Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego

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Memorias de Idhún. Saga - Laura  Gallego Memorias de Idhún

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ladeó la cabeza y entrecerró los ojos. Era cierto, podía sentir con claridad que las piedras centenarias parecían rezumar energía y la torre entera palpitaba casi imperceptiblemente.

      —No lo entiendo. ¿Yo he hecho esto? No puede ser.

      —Te subestimas, Victoria. Dentro de ti hay mucho más de lo que tú conoces.

      —Pero... ¿por qué yo?

      —Porque eres la única criatura en el mundo capaz de extraer la energía de Alis Lithban. No queda nadie más como tú. Eres la última de tu especie.

      —No sé... de qué me estás hablando.

      Esperó que él se explicara, pero no lo hizo. Siguió contemplándola, y Victoria se vio obligada a romper de nuevo el silencio.

      —No es por eso, ¿verdad? –musitó, con los ojos llenos de lágrimas–. Es un castigo por lo que te hice. Porque te dejé solo.

      Kirtash sonrió con indiferencia.

      —¿Qué te hace pensar que me importas tanto como para querer vengarme de ti?

      Victoria ladeó la cabeza y cerró los ojos.

      —No, es verdad. Jamás debí quitarme el anillo. Te perdí para siempre, pero lo peor es que... te abandoné. Por eso... me merezco todo esto que me estáis haciendo, ¿no es cierto? Lo diste todo por mí y yo te fallé a la primera oportunidad. Gerde tenía razón: no te merezco.

      —Victoria, eres muy superior a Gerde, en todos los aspectos –dijo él; pero no lo dijo con calor ni con cariño, sino con la voz desapasionada de quien describe los resultados de una operación matemática–. Eres lo que eres, y yo te respeto como a una igual. Por eso estoy aquí, hablando contigo. Si fueses una humana cualquiera, o incluso un hada como Gerde, no perdería mi tiempo contigo.

      —Pero vas a matarme, a pesar de todo. Kirtash se encogió de hombros.

      —Así es la vida.

      —Sigo sin entender qué haces aquí.

      —Aprovechar tus últimas horas para aprender de ti. No tendré otra oportunidad porque, como ya te dije, eres única en los dos mundos.

      —¿Qué esperas aprender? Soy yo la que he aprendido de ti... tantas cosas...

      Kirtash no contestó. Acercó la mano al rostro de Victoria, y algo relució en la frente de ella como una estrella, iluminando el rostro del shek con su suave resplandor. Kirtash apartó la mano, y la luz de la frente de Victoria menguó, pero no se apagó.

      —Ya has despertado –observó él, con suavidad. Alzó la mano de nuevo y le acarició la mejilla.

      —Esa luz de tus ojos... –comentó–. Me gustaría saber de dónde procede.

      La miró a los ojos, y Victoria trató de transmitirle todo lo que sentía con aquella mirada. Pero en los ojos de Kirtash no había afecto, sino simple curiosidad.

      —Ojalá pudiera volver atrás –dijo Victoria–. Ojalá no me hubiera quitado nunca ese anillo. Daría lo que fuera... por recuperarte, por tener otra oportunidad...

      Kirtash sacudió la cabeza.

      —Victoria, no vale la pena que te tortures de esa manera. No te va a llevar a ninguna parte. Soy un shek y no puedo sentir nada por ti.

      —Dime al menos que me perdonas. Por favor, dime que no me guardas rencor. Después puedes matarme si quieres, pero...

      —No te guardo rencor –dijo él–. Ya te he dicho que no siento nada por ti.

      —Entonces –susurró ella–, ¿por qué yo no puedo dejar de quererte?

      Kirtash la miró, pensativo, pero no respondió. Se volvió hacia la puerta, unas centésimas de segundo antes de que llegara Ashran.

      La figura del Nigromante se recortaba, sombría y amenazadora, contra la luz que provenía del pasillo. Se había detenido en la puerta y observaba a Kirtash con una expresión indescifrable.

      —Kirtash –su voz rezumaba ira contenida, y Victoria sintió un escalofrío–, ¿qué estás haciendo?

      El joven se incorporó y le devolvió una mirada serena.

      —Solo quería... –empezó, pero se interrumpió a mitad y frunció el ceño, un poco desconcertado.

      —Ya veo –replicó Ashran–. Apártate de ahí. No quiero volver a verte cerca de esa criatura. Y mucho menos a solas.

      —¿No confías en mí, mi señor? –preguntó el muchacho con suavidad.

      —Es en ella en quien no confío.

      Victoria sonrió para sus adentros, pero se le encogió el corazón al ver que Kirtash asentía, conforme, y se alejaba de ella. Vio también que Gerde había entrado en la estancia y estaba encendiendo de nuevo las antorchas con su magia. Kirtash dirigió a su padre una mirada interrogante.

      —Nos atacan –dijo Ashran solamente.

      —¿Qué? –pudo decir Victoria–. ¿Quién?

      Nadie le prestó atención.

      —Imaginaba que intentarían algo así –comentó Kirtash–. Aunque es un ataque desesperado. No tienen ninguna posibilidad, y lo saben.

      —Tampoco tienen ya nada que perder –dijo Ashran, echando una breve mirada a Victoria, amarrada a la plataforma–. Saben que tenemos a la muchacha y que, si muere, su última esperanza morirá con ella.

      —Pero, ¿cómo pueden haberlo adivinado? –intervino Gerde, frunciendo el ceño.

      —Estamos resucitando el poder de la torre de Drackwen –explicó Kirtash–. Eso no es tan difícil de detectar. Habrán adivinado enseguida cómo lo estamos haciendo.

      —Reúne a tu gente y organiza las defensas, Kirtash –ordenó Ashran–. Gerde y yo reforzaremos el escudo en torno a la torre.

      —Para eso vamos a necesitar mucha más energía –hizo notar Gerde–. ¿Qué pasará si ella no lo aguanta?

      Las pupilas plateadas de Ashran se clavaron en Victoria, que se estremeció de terror.

      —Que morirá –dijo simplemente–. Pero, al fin y al cabo, eso era lo que pretendíamos desde el principio.

      Gerde sonrió; asintió y se dirigió hacia la plataforma. Victoria entendió lo que estaba a punto de pasar.

      —¡No! –gritó, debatiéndose, furiosa; pero solo consiguió que las cadenas se clavasen más en su piel–. ¡No os atreváis a volver a...! ¡No lo permitiré!

      Quiso llamar a Kirtash, pero el joven ya salía de la habitación, sin mirar atrás. Sin embargo, Victoria oyó la voz de él en su mente: «Vas a tener que esforzarte mucho, Victoria. Puede que incluso tu cuerpo no lo soporte esta vez. Pero piensa en Jack. Eso te dará fuerzas».

      Ella

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