Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego

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Memorias de Idhún. Saga - Laura  Gallego Memorias de Idhún

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libro escrito en un idioma desconocido. El volumen, que tiene cientos de años de antigüedad, fue hallado en el interior de una vasija en el transcurso de unas excavaciones arqueológicas cerca de Dingwall, en Escocia».

      —¿Y por qué no lo han llevado a un museo? –dijo Victoria.

      —Aquí dice que un investigador, un tal Peter Parrell, está seguro de poder descifrar lo que dice. Pero no da muchos detalles.

      —Y ya no podrá darlos –dijo Alsan–, porque, si él tenía el libro, a estas alturas seguro que está muerto.

      Victoria asintió.

      —Mirad esta otra noticia. Es de hace tres días, y habla de la desaparición del libro... y de Parrell.

      —¿La desaparición de Parrell? –repitió Jack–. ¿Quieres decir que no saben si está muerto?

      —Kirtash nunca deja huellas de su paso, así que no es de extrañar que no hayan encontrado ningún cuerpo. Lo darán por desaparecido, pero jamás podrán probar que murió.

      Jack se estremeció, pensando en sus padres. Shail le había dicho que la policía no había encontrado nada en su casa. Simplemente... todos habían desaparecido. Incluido el perro. Kirtash mataba, pero no dejaba cuerpos tras de sí. ¿Qué hacía con ellos? El muchacho tragó saliva al preguntarse, una vez más, qué habría sido de sus padres. Todavía se le hacía raro pensar que hubiesen muerto; pero, ahora que ya se había hecho a la idea, le inquietaba no tener un lugar donde ir a llorarles.

      —Espera –murmuró Shail, mirando fijamente la pantalla–. ¿Puedes hacer más grande esa imagen?

      Antes de que Victoria pudiera contestar, él mismo se apoderó del ratón y pinchó sobre la fotografía. La portada del libro misterioso se hizo más grande, y Shail se acercó más al monitor para intentar descifrar los símbolos que aparecían en ella.

      —¿Entiendes lo que dice? –preguntó Victoria.

      Tras un breve silencio, el rostro de Shail se ensombreció.

      —¡Sagrada Irial! –exclamó–. Si es cierto lo que dice ahí, eso es el Libro de la Tercera Era, escrito por los magos idhunitas que se exiliaron a la Tierra hace siglos. Se supone que es un diario que recoge sus experiencias en este mundo, nuevo para ellos...

      —¿Qué tiene eso de importante? –cortó Jack.

      —Verás, Jack, esos magos se llevaron consigo objetos mágicos de gran valor. Algunos regresaron y otros no. Si ese libro es lo que dicen las crónicas que es, sin duda podrá dar al que lo lea alguna pista sobre los objetos que se perdieron. Me parece que ya empiezo a comprender por qué Kirtash tenía tanto interés en conseguirlo. No cabe duda de que está al tanto de lo que pasa en el mundo. Reconozco que esta noticia se me había pasado por alto.

      —Está claro que tenemos que ir cuanto antes a investigar esto –dijo Alsan, ceñudo.

      Jack desvió la mirada. Seguía sin atreverse a pedir que le reservasen un puesto en aquella misión.

      —Jack –dijo entonces Alsan–. Ve a tu cuarto y coge algo de abrigo. Victoria y tú venís con nosotros.

      El chico alzó la cabeza, sorprendido. También Victoria se había quedado sin habla. Los dos miraron a Alsan y después a Shail, inseguros. El mago sonreía, pero fue Alsan quien explicó:

      —En realidad, no vamos a ir a luchar, sino solo a investigar. Nos vendrán bien vuestros conocimientos; al fin y al cabo, es vuestro mundo. Y los dos sois parte de la Resistencia.

      —Además –añadió Shail–, seguro que Kirtash ya no anda por allí. Estará tratando de descifrar el libro.

      Jack y Victoria cruzaron una mirada ilusionada. El chico reprimió un grito de alegría.

      Por fortuna, el cielo sobre Londres estaba cubierto por un denso manto de nubes grises. Jack estaba seguro de que, de haber lucido el sol, le habría cegado. Y aun así ahora caminaba parpadeando, con la vista baja, mientras se acostumbraba de nuevo a la luz del día.

      Shail se detuvo para mirarlo.

      —Estoy bien –dijo el chico antes de que el mago pudiese hacer ningún comentario.

      Shail movió la cabeza.

      —Vaya, Alsan, creo que Jack ya llevaba demasiado tiempo encerrado en Limbhad –le dijo a su amigo–. Un poco más y habría acabado convertido en un vampiro.

      —No sé lo que es un vampiro –replicó Alsan, que iba en cabeza, sin volverse.

      Shail suspiró con infinita paciencia, y Jack sonrió. El joven mago había estudiado con entusiasmo la historia, mitos, tecnología y costumbres de los distintos pueblos de la Tierra. Alsan, en cambio, seguía anclado en su mundo y en su forma de vida. Aunque avanzaba a través de las calles con el orgullo y dignidad que le caracterizaban, los demás podían notar que se sentía incómodo con la ropa terráquea que había tenido que ponerse para no llamar la atención en la ciudad.

      El Alma los había llevado hasta allí al instante, pero los había hecho aparecer en algún lugar algo más apartado, lejos de miradas indiscretas. Pronto, sin embargo, llegaron a la biblioteca. Atravesaron el pórtico de entrada y, una vez en el patio, Jack, ya acostumbrado a la luz, alzó la cabeza para contemplar el imponente edificio. Vio el lugar donde su conciencia se había encontrado con Kirtash, noches atrás, y una oleada de sentimientos lo invadió: miedo, rabia, odio, desesperación...

      Victoria lo rescató, diciéndole con suavidad:

      —Vamos, Jack, tenemos que entrar.

      Jack volvió a la realidad. Los ojos de Victoria estaban fijos en él y lo miraban como si de verdad ella pudiese comprenderle sin necesidad de palabras. Jack le sonrió, agradecido. Cada día descubría cosas nuevas y sorprendentes acerca de aquella chica.

      —Claro –dijo solamente, y se apresuró a seguir a Shail y Alsan al interior del edificio.

      —Bueno –dijo Victoria en voz baja, cuando se reunieron con sus amigos en el enorme hall de la biblioteca–. Y ahora, ¿qué hacemos?

      —Hay una Sala de Lectura de Manuscritos y Libros Raros –informó Jack, estudiando un plano de la biblioteca–. Yo creo que podríamos empezar por ahí.

      Shail asintió.

      —A mí me gustaría curiosear un poco en las zonas que no están abiertas al público. Oficinas, despachos, cosas así. Puedo utilizar un hechizo de invisibilidad o de camuflaje.

      —Me parece bien –dijo Alsan–. Jack, tú y Victoria id a esa sala, a ver qué averiguáis. Shail y yo iremos juntos.

      Acordaron encontrarse un rato más tarde en la entrada para comentar lo que hubieran descubierto. Habían decidido no preguntar directamente por el Libro de la Tercera Era, para no levantar sospechas, pero Jack tenía otros medios de conseguir información.

      Los dos amigos se dirigieron a la sala de lectura de manuscritos y libros raros. Se detuvieron un momento en la puerta, impresionados por lo grande que era. En un silencio absoluto, estudiantes, investigadores y bibliófilos en general estaban absortos en el estudio de diversos

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