Otra Argentina es posible. Néstor Jorge Bolado
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A decir verdad, hay otro importante daño colateral que ocasionan los actos de corrupción en el gobierno. Al propiciar la debilidad de las instituciones y la ausencia de justicia, están generando un ámbito muy hostil que opera como una ventaja comparativa para su propia continuidad y preservación.
Sin lugar a dudas, el contexto actual en el que se desarrolla la función pública, en no pocas áreas, es muy adverso para la inserción de aquellos que tienen buenas intenciones y origina en la ciudadanía un gran descreimiento y pocos deseos de participación. No es de extrañar, entonces, una falta de interés por lo público y lo colectivo, propiciando un mayor individualismo, como así también tolerar todo tipo de conductas indebidas. En el mejor de los casos, algunas personas asumirán los riesgos e intentarán participar en política, y otras, con un elevado nivel de altruismo o perseverancia, canalizarán sus talentos y esfuerzos en organizaciones no gubernamentales (ONG) para intentar revertir alguna situación en particular. Si la ONG no es coaptada y desviada de sus fines específicos, podrán lograr una satisfacción personal de haber ayudado en algo, pero la realidad es que en otras posiciones o funciones decisorias más relevantes es probable que el beneficio para la sociedad y el país en su conjunto sea exponencialmente mayor.
3. Implicancias de la inflación en Argentina
Uno de los principales logros de la humanidad, que permitió concretar un salto evolutivo y un progreso sin precedentes, fue el paso, siglos atrás, de una economía que funcionaba sobre la base del trueque de mercancías a la utilización de una moneda metálica de cambio. Todas las partes confiaban en cuanto al valor y el poder adquisitivo de la moneda en circulación, que se mantenía constante en el tiempo. En ocasiones, algún gobernante alteraba de un modo arbitrario su valor y sufría las consecuencias: la moneda era rechazada, disminuía su aceptación masiva e invariablemente quienes podían la reemplazaban por otra que preservara mejor el valor de sus acreencias.
En la actualidad, este mismo efecto se sigue originando, pero con algunos agravantes. La información circula con mucha velocidad, y el rápido posicionamiento de no pocos actores económicos ocasiona que la inflación traiga aparejada importantes daños colaterales y dificultades adicionales muy negativas. En el caso particular de nuestro país, con un extenso historial y desarrollo de una cultura inflacionaria, se observa la concurrencia de la totalidad de esas consecuencias, que para un mejor análisis se detallan a continuación.
El consumidor final pierde la idea del valor de los bienes a adquirir por los continuos incrementos de los fabricantes más los aumentos preventivos de los comerciantes. Se originan diferencias substanciales de precios entre distintos negocios y la imposibilidad material de buscar el mejor valor de compra de cada artículo, o bien la falta de stocks suficientes a la hora de efectuar los consumos hace que se terminen pagando precios más elevados que los reflejados por los índices oficiales de inflación.
Los precios reales de los bienes a consumir varían notablemente según el medio de pago, la cantidad de cuotas, la tasa de interés, versus el descuento por pago de contado y las expectativas de inflación. En muchas ocasiones, hacen falta conocimientos financieros adicionales para poder evaluar, frente a un vendedor, cuál es la opción de compra más conveniente, ya que buena parte de la ganancia del comerciante o del sobrecosto de un producto puede estar en esa financiación.
Los precios de la totalidad de los bienes se van ajustando en distintas fechas y porcentajes. Es así que las pérdidas y ganancias de poder adquisitivo de cada individuo o empresa, independientemente de la calidad de los índices oficiales de inflación que informe el gobierno de turno, serán muy diferentes. Dependerán de la composición de sus propios consumos y la variación de precios que sufrieron, como así también de los incrementos salariales o previsionales recibidos o del aumento del precio de los bienes que a su vez trata de vender una empresa.
Cada actor económico puede tener expectativas o apreciaciones distintas de la inflación y la evolución del tipo de cambio en el futuro. En consecuencia, sus decisiones y actitudes defensivas serán diferenciadas y su comportamiento alterará sensiblemente la evolución de la economía, originando asimetrías, transferencias de fondos y ganancias o pérdidas que en condiciones de estabilidad no existirían o serían insignificantes.
Se paga impuesto a las ganancias, sobre resultados que en realidad en buena parte son ficticios, por disímil comportamiento de la inflación sobre precios y costos o del tratamiento arbitrario del ajuste por inflación impositivo cuando correspondiera. Del mismo modo, se grava a voluntad de cada provincia, según sus propios intereses, el impuesto inmobiliario, al modificar la valuación fiscal de los bienes o la tasa de mejoras rurales o similares en el caso de los municipios.
El proceso de adquisición de bienes de mayor valor se dificulta por la variación de precios relativa en sí misma contra otros bienes, o bien en pesos o dólares, más el tiempo a insumir en obtener presupuestos comparables y analizar detalles de la contratación y otros gastos ocultos que se agregan al principal.
Aumenta el riesgo de imponderables, por los montos expuestos a la devaluación de la moneda y a la pérdida de poder adquisitivo que no fueron adecuadamente evaluados y previstos, o bien por las sorpresivas recurrentes crisis, desde que se concreta una venta a plazo hasta que se termina de cobrar y recomponer el stock. Frente a esta incertidumbre, algunos intentarán protegerse con incrementos adicionales de precios que contribuirán a aumentar aún más la inflación.
Las tasas de interés bancarias y financieras activas, es decir, para el crédito, suben descontroladamente para intentar ganarle a la inflación (tasas positivas), o bien se mantienen bajas mediante subsidios del Estado, que lógicamente no son inocuos, porque de alguna forma la sociedad los pagará (tasas negativas) por la vía de más déficit o impuestos, y consecuentemente alteran el valor de los bienes.
Se implementan prácticas indexatorias por los más variados índices, para poder concretar compras y ventas. Muchas veces, los efectos no son neutros, y puede haber consecuencias negativas para alguna o todas las partes. Es el caso de los préstamos con ajustes por unidad de valor adquisitivo (UVA), por coeficiente de estabilización de referencia (CER), por valor del dólar, por índice de precios al consumidor (IPC) del INDEC y por índice del costo de la construcción de la Cámara Argentina de la Construcción (CAC), o bien distintas tasas de interés o de ajuste y muchos otros más. Con un agravante: en cualquier período que se considere, arrojan variaciones diferentes y, por ende, las consecuencias pueden ser muy perjudiciales.
El poder adquisitivo de salarios y jubilaciones se altera de manera desigual según los sectores involucrados, y su valor real, medido en unidades de bienes a consumir, invariablemente en algún momento se deteriora. Es el resultado de ajustes con diferentes pautas, regímenes o convenios que se pactan y otorgan sobre la base de la capacidad de negociación de las partes y situaciones muy particulares en cada caso, y para las jubilaciones, con base en fórmulas que tienen en cuenta la inflación pasada y la evolución de la remuneración de trabajadores estables. Por razones metodológicas o temporales, estos índices no necesariamente reflejan de un modo correcto la verdadera inflación y, por lo general, llegan con un cierto grado de atraso y la realidad los supera con amplitud.
La tenencia de pesos en efectivo origina pérdidas por exposición a la inflación, es decir, cada día que pasa decrece su poder adquisitivo y permite comprar