Por el derecho comprender. Henrik López Sterup
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Estas consideraciones iniciales establecen un objeto de estudio muy concreto, pero al involucrar a las personas en calidad de servidores públicos o ciudadanos portadores de la lengua para su comunicación, se hace necesario revisar la posible incidencia de algunos conceptos lingüísticos esenciales como la variación lingüística y los diasistemas, las comunidades lingüísticas y de habla y la importancia del uso frente a la norma lingüística.
Moreno Fernández sostiene que es importante reconocer y comprender el principio general según el cual la lengua es variable, así como sus manifestaciones45. Esto supone entender que los hablantes se valen de distintos elementos para la expresión comunicativa que no necesariamente se mantienen en el tiempo y, a su vez, pueden emplear diferentes estrategias comunicativas para referirse o transmitir un mismo contenido. Con relación a esto, Coseriu comenta que:
Concretamente, existen solo actos lingüísticos (Sprechakte), existe solo el hablar (das wirkliche Sprechen, das Gespräch), la actividad lingüística (Sprechtätigkeit); […] que es de por sí a sistémica, puesto que es perpetua creación de expresiones inéditas correspondientes a intuiciones inéditas, y dentro de la cual la distinción de un sistema más o menos estable no significa comprobación de otra realidad, distinta de los actos lingüísticos […]46.
Cuando comenta los aportes de Humboldt y de Paul, Coseriu sugiere que, desde la perspectiva del primero, se entiende el lenguaje como enérgeia (actividad) y no érgon (producto); y desde la del segundo, se hace una distinción entre procesos reales del lenguaje como el uso y abstracciones como las lenguas, comprendidas como sistemas. En ese sentido, la variación se puede comprender como una parte fundamental de la lengua y el establecimiento de sistemas rígidos será siempre naturalmente superado por el comportamiento de los hablantes y los actos lingüísticos en sí mismos comprobables en el uso. No obstante, aun si el lenguaje es actividad y cualquier sistema es inestable debido a la naturaleza cambiante de su elemento central, la creación de abstracciones es un ejercicio necesario para el estudio científico de la lengua47.
Al retomar los aportes de Moreno Fernández, se observa que la variación puede depender de factores lingüísticos, extralingüísticos, de una mezcla de ambos o de ninguno de ellos. La influencia lingüística sobre la variación es observable en cualquiera de los niveles de la lengua, desde aquellos más profundos como el fonológico y el fonético (estudio de los sonidos de la lengua y sus propiedades acústicas y físicas) hasta los más amplios como el léxico, el semántico o el pragmático (estudio de las palabras, su significado y las intenciones de los hablantes al utilizarlas); mientras que el impacto de elementos extralingüísticos obedece a distintos factores que pueden ser de tipo histórico, geográfico, social o del contexto. Estos factores se pueden abordar desde el concepto de diasistema.
Los factores incidentes en la variación ya eran tratados en su momento por Coseriu quien sugería hablar de diasistema y lo definía como un conjunto de dialectos, niveles y estilos de lenguaje48. No se trata de un sistema en sí mismo (por ejemplo, la lengua española), pero sí de la reunión de sistemas que se relacionan entre sí y que conforman un conjunto que no se establece como lengua unitaria, sino como una lengua concreta en cambio y adaptación constantes (como el español de los abogados, de los periodistas o de los médicos).
Al interior de los diasistemas, la variación puede estar medida por la ubicación espacial (diatopía), las condiciones situacionales de la comunicación (diafasía), las variables sociales (diastratía) o la edad (diageneración). En primer lugar, la diatopía hace referencia a las diferencias de la lengua determinadas por el espacio; las determinaciones que se pueden hacer desde esta perspectiva están asociadas al habla de las personas asentadas en distintos territorios, tal como ocurre con el habla de los bogotanos frente a la de los cartageneros. En segundo lugar, la diafasía corresponde a los elementos o eventos propios del contexto situacional inmediato de la comunicación que permiten establecer diferencias en la lengua, como ocurre cuando un hablante conversa con un amigo cercano y, posteriormente, lo hace frente a un profesor o un desconocido. En tercer lugar, la diastratía se ubica en el plano del contexto social y sus implicaciones se observan en las distintas formas de habla de acuerdo con las clasificaciones socioeconómicas disponibles. Finalmente, el aspecto diageneracional se refiere a la manera en que puede cambiar el lenguaje de acuerdo con la edad de los hablantes.
3.3. La comunidad lingüística y la comunidad de habla
La reunión de personas con características lingüísticas comunes permite hablar de los conceptos comunidad lingüística y comunidad de habla. Por una parte, una comunidad lingüística, según sugiere López Morales, hace referencia a la agrupación de individuos que comparten una misma lengua49. En este sentido, todos los países de habla hispana podrían conformar una gran comunidad lingüística en tanto están unidos por el dominio de un sistema de lengua común. Por otra parte, la comunidad de habla, de acuerdo con Moreno Fernández50, reúne a personas que comparten, además de una lengua, una serie de elementos concretos propios del uso en contextos tales como aquellos que conforman los diasistemas. De esta manera, una comunidad de habla podría estar conformada por hablantes de español dedicados a la construcción, jóvenes estudiantes de secundaria, integrantes de un colectivo social activista u otro grupo específico.
3.4. El uso del lenguaje frente a la norma lingüística
Tal como comenta Pardo Pardo a finales de los años 80 y aún con gran vigencia en la actualidad51, es común ver en los cursos de lingüística que se suelen adoptar los términos de oración correcta, oración bien formada u oración anómala en un sentido prescriptivo de la lengua, es decir, desde una forma orientada a configurar y fortalecer la idea de que existe un “buen” hablar y escribir y, gracias a eso mismo, validar la identificación de determinadas expresiones del lenguaje como “malas” maneras, prácticas o usos para comunicarse. Al mismo tiempo que existen visiones prescriptivistas de la lengua, el concepto se asocia con prácticas sociales, niveles de escolaridad u oficios concretos lo cual crea prejuicios sobre el uso del lenguaje de unos y otros. Bajo estos preceptos, se suele sugerir que las personas con un mayor nivel de formación académica o dedicadas a determinadas labores que implican trabajos concretos (como tareas de oficina) tienen un manejo correcto o mejor del lenguaje frente a los ciudadanos con escasa instrucción educativa o dedicados a labores de trabajo manual o físico.
En contraposición a estas maneras de ver y entender el lenguaje, se desarrollan los estudios de lingüística descriptiva que pretenden, esencialmente, acercarse al lenguaje para estudiarlo desde la observación, el análisis y, como su nombre bien lo indica, la descripción. En este caso, los estudios lingüísticos no buscan determinar pautas para el uso correcto de las lenguas, sino se concentran en exponer la manera en la que se comportan, qué las caracteriza o cómo las utilizan sus hablantes para comunicarse efectivamente.
Antes de aportar una definición del LC, es importante plantear las