Pasquines, cartas y enemigos. Natalia Silva Prada
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El segundo capítulo está enmarcado en la subdisciplina de la historia de las emociones como parte de la historia cultural. Aquí me acerco al estudio del odio y de la ira como pasiones desencadenantes de la enemistad. En cuanto emociones y lenguaje están íntimamente vinculados, se proporciona una reflexión del contexto en el que surgen los conceptos de enemistad y enemigo capital, presentes a su vez en los pleitos por injurias, libelos y asesinatos que se estudian en todo el libro. Se exponen tres casos específicos ocurridos en las gobernaciones de Cartagena y de Santa Marta relacionados con el mundo jurídico y epistolar.
El tercer capítulo se enlaza con el anterior a partir del mundo de la cultura escrita epistolar. La ‘voz del papel’ trata sobre la comunicación política a través del intercambio epistolar entre los vasallos y las máximas autoridades de la monarquía y de la Iglesia: el rey y el papa, intercambio intensamente marcado por la transmisión de noticias de extrema gravedad originadas en conflictos jurisdiccionales y personales. En este capítulo se insiste en la estrecha relación existente entre el proceso comunicativo y el derecho de petición y se muestra y afirma que el flujo de noticias entre España y América estaba mediado por la legitimidad de ese derecho y la denuncia de agravios y escándalos.
El cuarto capítulo es una introducción a las escrituras subversivas y un recorrido panorámico por la historia de dos manifestaciones de la historia social de la escritura: los graffiti y los pasquines. Se presenta una diferenciación entre ambas, se explican los soportes materiales, los autores y los contenidos que las emparentan o las diferencian, así como las fuentes para ubicarlos. Como escrituras subversivas sirven para estudiar tanto la práctica social como el acto político que es implícito a ambas. Se analiza tanto para graffiti como para pasquines o libelos infamatorios el origen y la presencia en América desde tiempos remotos, usando ejemplos de toda la geografía americana.
El quinto capítulo, centrado en el Nuevo Reino de Granada, profundiza tanto regional como conceptualmente los aspectos generales tratados en el capítulo anterior. Se analizan las sanciones jurídicas e históricas a esta práctica, los momentos/lugares de aparición y las motivaciones que guiaban a los autores a hacer públicas las denuncias o las burlas. Se explora, igualmente, el vínculo entre ‘movimientos de opinión’ y aparición de pasquines, así como el concepto de ‘publicística’.
El propósito del sexto capítulo es referenciar los casos más tempranos de libelos que no tuvieron una estricta motivación política, al menos en su origen, sino que obedecían a razones personales y que nos permiten ver la cara cotidiana y violenta de la historia en los primeros tiempos de la colonización neogranadina. Los libelos de vecinos nos acercan al mundo de los celos, la infidelidad, la venganza, la violencia doméstica contra mujeres e indios, la destrucción de la fama y un sinfín de pasiones que se agitaban entre los muros de los poblados recién nacidos como Santafé de Antioquia y Santafé de Bogotá.
Con el séptimo capítulo iniciamos una reflexión particular de las diversas formas que asumió el lenguaje injurioso. Para estudiar el lenguaje visual injurioso este capítulo explora en un recorrido histórico las prácticas del fenómeno en Europa y en Hispanoamérica. Se centra, en particular, en cuatro casos paradigmáticos ocurridos en la segunda mitad del siglo XVI americano en los que se utilizan símbolos visuales denigratorios en iglesias, altares y pasquines. Los casos estudiados se apoyan en documentación muy selecta y de difícil ubicación. Su hallazgo nos permite explorar los significados de las imágenes en los que hubo apropiación de símbolos inquisitoriales —para tachar de judíos a los vecinos de los poblados— y las formas en que pudieron haberse difundido.
El octavo capítulo trata tanto del lenguaje visual insultante como del auditivo. Como no eran prácticas escritas son más difíciles de historiar, pero en ocasiones se las encuentra vinculadas a expresiones escritas, lo cual proporciona nuevas posibilidades al conocimiento profundo del lenguaje injurioso. Se referencia el uso de cuernos, matracas o cencerros, cantaletas, apostillas, redomazos y sambenitos en la geografía americana y se estudia en particular un caso de uso de cuernos a partir de un proceso criminal de un suceso ocurrido en Santafé de Bogotá en 1563.
El libro se cierra con un capítulo dedicado al estudio de una expresión extrema del lenguaje emocional, aquella que terminaba no solo en asesinato sino en muertes provocadas siguiendo rituales simbólicos que parecen aumentar el concepto de delito atroz del cual ya formaba parte, dentro de las clasificaciones de la época, el homicidio. Se estudian tres casos ocurridos respectivamente en Santafé de Bogotá y en Quito, el primero en la segunda mitad del siglo XVI y el segundo y tercero en los primeros años y mediados del siglo XVII. En dos de los tres casos existió un estrecho nexo entre la publicación de pasquines y los homicidios referidos.
La historia cultural es una subdisciplina joven de la Historia y por lo tanto tiene aún enormes potencialidades de desarrollo. He escrito este libro consciente de la necesidad de impulsar el conocimiento más profundo de las formas de interacción humana en los siglos XVI y XVII del territorio americano en general y neogranadino en particular. De manera específica, la historia cultural del lenguaje es una perspectiva metodológica que busca articular y resignificar las palabras, acciones y emociones de individuos y colectivos anónimos que otras escuelas historiográficas han pasado por alto o que consideraban dichas palabras, acciones y emociones como constitutivas de un periodo en el que estas se explicaban como parte de conductas erráticas o de sistemas sociales y políticos caóticos y poco estructurados.
Esta investigación es un aporte específico al estudio, conocimiento y contextualización de las expresiones, lugares y circunstancias en las que se manifestaba el lenguaje injurioso, y por lo tanto el conflicto, poniendo en evidencia un amplio conjunto de prácticas en las que estos se explicitaban, tales como los graffiti, los pasquines, las cartas y los homicidios, prácticas que a su vez constituyen fuentes históricas para desentrañar la enorme e impactante riqueza del lenguaje verbal, visual, simbólico e incluso auditivo. En este libro se sistematizan las diversas formas del lenguaje de humillación y se contextualiza desde un nuevo ángulo la importancia que las sociedades de la edad moderna concedían al honor y al prestigio. De manera paralela, el estudio reitera constantemente la existencia de una cultura política que tenía un lenguaje y unas expresiones que le eran propias.
De la que François-Xavier Guerra llamó “política antigua”4 o del antiguo régimen yo derivo la expresión “cultura política antigua/tradicional”,5 la cual entiendo como el conjunto de discursos (escritos y verbales) y prácticas estratégicas (simbólicas y de representación) por los cuales se daba una participación en la vida política, tanto de los sectores cultos de la sociedad como de aquellos que no formaban parte de la esfera política formal. La aproximación a la historia de la cultura política permite estudiar y entender los mecanismos y significados de los reclamos y las formas de participación en la vida política. En mis investigaciones me centro, en particular, en las prácticas de disenso que revelan la existencia de una dinámica esfera pública en los siglos xvi y xvii,6 la cual defino como aquellos espacios nacidos de las tensiones sociopolíticas que generaban un ambiente de discusión en la vida local, regional e incluso imperial. En este estudio me remito en particular a mecanismos generadores de esa esfera pública, como eran los de la suplicación real —un instrumento legítimo— y a su expresión contraria e ilegítima, el uso de escrituras y manifestaciones simbólicas subversivas. François-Xavier Guerra en su texto “De la política antigua a la política moderna” no se refería aún al concepto ‘cultura política’, pero este es homólogo a lo que él consideraba ‘formas de acción’ política, las cuales operaban en la vida política ordinaria como parte del “juego de influencias y relaciones para obtener decisiones favorables o para obstaculizar las adversas”,7 que desencadenaban en una multiplicación de pleitos. A las formas ordinarias de acción política se sumaban las extraordinarias que aparecían en momentos de fuertes tensiones y que en calles y plazas se manifestaban en forma de rumores, pasquines, motines