Una generación emboscada: la emergencia de la poesía testimonial frente a la violencia en Colombia. Angélica Hoyos Guzmán

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Una generación emboscada: la emergencia de la poesía testimonial frente a la violencia en Colombia - Angélica Hoyos Guzmán

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titulada “Poesía testimonial y sobrevivencia en Colombia: afectos, justicia y memoria del conflicto armado” que desarrollé en el marco de estudios del Programa de Doctorado en Literatura Latinoamericana de la Universidad Andina Simón Bolívar, con sede en Ecuador, acompañada por la dirección del profesor Álvaro Bautista Cabrera.

      Introducción

      Sus libros abordan los temas de violencia del país desde un sentido existencial y estético que, antes que mostrar banalmente las huellas de la guerra, otorgan un régimen orgánico y ecológico de vida a la construcción de imágenes, construyen una lengua literaria en común, la lengua del resto, a partir del testimonio afectivo y de la reflexión socio-histórica que hacen los autores en sus poemas. El cotejo que me propongo da cuenta de cómo cada poeta construye socio-históricamente su autoría testimonial, los temas y manejos de la imagen se vuelven relevantes para la configuración de temas y estilos particulares que responden tanto al contexto de violencia como al de memoria histórica. Por ello en el primer capítulo hago un abordaje contextual del marco y antecedentes desde donde se entiende la violencia y el estudio de las tendencias de la poesía durante el período enunciado, para ubicar tanto en el campo literario como en el contexto sociohistórico a los autores.

      Encuentro allí que las propuestas poéticas de ambos autores se pueden identificar como lo que Julio Daniel Chaparro llamó Generación emboscada, que agrupa a los autores que escriben frente y en respuesta a la violencia vivida durante este período. Encuentro también que existe una tendencia de la escritura poética en Colombia que dialoga con este propósito enunciado por Chaparro desde la Violencia asociada al bipartidismo y que se ha dejado en el olvido su estudio, es la poesía testimonial.

      En el tenor de la poesía testimonial como poesía política, encuentro que esta poesía responde a la violencia vivida en esta etapa, la cual se caracteriza por estar marcada por las políticas económicas neoliberales y el estado de excepción como norma cotidiana a lo largo y ancho del territorio, que es lo que entiendo por violencia generalizada, y que se extiende hacia la implantación de políticas de la memoria que tienen la función de burocratizar la memoria para regular una suerte de tecnología del olvido.

      Desde la perspectiva crítica de la memoria, en el capítulo segundo amplío en la interpretación de la poesía testimonial, comprendiendo sus sensibilidades como contra discursos ante la afectividad hegemónica de la guerra y de la memoria burocratizada. Son los afectos lo que unen lo testimonial y lo definen en esa lengua del resto, es la creación de representaciones de la vida a través de las imágenes lo que hace de esta poesía una respuesta dignificadora, humanizante ante lo vivido y una memoria que arde, que conmueve, y que hace cumplir imaginativamente las aspiraciones del Estado social de derecho y de pacificación que se viven durante el período mencionado. En este sentido la poesía testimonial se constituye como una poética-pública que va de lo íntimo de la escritura y los afectos a la desapropiación con los lenguajes colectivos. Cada autor tiene su forma de experimentar con la materialidad textual, sus estilos e influencias, su manera de documentar la realidad y hacer de sus poemas un testimonio.

      Por ello, en los capítulos tercero y cuarto amplío el análisis de cada uno de los libros mencionados teniendo como base la perspectiva de lo que implica la escritura en emboscada. Desarrollo una lectura amplia de los poemarios de Chaparro en donde encuentro cómo el montaje se ejecuta como sistema de escritura, lo onírico y lo simbólico feminizado muestran unos afectos colectivos que el autor entreteje con su apuesta poético-política.

      En tanto que en la poesía de Tirso Vélez encuentro un lenguaje más directo, el uso de la lengua coloquial, que aparentemente es menos lírico. A lo largo de los análisis da cuenta de toda una elaboración íntima, sistemática con la imagen, deliberadamente sencilla para afectar a su interlocutor ideal, diseñado en esa lengua coloquial: el pueblo. El tratamiento del resto aquí no se abandona sobre ideas menos visuales, ni menos simbólicas; al contrario, los símbolos y lugares son tan comunes, pero a su vez tan cargados de afectividad como los creados por el mundo onírico de Chaparro.

      En conclusión, encuentro una armonía de sensibilidades, que se encuentran en la interpelación social que desde la poesía se le hace a la construcción aspiracional de Estado social de derecho, desarrollado por las leyes colombianas. La poesía de estos dos poetas a través de lo afectivo crea una forma de política que les responde a las consignas contemporáneas de la violencia, siendo esta su poética-política comunal, que ambos autores utilizan a partir del tratamiento de la imagen.

      La historicidad y pensamiento crítico que transmite la poesía de ambos autores se extiende hasta la implantación de políticas de la memoria, el régimen estético de la sobrevivencia hace que estos poetas, amenazados en vida, superen el umbral del nihilismo y se lean a partir de un tenor crítico de la memoria. Son poetas testigos en el sentido en que testimonian los afectos vividos durante la destrucción y son jueces poetas, desde la operación con la imagen que permite la vindicación imaginaria, que toca lo real y denuncia la injusticia, expone, con las imágenes y afectos, la permanencia del estado de excepción como norma en la sociedad colombiana, tanto en medio de la guerra como en un momento de pacificación.

      2. Julio Daniel Chaparro (Sogamoso, Boyacá, 1962 - Segovia, Antioquia, 1991). Poeta y periodista, realizaba una serie de crónicas para el diario El Espectador titulada “Lo que la violencia se llevó” el día que fue asesinado junto a Jorge Torres Navas, reportero gráfico que lo acompañaba. Su intención como periodista era recorrer regiones que fueron epicentro de masacres en un contexto álgido de violencia, para mostrar la voluntad de paz de sus habitantes, más allá de la tragedia. Veinticinco años han pasado sin que se sepa quiénes fueron los responsables de este doble homicidio. Es la misma verdad que se espera en casi la totalidad de los 152 periodistas asesinados en Colombia entre 1977 y 2015.

      3. Tirso Vélez (Agua Clara, Norte de Santander, 1954 - Cúcuta, 2003). Sicólogo de la Educación en el Centro Latinoamericano de Dianética, en Bogotá. Trabajó como profesor en escuelas rurales de su región. Llegó en 1987 a Tibú, donde fue profesor. En 1992 fue elegido alcalde de Tibú por la Unión Patriótica (UP). Propuso soluciones para buscar la paz en su región y le solicitó al gobierno y a la guerrilla cesar las hostilidades e iniciar un diálogo. En 1993, su poema “Colombia, un sueño de paz” lo enfrentó con los mandos militares de Norte de Santander. Tras la publicación del poema, el general Hernán José Guzmán, comandante general del Ejército en la época, le solicitó a la Procuraduría que lo investigara disciplinariamente. En agosto de 1993 recibió amenazas de las autodefensas y en septiembre de ese año fue detenido por el DAS por presunta colaboración con el ELN. Tras varios meses en prisión, quedó en libertad por falta de pruebas. Formó un movimiento de izquierda, independiente y pacifista. Fue diputado de Norte de Santander, siendo el único candidato que ha obtenido votos en todos los municipios del departamento, miembro de la Comisión Nacional de Paz y uno de los fundadores de la ONG Redepaz. En 2003 se presentó a las elecciones para la gobernación de Norte de Santander por el Polo Democrático, lideraba las encuestas con 24% de preferencia. El 4 de junio de 2003, en pleno centro de Cúcuta, un sicario disparó varias ráfagas sobre Tirso Vélez, su esposa y sus dos hijos, asesinó a Tirso Vélez con seis balazos e hirió a su mujer (Biografía tomada de Gómez Mantilla, Saúl. Ed. 2013).

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