La experiencia del tiempo. Ricardo Gibu Shimabukuro
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Las modificaciones de intereses en la forma de la actualidad y la potencialidad no se dan como si presionara a voluntad un interruptor que hiciera despertar en mí a unos y pusiera a dormir a otros bajo un horario preestablecido. Los cambios de interés y, en este sentido, de profesión (en el uso amplio que se le está dando a esta palabra) siempre están motivados desde el interior del curso natural y normal de la vida y sus respectivas situaciones. Quisiera ilustrar esto a través del siguiente ejemplo: una mujer que trabaja como policía en su día libre acude a una tienda a comprar una bicicleta. Mientras la observa, empuña el manubrio, prueba el asiento y los cambios de velocidades e incluso se imagina andando con ella en la calle, se despierta en ella la sospecha de que la bicicleta puede ser robada al ver que el número de serie ha sido borrado, que el precio es sospechosamente bajo y que el vendedor no ofrece una factura original por su compra. De pronto, su actitud cambió, la situación en la tienda es ahora otra con respecto a la que era cuando ella entró; incluso sin necesidad de tener conciencia expresa de ello, la mujer adoptó su papel de policía y se dispuso a corroborar si la bicicleta era robada o no. Para entender cómo esta y otras modificaciones intencionales son posibles, debo volver a poner en marcha la reducción primordial.
Uno de los más importantes logros de la fenomenología del tiempo hechos por Husserl fue descubrir que la retención –en la que las vivencias actuales que se deslizan progresivamente fuera de la zona de actualización de la protoimpresión no se dejan escapar en todo sentido– no constituye en sí misma un segundo acto, sino una modificación de la presentificación originaria en que está protoinstituida la dación de un determinado objeto, de un campo, pero también el ser horizonal del mundo mismo. Si los primeros análisis estáticos de la estructura tempórea de la vida de conciencia muestran que es gracias a la peculiar articulación intencional de la retención (que, por un lado, está dirigida a la vivencia que ella retiene en su hundimiento en el pasado y que, por otro lado, está dirigida al flujo retencional mismo en su propio hundimiento) que surge la posibilidad de la rememoración en la que se logra evocar en sí mismo a un objeto que alguna vez fue presentificado en una dación originaria, pero ahora en su ausencia bajo la forma modificada de una representificación (Vergegenwärtigung).
En cambio, en los análisis genéticos es posible comprender que por virtud de la retención surge la posibilidad de la sedimentación de las vivencias que han sido retenidas constituyéndose la posibilidad de una historia de la vida de conciencia. La clarificación de este proceso que acontece en el dominio puramente pasivo, y por ello inconsciente de nuestra vida, es el primer paso para comprender que “toda la génesis intencional se remite a este trasfondo de las formaciones sedimentadas que antes se destacaban; él acompaña todo presente viviente, cual un horizonte, y muestra su sentido continuamente cambiante por la «evocación» de esas formaciones sedimentadas” (Husserl, 2009: 385). Las mismas que tienen la forma de una “conciencia dormida” (353) que puede despertarse, y que de hecho lo hace, pero no bajo la forma de un yo despierto que las toma y las usa a voluntad, sino de la siguiente manera.
Al comprender la experiencia actual vista a la luz de este horizonte del pasado inactual, pero no por ello perdido, podemos entender que la protoinstitución (Urstiftung) de un nuevo sentido originariamente dado en la zona de actualización del presente viviente fluye hacia la inactualidad de lo que ya no está presente y se sedimenta en la retención lejana en la que una forma de conciencia durmiente puede ser despertada. Pero, al mismo tiempo, la protoinstitución de un nuevo sentido no acontece ex nihilo, sino que obedece a la regularidad propia de la génesis del sentido que tiene lugar a través de los horizontes inherentes al presente viviente.
Toda protoinstitución de sentido tiene lugar a través de una anticipación de él por medio de una “asociación de similitud” (Hua XI: 10) articulada en el entrelazamiento de la protención –que abre a la conciencia hacia lo nuevo y que permite al presente viviente trascender hacia lo que aún no es– y la retención –que permite establecer una concordancia entre un sentido sedimentado y los caracteres que se identifican como comunes o familiares con respecto a lo que está por presentarse como nuevo para la conciencia–. La protoinstitución de sentido de lo dado originariamente en el presente viviente abre entonces “un horizonte de validez continua” (Hua XXXIX: 1) en el que lo desconocido está ya siempre anticipado, y con ello pretenido a partir de lo conocido. Así, un sentido que se mantiene inactual en la conciencia dormida de las sedimentaciones puede ser despertado y, digamos, puesto a trabajar, en la aprehensión de un nuevo sentido.
La sedimentación de sentido no solo tiene lugar con respecto a mis experiencias de las cosas mundanas y del mundo mismo en el despliegue de sus horizontes, sino que tiene una vital importancia en la génesis de mi identidad personal en las ya aludidas habitualidades. Las capacidades y los intereses protoinstituidos en algún momento de mi vida pueden reactivarse gracias a la habitualidad constituyente de la identidad perdurable de un yo concreto que se apercibe como un “yo puedo” sobre la base de sus potencialidades adquiridas y al que le corresponde un mundo de horizontes prácticos en cuyas potencialidades pueden llegar a su cumplimiento. Es así como surge la posibilidad de que intereses y actitudes de intereses no actuales sean despertados y puestos en ejecución.
Este despertar, que surge desde la dimensión pasiva de la vida, puede estar motivado de forma igualmente pasiva por virtud de un importante momento constitutivo de mi pasividad, la afectividad. Esta implica que el mundo y lo mundano no me son indiferentes, incluso sin que yo tenga conciencia temática expresa de ello. La afectividad también está sometida a las leyes de la génesis de sentido, pero además toma parte en ella. El despertar de la actitud policíaca en la mujer del ejemplo anterior y su respectiva forma de interés no requiere una postura reflexiva alguna que le haya permitido guiarse a sí misma en una adopción activa y voluntaria de tal actitud. Más bien, dicho despertar puede estar motivado por el modo en que las cosas y la situación misma en la que se encontraba fueron temporalizándose, cobrando la forma individual y específica de la experiencia que ella tuvo al intentar comprar la bicicleta. Desde su perspectiva, cuando se vende una bicicleta, esta tiene o debe tener número de serie, debe emitirse una factura y cobrar un precio proporcional a la calidad del vehículo. Al no cumplirse esto, surgió una disonancia entre sus anticipaciones y el estado de cosas que percibía en ese momento. Esta disonancia fue la que motivó el despertar de su actitud y de su interés por indagar más sobre la posible ilegalidad de la venta del artefacto. En otras palabras, el cambio de interés tuvo lugar como una respuesta a una situación disonante con respecto a las expectativas que se tenían de ella.
Ahora bien, el dormir y el despertar de vivencias, intereses, actitudes y disposiciones del yo de intereses concretos a los que se refiere el propio Husserl en diferentes momentos lo he calificado como impropios en la medida en que, por un lado, cumplen con un sentido muy general de “sueño”, es decir, como aquella puesta en reposo de una conciencia, que, sin desaparecer, no es actual, pero que puede serlo y recuperar la “vigilia” al volver a ser conciencia en ejecución. Pero, por otro lado, no cumplen con el sentido más riguroso de sueño y de vigilia que abordaré a continuación, en la medida en que este reposo y este despertar se dan en el marco de una conciencia actual que no está dormida, sino que, por el contrario, ya está y se mantiene en vigilia. Es decir, ellos acontecen en una conciencia ya abierta al mundo y receptiva con respecto a él y lo mundano, pero que, a su vez y en ello, se mantiene inalterada con respecto a la conciencia que tiene de sí misma en su más profundo sentido.
El sueño y la vigilia en sentido propio son pues afecciones no de esta o aquella forma de vivencia o de conciencia activa o pasiva, sino de la ejecución global de la conciencia en sus dos sentidos, transitivamente como percepción global del mundo e intransitivamente como apercepción de sí misma. En el sueño y la vigilia es el yo en su totalidad concreta el que está dormido o despierto. Si esto es así, como dije desde el inicio, el abordaje de dichos eventos tiene las más importantes consecuencias en la comprensión fenomenológica de la constitución