La experiencia del tiempo. Ricardo Gibu Shimabukuro

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La experiencia del tiempo - Ricardo Gibu Shimabukuro Filosofía

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del ente, de cada tipo y grado, es una temporalización”. Así, cada cosa en el mundo y él mismo como totalidad de lo existente son en el continuo fluir de sus modos de aparecer como lo mismo que cambia y que en ello se mantiene siendo sí mismo.

      A su vez, como apunta Bernet (2010: 12), “el proceso originario se muestra como algo más que un mero proceso mecánico de modificación continua que resulta del empuje del presente hacia el pasado”. El presente viviente es precisamente temporalización viviente en la medida en que el proceso que tiene lugar en él y a través de él está continuamente motivado por las tendencias y fuerzas pasivas de mi vida inconsciente que orientan a la corriente de diferentes formas sea como un “flujo que pasa (Verströmen), un flujo que se escapa (Abströmen) y un flujo convergente (Zuströmen)” (Mat VIII: 12). La esencia fundamental del presente viviente en sus unidades de sentido consiste entonces en “tenerse que constituir como el nunc stans de un fluir unitario a través de una continuidad anónima de modificaciones intencionales de un protomodo, el cual, por su parte, no es rígidamente, sino que él mismo es fluyente” (8).

      Con el oxímoron “ahora que permanece”, Husserl quiere indicarnos que el presente viviente está constituido por una continua multiplicidad fluyente y que en ello se mantiene su identidad, la cual de ningún modo implica una suerte de fosilización instantánea de la corriente, sino que es una identidad en la temporalización del flujo, o sea, ella es una identidad fluyente y por ello mismo cambiante en su mantenerse. La identidad del presente fluyente no es otra cosa que la identidad consciente de la vida de la conciencia trascendental constituyente del mundo.

      Esto último implica lo siguiente. No es simplemente que las percepciones a través de las cuales nos es dado el mundo y lo mundano tengan lugar en el presente viviente, sino que “en cierto sentido, él mismo es percepción (Wahrnehmung) en su totalidad y en todos sus componentes constitutivos (que hacen posible a su ser), y en cada una de sus vivencias y momentos de vivencia puestos de relieve” (6-7). De manera análoga al descubrimiento aristotélico del fenómeno de la percepción de la percepción, el presente viviente puede ser entendido como una percepción global que no solo es percepción de lo originariamente dado en múltiples modos diferenciados de percepciones particulares, sino que ella misma se apercibe, se percata de sí misma o, en términos del propio Husserl, se vive en cada uno de sus momentos constitutivos y en su unidad global.

      Esta, la originaria autoconciencia atemática operante y permanente que brota del presente viviente que hace posible toda reflexión (incluyendo la reflexión trascendental en la que el fenomenólogo analiza y clarifica los procesos subjetivos de constitución del mundo y lo mundano), debe ser cuidadosamente diferenciada de la conciencia que tengo de lo que está ahí frente a mí de manera temática como objeto, pero también de otros modos de conciencia atemática, por ejemplo, como aquella de la conciencia del trasfondo objetivo donde aparecen los objetos de mi campo perceptual. La originariedad de la autoconciencia radica en su intimísima relación con el proceso mismo de autotemporalización del presente viviente. A este respecto, Husserl (2002: 103) afirmó que “necesariamente tiene que producirse un autoaparecer del flujo, y por ello el flujo mismo necesariamente ha de ser captable al fluir. El autoaparecer del flujo no requiere un segundo flujo, sino que como fenómeno se constituye a sí mismo”.

      Yo, como yo de intereses, soy quien soy en el seno de mi presente viviente. En él “soy fluyente en el tener mundo, en el tener un mundo fluyente que existe para mí” (12). Pero no solo en el sentido de que en él se actualiza simplemente y cada vez la validez de ser de lo que aparece en él como mundo, como cosas del mundo y yo mismo interesado en ello, sino que el presente viviente es justamente el fenómeno originario en cuanto que de él y en él surge la génesis del mundo y lo mundano, pero también la génesis de mi propia identidad personal en su singularidad e individualidad fluyente. Mi identidad como yo, este hombre individualizado y singular aquí en el mundo, es el resultado de una génesis que a su vez es correlativa de la génesis del mundo en la adquisición experiencial que tengo de él.

      5. Sueño y vigilia como problemas constitutivos

      Al inicio advertí que el sueño y la vigilia son eventos que tienen lugar en el mundo, que no solo afectan al hombre, sino a todos los vivientes conscientes, esto es, a todos lo animales, y no solo al hombre. De tales eventos tengo experiencia indirecta, por ejemplo, al ser consciente de manera directa de que tal o cual animal o tal o cual persona duermen, por lo general, en la noche y se despiertan cada mañana, pero ¿cómo se constituye mi experiencia en primera persona de dichos fenómenos en cuanto afecciones de mí mismo?

      En el planteamiento de la pregunta se hace patente el carácter central del sueño y la vigilia con respecto a la constitución del mundo y la autoconstitución de la vida de conciencia. Así como tengo conciencia intuitiva del proceso de quedarme dormido (Einschlafen) como del proceso del despertarme (Erwachen) del sueño, no tengo, por otro lado, el mismo tipo de conciencia al interior del periodo del sueño, esto es, del estar dormido como tal. Es en este sentido que el sueño, así como el nacimiento, la primera infancia y la muerte representan lo que Fink (1988: 67) llamó en la Sexta meditación cartesiana como “problemas límite” de la fenomenología, justamente porque si bien constituyen verdaderos eventos que tienen lugar en el tiempoespacio del mundo que aparece a través de nuestros modos subjetivos de aparición, y en este sentido son fenómenos, no tenemos un acceso directo intuitivo a ellos por lo que su abordaje requiere de una “fenomenología constructiva” (8).

      En otras palabras, estos eventos no nos son propiamente dados desde la perspectiva de nuestra esfera primordial en la que nos hemos instalado en la implementación metódica de la reducción primordial hacia el presente viviente y, sin embargo, esto no significa que nos sean totalmente desconocidos. En efecto, fuera de la reducción primordial y de manera indirecta, sé que ellos tienen lugar en el mundo y, por analogía, en mí mismo, al percibir que, como ya se dijo, los otros duermen, pero también que nacen, son niños pequeños después de ser bebés y antes de ser plenamente niños o que mueren.

      Tales eventos representan para el propio Husserl “casos límite” (Hua XLII: 1), “casos fronterizos” (8) de la fenomenología. Pero, como ha apuntado Nicolas de Warren (2010), es posible llevar a cabo una aproximación fenomenológica hacia el sueño en su relación con la vigilia sobre el suelo de la experiencia, en la medida en que la vida de conciencia ciertamente está atravesada por afecciones que, en un sentido impropio (Warren habla más bien de un sentido “metafórico” –276–), Husserl mismo caracteriza como formas de “sueño” o de “dormirse” y que igualmente se corresponden con un respectivo “despertar”.

      En efecto, mi vida concreta de intereses implica que, si bien puedo tener y ejercer múltiples intereses con respecto a múltiples ámbitos del mundo, múltiples y diversos objetos, pero también múltiples y diversas actividades, esto de ninguna manera significa que todos ellos estén, o que puedan estar, ejecutándose de manera simultánea. Por el contrario, mi vida concreta normal de intereses que transcurre en el tiempoespacio del mundo está organizada a su modo en diferentes tiempos de vida. Así, por ejemplo, en la Crisis, Husserl afirma que tenemos un “tiempo profesional (Berufszeit)” (2008a: 177) al que le corresponden sus respectivas “actividades actualizantes” (178), la duración de una identidad profesional actual y un entorno (Umwelt) con sus respectivos objetos y campos objetivos que poseen un rostro de interés en sintonía con el tiempo profesional en cuestión. Pero en nuestra vida concreta también tenemos tiempo libre, tiempo de juego y tiempo de descanso en el que tienen lugar las “pausas del sueño” (Husserl, 2001: 22). Así, mientras se es carpintero y se ejerce la profesión de fabricar sillas y muebles con madera, no se es dentista o cualquier otra cosa. No obstante, la posibilidad en mí de una modificación por vía de la alteración de intereses puede dar paso a la desactualización de un interés que no simplemente

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