Arquitecturas que hablan. Alejandro Mendo Gutiérrez
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Por su parte, la corriente nacionalista de reminiscencia precolombina tuvo como línea genealógica ascendente al art déco que se considera la referencia estética primaria de aquellos años (Becerra Mercado, 2002). Esta impetuosa corriente conceptual dio lugar a una interesante producción caracterizada por la diversidad de géneros arquitectónicos en que esta se expresó, pues igual llegó a abarcar construcciones residenciales, edificios escolares, recintos culturales, oficinas gubernamentales, estadios deportivos, monumentos escultóricos, arcos triunfales y fuentes.
En países andinos sobresalen variantes incanistas —como la llamada arquitectura neo–tiwanakota—, que en la década de los años veinte retomó elementos decorativos procedentes de la antigua cultura preinca de Tiawanaku. El ingeniero y arqueólogo Arturo Posnansky, su exponente principal, edificó en la ciudad de La Paz, Bolivia, un gran número de obras con profusas referencias a las formas estéticas autóctonas. A decir de Ramón Gutiérrez y Rodrigo Gutiérrez Viñuales, la saturación de líneas quebradas y la estilización con motivos escalonados introdujo, no solo en el campo de la práctica sino en la esfera teórica, una “visión americana historicista para integrarla a la arquitectura de vanguardia” (2005, p.6).
Pero en el caso mexicano, esta postura de idealización del pasado arquitectónico tiene antecedentes que se remontan a finales del siglo XIX cuando México participó en la Exposición Universal de París de 1889 con un pabellón de formas neoprehispánicas diseñado en conjunto por el ingeniero arquitecto Antonio Anza y el historiador Antonio Peñafiel (Gutiérrez Viñuales, 2002, p.267). Otra referencia imprescindible de esta corriente nacionalista neoindigenista es el Pabellón de México para la Exposición Iberoamericana de 1929 levantado en Sevilla, España, y que todavía puede admirarse allá (Piñero, 2015).
FIGURA 2.2 HOTEL MAJESTIC, CIUDAD DE MÉXICO
Fotografía: Alejandro Mendo Gutiérrez.
En la elección del discurso arquitectónico de todas estas obras, los autores recurrieron a la representación simbólica y ornamental de las más conocidas culturas antiguas del país —teotihuacanos, mayas, toltecas, mixtecas— en virtud de que el repertorio formal de esas etnias contiene “los rasgos principales que caracterizan nuestros monumentos y nuestra historia nacional” (Peñafiel, citado en Díaz y de Ovando, 1990, p.114). A finales de los años veinte, arquitectos como Vicente Mendiola construyeron notables obras en la capital, por ejemplo, el edificio para la Inspección de Policía y Cuartel de bomberos (hoy Museo de Arte Popular), que fue decorado por relieves escultóricos de inspiración azteca del artista Manuel Centurión (véase figura 2.3).
FIGURA 2.3 PANELES ESCULTÓRICOS NEOINDIGENISTAS, MUSEO DE ARTE POPULAR
Fotografía: Alejandro Mendo Gutiérrez.
No obstante, tratándose de arquitectura neoindigenista mexicana realizada entonces, el catálogo nacional de obras tiene una de sus piezas más notables en el precursor monumento a Cuauhtémoc ubicado en el Paseo de la Reforma (véase figura 2.4). Esta obra póstuma del ingeniero Francisco M. Jiménez fue inaugurada en 1887 (García Barragán, 1983, p.450) y resume, como ninguna, los valores estéticos del nuevo ideario artístico nacional con un manejo armónico de formas y motivos procedentes de las arquitecturas del antiguo mundo indígena, pero siguiendo las reglas compositivas del academicismo clásico en su génesis conceptual.
Esta orientación estilística, que se afanó en fundir la expresividad constructiva de las edificaciones pretéritas con el espíritu contemporáneo de las exigencias modernas, logró conjugar ambos paradigmas constructivos en un acoplamiento operativo. Tal es el caso de numerosas obras que adaptaron sus programas arquitectónicos a las novedosas estructuras funcionalistas de la vida actual, pero que recurrieron al eclecticismo formal y a detalles ornamentales de sello prehispánico.
FIGURA 2.4 MONUMENTO A CUAUHTÉMOC, CIUDAD DE MÉXICO
Fotografía: Alejandro Mendo Gutiérrez.
Un ejemplo tardío de esta tendencia es el cine Cuauhtémoc, ubicado todavía hoy en el centro histórico de la ciudad de Guadalajara, México, el cual se planteó dentro del novísimo género de las salas de cine —como espacios ad hoc para la exhibición cinematográfica—, pero haciendo alarde de temas autóctonos en fachadas e interiores (véase figura 2.5). A pesar de exhaustivas investigaciones sobre sus antecedentes, se desconoce la información básica de cuándo se construyó y por quién (Martínez Lizárraga, citado en Martínez, 2016), no obstante, Olga Becerra Mercado (2005, p.70) informa que la obra se debe a Prudencio Guerrero, quien en la primera década del siglo XX trasformó en cine un improvisado teatro anterior decorándolo con motivos neoindigenistas.
Este establecimiento responde internamente a las necesidades propias de todo local teatral con un vestíbulo, taquilla, sala, sanitarios y cuarto de proyección, es decir, se trata de un conjunto que responde estructuralmente a la arquitectura convencional de conformación morfo–funcional contemporánea. En la fachada y en muros interiores es donde se ubican los elementos decorativos que le proporcionan su carácter neoindigenista, y estos son, en su mayoría, bajorrelieves alusivos a las culturas mexica y maya que se complementan con frisos engrecados, remates ornamentales y antepechos mixtilíneos.
FIGURA 2.5 CINE CUAUHTÉMOC, GUADALAJARA
Fotografía: Alejandro Mendo Gutiérrez.
En la capital jalisciense, en realidad, son pocas las edificaciones que pueden considerarse manifestaciones neoindigenistas además del Cine Cuauhtémoc. A continuación se documentan tres viviendas de influencia prehispánica que se conocen y que son objeto de este trabajo.
TRES VIVIENDAS POPULARES NEOINDIGENISTAS TAPATÍAS
La delimitación espacial del centro histórico de Guadalajara ha variado en extensión últimamente, pero sea cual fuere su perímetro original, concentra una gran cantidad de inmuebles catalogados como patrimonio edificado. En lo que puede considerarse su Segunda Corona —antes conocida como Perímetro B— se localizan tres casas habitación ornamentadas con elementos decorativos de la corriente estilística neoindigenista. En las siguientes páginas se describen estas viviendas enfocando sus motivos escultóricos intentando una interpretación iconográfica de sus componentes formales.
Conjunto habitacional–comercial en el barrio de El Refugio
Hacia el poniente del tradicional barrio de El Santuario de Guadalupe se ubica el jardín de El Refugio, y a una cuadra de este, hacia el norte, se levanta un modesto conjunto de viviendas y local comercial marcado con los números 740, 742 y 746 de la calle Juan Álvarez, así como el 502 y 506 de la calle Mezquitán. El edificio ocupa la esquina noreste del cruce de ambas rúas y tiene dos niveles de altura. Se trata de un inmueble de uso mixto que en la planta baja alberga un establecimiento de alimentos, pero que en el piso superior contiene tres departamentos habitados.