; fondos depositados en el sistema de jubilación de reparto y de capitalización; fondos provenientes de emisión de deuda local y en el exterior; ingresos por privatización de empresas públicas.

      Adicionalmente, se generó una importante cantidad de juicios y demandas contra el Estado que tuvieron que pagarse, y otros permanecen aún sin resolver, pero en su mayoría se perderán y originarán egresos adicionales.

      La falta de mantenimiento en los bienes del Estado ocasionó la pérdida de instalaciones, vías férreas, deterioro de rutas, puertos, edificios de todo tipo incluyendo escuelas, colegios y hospitales, Al mismo tiempo, la mala praxis y la falta de control de los organismos pertinentes en algunas actividades dieron lugar a procesos de desertificación, contaminación o subexplotación de recursos naturales como el gas y el petróleo.

      Pero el mayor deterioro, y por cierto el más difícil de recomponer, se verifica en los recursos humanos en general y la fuerza laboral en particular. En efecto, en primer lugar se perdió un importante acervo educativo, que se refleja en nuestros jóvenes en la incapacidad de comprender textos, de razonar y resolver problemas matemáticos sencillos, el manejo fluido del castellano y en el aprendizaje de otros idiomas. En segundo lugar, en una parte de nuestra sociedad se abandonó la cultura del trabajo, el esfuerzo y el ahorro como vectores de movilidad social y superación, combinado con una baja resistencia a la frustración. Por último, pero no menos importante, creció la anomia a niveles preocupantes en los diferentes estamentos sociales de nuestro país junto con la ausencia de la idea del bien común. Todo ello, materializado en la inseguridad jurídica y del derecho a la propiedad, el incumplimiento de leyes vigentes, normas de tránsito, evasión de impuestos, cuestiones básicas de convivencia e higiene, cuidado del espacio público y el respeto a la autoridad.

      Hay muy pocos países que en la actualidad exhiben peores indicadores que los argentinos. La República Bolivariana de Venezuela, con un derrotero similar al nuestro, aunque agravado, sería el más notorio. Por supuesto que se excluyen a otros países pobres y postergados del mundo, muy diferentes en su origen, problemática y situación actual, incluida alguna guerra civil, que no serían comparables. Se puede mencionar que Alemania y Japón, dos países que soportaron los efectos de la devastadora Segunda Guerra Mundial, se han podido recuperar y hoy ostentan niveles de desarrollo envidiables. Del mismo modo, otros países con serios problemas previos y cuyo nivel de vida creció extraordinariamente, como China, Vietnam, Corea del Sur e incluso Sudáfrica, esta última sobreponiéndose a problemas raciales casi insalvables, también nos han superado ampliamente. Lo más desconcertante aún es que excedemos ampliamente en superficie y recursos naturales y humanos a muchos de ellos, lo cual debería haber constituido una ventaja adicional a nuestro favor.

      Probablemente, tuvimos una gran escasez de verdaderos estadistas y líderes, y por otra parte sobraron ineptos, transgresores y corruptos. Aquí corresponde resaltar que de manera indefectible todos ellos surgieron de nuestra compleja sociedad, que en buena parte se hizo permisiva y con un gran desapego al cumplimiento de las leyes. Por consiguiente, y con los resultados obtenidos a la vista, resulta una combinación muy difícil de superar. Va a demandar ingenio y un fuerte compromiso de todos para poder lograrlo.

      La corrupción política en nuestro país no es un fenómeno reciente. Se remonta a muchos años atrás, sin que se la penalice pese a las sobradas y categóricas pruebas. La cantidad y magnitud de los montos involucrados en un país con tantas necesidades y creciente pobreza es preocupante y obscena. La corrupción se manifiesta en los actos delictivos que cometen políticos y funcionarios, abusando de las facultades delegadas en beneficio propio o de terceros y lógicamente con una necesaria contraparte cómplice o coautoría en la actividad privada y hasta en algún caso algún gobierno extranjero. Hay una larga historia al respecto, y fue en constante aumento, hasta llegar a niveles alarmantes ante la tolerancia de buena parte de la sociedad. Son tristemente célebres los dichos “Roban pero hacen”, “Yo robo para la corona” o “Hay que dejar de robar por dos años” emitidos por la sociedad en su conjunto, un exministro del Interior y un importante sindicalista, respectivamente.

      En los distintos estamentos del poder político y de la sociedad, la corrupción ha alcanzado una escala extraordinaria. Si bien no es un fenómeno aislado circunscripto únicamente a nuestro país, se puede asegurar que en nuestro caso su magnitud y sus características tienen consecuencias nefastas.

      No hay ninguna duda de que el deterioro que ha sufrido nuestro país en aspectos políticos, institucionales,

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