La experiencia del tiempo. Ricardo Gibu Shimabukuro
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Tener conciencia del mundo significa entonces tener un interés general siempre presente y constante por el mundo, pero tener mundo significa que él y lo dado en él son dados para mí como realmente existentes como correlatos de un interés general que orienta a mis múltiples intereses intramundanos en los que se acepta tácitamente que la meta de su afán es algo efectivamente existente. El mundo concreto de intereses es pues la omnitudo realitatis y, como tal, “el campo de proyectos teóricos o prácticos” (Hua IX: 239), en el cual, como acabo de señalar, no simplemente observo desde lejos, sino en el que habito, quiero o no quiero, me muevo, aspiro, lucho con otros o contra otros, vivo y me reconozco sea atemática y silenciosamente, sea temática expresamente y de viva voz como parte de este mundo, es decir, como este hombre aquí en el mundo que vive y existe como hijo, como infante del mundo al que estoy directa y afanosamente entregado en cada una de mis acciones y pasiones (Hua VII: 180).
El yo de intereses o yo interesado en el mundo no es un yo plano y puntiforme del cual emanan constantemente actos en dirección al mundo y sus objetos. Para empezar, en cuanto interesado, dicho yo está atravesado de cabo a rabo por la diferencia entre la dimensión activa y la dimensión pasiva de la vida de conciencia. En cuanto yo activo, el yo se dirige no en un mero afán sino con expreso empeño hacia el mundo, es decir, es el yo que expresamente quiere y puede moverse hacia las cosas o evadirlas y que se diferencia del yo pasivo que está afanosamente compenetrado en el mundo bajo la forma de la mera receptividad. En ello, este yo pasivo también se mueve, pero en cuanto movido hacia el mundo no por voluntad propia, sino por los impulsos, las fuerzas instintivas y tendencias vitales, que nada tienen que ver con meras pulsiones biológicas (aunque tampoco están desconectadas de ellas: el hambre como mera pulsión desencadenada por la falta de alimento se corresponde con la experiencia de tener hambre) sino que tienen lugar en los estratos soterrados de la vida afectiva de la conciencia.
Finalmente, el yo concreto de intereses es también “sustrato de habitualidades” (Husserl, 1997: 119). Esto significa que la efectuación de cada uno de sus actos no simplemente pasa sin dejar huella en él, sino que le permite ganar “una propiedad nueva y permanente” (119) que irá enriqueciendo su identidad personal y que puede ser reactivada como una verdadera potencialidad que, a su vez, puede ser desplegada y cumplida en el mundo. Para Husserl, la personalidad del yo está entonces constituida en su historia personal, la cual se corresponde con la historia de su mundo.
4. Presente viviente y constitución del mundo
La última idea me permite señalar que la comprensión madura de la concretud de la vida y del mundo es la comprensión de la historia de la vida de conciencia en su función constitutiva de un mundo esencialmente histórico. Los análisis constitutivos y genético-constitutivos de dicha correlación tienen como centro de atención lo que a inicios de la década de 1930 Husserl llamó en sus HMS-C como el “fenómeno primordial del presente viviente” (Mat VIII: 6). Este, el “fenómeno de todos los fenómenos” (1), no es otra cosa que “el río heraclíteo del subjetivo tener mundo” (1). Al cual, necesariamente le es propio:
Que el mundo que aparece él mismo de manera fluyente en modos fluyentes de aparecer, sea uno y el mismo mundo. “En la corriente del tiempo”, el mundo, que mantiene su forma espaciotemporal invariable en flujos incesantes de modalidades del tiempo, cambia en cuanto mundo de realidades (sustancias reales), pero se mantiene idéntico en el modo de la persistencia. (1)
La posibilidad de la tematización y el análisis fenomenológico del presente viviente y su función constitutiva del mundo y lo mundano a través de la continua temporalización que tiene lugar en él requieren una nueva reducción que parte de la vida mundana intersubjetiva de intereses en el mundo concreto intersubjetivo, que nada sabe del problema de la constitución trascendental del mundo y de la dimensión subjetiva trascendental en la que tiene lugar dicho proceso, hacia este, el también llamado “presente primitivo concreto” (6). Dicha reducción es caracterizada de manera semejante a la reducción primordial de la “Quinta meditación cartesiana” (Husserl, 1997: 163-164) en la medida en que en ella me reconduzco exclusivamente hacia la esfera de propiedad de mi presente viviente, dejando fuera cualquier coefectuación constitutiva, toda cotemporalización que surja de los otros sujetos (Hua Mat VIII: 15, 138, 153).
El presente viviente, en cuanto “origen último del mundo” (4) y “al que conducen todas las preguntas trascendentales retrospectivas a través del método de la reducción” (6), no podría ser entendido en el sentido normal del término “presente (Gegenwart)” (6); esto es, como un mero fragmento del tiempo objetivo en medio del pasado y del futuro, sino que, en consonancia con los primeros análisis de sus Lecciones de fenomenología de la conciencia interna del tiempo (que se remontan a 1905 y que fueron publicadas en 1928) continuados, profundizados y retrabajados en los análisis emprendidos entre 1917 y 1918 (durante dos estancias en el pueblito de Bernau, cerca de Friburgo, en la Selva Negra),5 en los HMS-C Husserl caracterizó como “estructura central” (95) del presente viviente, esto es, como aquella estructura constituida por la unidad sintética de su incesante fluir del “pasado fresco” (95) de la retención que tiene por delante de sí un futuro en la protención, quienes, a su vez, están limitados en constante y mutua tensión entre sí por la zona o momento de actualización del presente de la protoimpresión.
Tal y como han apuntado intérpretes como Rodemeyer (2003: 132), Held (2007: 332) y Bernet (2010: 12), a diferencia de los primeros análisis, en sus HMS-L Husserl dejó de privilegiar el momento constitutivo del ahora o protoimpresión (también llamada en estos manuscritos como “protopresentación” (Hua XXXIII: 3) como la fuente del proceso originario de la corriente de tiempo de la vida de conciencia en favor de una comprensión de dicho proceso donde la retención motiva y modifica continuamente el momento protencional del flujo y viceversa, y donde la protención motiva y modifica continuamente el momento retencional de la corriente. Desde esta perspectiva, el momento protoimpresional del flujo es concebido como un mera “frontera” (4) entre la retención y la protención en continua modificación a través de su tensión y distensión (XLI).
No obstante, la protoimpresión mantiene en el presente viviente el carácter fundamental de zona de plenificación (Erfüllung) –por ejemplo, en “una expectativa cumplida” (7)– y vaciamiento (Entfüllung) –por ejemplo, al desvanecerse una palabra dando paso a la siguiente en el transcurso de una frase– del sentido intuitivo de lo originariamente dado en el centro de dicho protofenómeno. En la unidad sintética del presente viviente, tiene lugar “una unidad de conciencia que atraviesa toda la corriente concreta en sus líneas de flujo de la plenificación y vaciamiento” (111). Dicha unidad abarca y cubre los múltiples momentos de lo dado en ella identificándolos en su fluir como “un” algo objetivo concreto presente que aparece a través de mis modos subjetivos de aparecer. En otras palabras, la unidad tempórea del presente viviente hace posible la presentificación (Gegenwärtigung) de lo originariamente hecho consciente como unidad objetiva de sentido dado en sí mismo a través de una multiplicidad de modos subjetivos de aparecer.
De este modo, tal como Husserl (1994: 182) le comunicó a su discípulo Roman Ingarden en una carta de abril de 1918, sus análisis emprendidos en Bernau no son una mera fenomenología del tiempo, en el sentido de investigaciones sobre un problema más entre otros o sobre una mera estructura abstracta de la conciencia, sino que conducen al “inmerso problema de la individuación, esto es, de la constitución del ser individual (o sea, «fáctico») en general