Arquitecturas que hablan. Alejandro Mendo Gutiérrez
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Las nuevas colonias aplicaron los nuevos conceptos urbanísticos con un cambio importante del modelo de vivienda, sustituyendo la casa tradicional por las villas o chalets de un marcado carácter elitista. Así lo apunta López Moreno (2002) que basa el cambio en dos elementos cualitativos: “a) la urbanización, respecto la conformación y dimensión de las manzanas, se hace con base en nuevos patrones de lotificación, y b) el modelo hasta entonces hegemónico de vivienda es sustituida por otros europeizantes y norteamericanos” (p.124).
En las primeras filas de este desarrollo se encontraba la alta burguesía. Una burguesía de procedencia variopinta: por un lado, la vieja aristocracia nacional junto a los nuevos empresarios y comerciantes de origen criollo o mestizo, y por otro, los capitalistas extranjeros. Los primeros aportan las tradiciones locales y el deseo de estar al nivel de cualquier sociedad europea; los segundos, los diversos aspectos arquitectónicos de sus países. Todo ello da como resultado una amplia variedad de viviendas que englobamos bajo la etiqueta de eclecticismo y, como se planteó al inicio, con el apéndice popular de afrancesado.
ELEMENTOS TIPOLÓGICOS DE LA VIVIENDA
Para llegar a un punto objetivo que permita cualificar estas viviendas es preciso realizar un estudio de las tipologías existentes y analizar los trabajos realizados al respecto.
Katzman (2002) incluye en su definición un aspecto estético–formal esencial de la arquitectura francesa: “se considerarán como obras eclécticas afrancesadas fundamentalmente las que, además de algunas características ya mencionadas, poseen desvanes o mansardas con buhardillas” (p.159). Curiosamente los desvanes y las mansardas no son elementos tan comunes en las casonas del porfiriato en Guadalajara.
Existen varios autores que han propuesto clasificaciones tipológicas de la vivienda durante el porfiriato; en la Ciudad de México, cabe destacar los libros de Martín Hernández y Elena Segurajáuregui.
Martín Hernández, en su libro Arquitectura doméstica de la ciudad de México, 1890–1925 (1981), realiza una clasificación basada en aspectos formales, distribuciones, ornamentos, etcétera, aunque comenta “la dificultad de agruparlos en una tipología simple” (p.171). Su forma de ordenar la vivienda da como resultado cinco categorías:
a. Lujosas, elegantes o pintorescas villas, chalets y palacetes aislados en medio de amplios jardines, concebidos como casas de campo.
b. Grandes residencias palaciegas urbanas y suburbanas, de grandes dimensiones, con amplio jardín, caballerizas y servicios. Algunas de ellas eran notables por su elegancia y aire aristocrático, siendo la excepción las que merecen el título de palacio.
c. Mansiones señoriales suntuosas con pequeño jardín, contiguas a otras semejantes.
d. Viviendas de los estratos inferiores de la alta burguesía, generalmen-te de dos plantas, aisladas o semiaisladas, de carácter suburbano, remedo modesto de las aristócratas, con pequeño jardín y mayor sencillez, exterior e interior.
e. Amplios edificios unifamiliares de una o dos plantas (p.159).
Dentro de las villas o chalets especifica tres grupos:
1. Las que presentan exteriores dinámicos con entrantes–salientes, distintas alturas, balcones, loggias, galerías, etcétera, e interiores con distribuciones espaciales muy libres.
2. Las que toman los palacios aristocráticos europeos del siglo XVIII como referencia. Severas en el ornamento, con predominio de la horizontalidad y plantas cuadrangulares.
3. Las inspiradas en historicismos arquitectónicos que conservan el patio central típico de la casa mexicana, aunque se separen de otros elementos tradicionales.
Por su lado, en el libro Arquitectura porfirista. La colonia Juárez (1990), Elena Segurajáuregui analiza el tema de un modo similar, ordenando las viviendas burguesas según “su forma, dimensiones, extensión del terreno y relación con el contexto” (p.81), dando como resultado seis tipos:
1. Villas.
2. Palacetes.
3. Residencias señoriales.
4. Residencias urbanas.
5. Residencias mexicanas.
6. Edificios de departamentos (p.81).
Resumiendo, los seis tipos los define con las siguientes características:
1. La villa es un edificio singular que ocupa un terreno de dimensiones importantes, quizás de dos o más predios. Compuesta por volúmenes complejos de grandes tamaños, abundante ornamentación y cubiertas inclinadas. Tiene una altura de dos niveles más un sótano y, probablemente, un tapanco. Uno de sus objetivos es mostrar el poder económico de sus propietarios. El interior presenta una sucesión de espacios sin un plan rector.
2. El palacete también ocupa dos o más predios, pero tiene una volumetría menos compleja. Suele ser de un solo nivel, con cubierta plana, y jardines al frente y laterales. Son “viviendas ricamente ornamentadas pues se entendía que el adorno era símbolo de status social y resultado natural de la evolución cultural: el uso de los ornamentos imitaba a los poderosos de otros tiempos” (p.91). Interiormente hay una gran variedad de salas y espacios.
3. Las residencias señoriales, a similitud de las residencias urbanas europeas, se hallan en terrenos amplios y alineados a la acera. Se compone de dos niveles, más un sótano y cubierta plana. Es un volumen simple que tiende a ocupar el 100% del terreno. La decoración es mucho más sobria que en los casos anteriores.
4. Las residencias urbanas son fruto de la especulación del terreno y suponen la solución para las clases medias. Es similar a los llamados hoteles en Francia. Ocupan predios estrechos y profundos con dos niveles y buhardillas.
5. Las residencias mexicanas son volúmenes sencillos, de un solo nivel, cubierta plana y un patio a lo largo de la fachada lateral. En su apariencia externa domina claramente la masa del muro frente a los huecos y la ornamentación dependerá de la posición económica del propietario.
6. Los edificios de departamentos eran construcciones ostentosas, pero de ornamentación muy simplificada que daban solución a aquellos que no podían tener viviendas propias.
Naturalmente ambos hacen referencia a la Ciudad de México, aunque es perfectamente extrapolable a Guadalajara pues coincide en tiempo y estilo, no todos los tipos se desarrollaron de igual manera. En las primeras colonias de Guadalajara no se encuentran “edificios de departamentos” ni “residencias urbanas” bajo los términos que define Segurajáuregui, y las “residencias mexicanas” recuerdan a las casas típicas tapatías.
De los dos textos se pueden extraer parámetros fundamentales comunes que permiten crear una clasificación propia y aplicable en la ciudad de Guadalajara. Esencialmente son tres:
a. Número de niveles.
b. Número de fachadas, o lo que es lo mismo, el acomodo del edificio dentro del terreno.
c. Aspectos estéticos, definiendo:
• Palacete: si presenta cubierta plana, repetición de elementos, sobriedad en ornamentos, etcétera,