Inteligencia social. Daniel Goleman

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Inteligencia social - Daniel Goleman Ensayo

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con gran facilidad gracias a la participación de una clase muy especial de neuronas.

       LOS ESPEJOS NEURONALES

      Aunque no debía tener más de dos o tres años, todavía conservo muy vivo el siguiente recuerdo. Caminaba con mi madre por el pasillo de la tienda de comestibles cuando una mujer me sonrió con ternura y mi boca esbozó de forma automática una sonrisa. Ese día sentí claramente que mi inesperada sonrisa no procedía de mi interior, sino de fuera, como si mi rostro fuese una simple marioneta movida por hilos invisibles que tiraban de mis músculos.

      Hoy en día sé que esa inesperada reacción fue una consecuencia de la actividad de las llamadas “neuronas espejo” de mi joven cerebro. Porque la función de las neuronas espejo consiste precisamente en reproducir las acciones que observamos en los demás y en imitar –o tener el impulso de imitar– sus acciones. En estas neuronas se asienta, en suma, el mecanismo cerebral que explica el viejo dicho «Cuando sonríes, el mundo entero sonríe contigo».

      Es muy probable que los grandes senderos de la vía inferior discurran a través de este tipo de neuronas. Hay muchos sistemas de neuronas espejo y, con el paso del tiempo, seguramente se descubrirán muchas más.

      Estas neuronas wifi son el fruto de un descubrimiento accidental. El hallazgo se produjo en 1992, cuando los neurocientíficos que estaban cartografiando el mapa del área sensoriomotora del cerebro de un simio utilizaron electrodos tan minúsculos que podían ser implantados para activar una sola neurona y vieron las células que se activaban durante un determinado movimiento.6 La investigación demostró la gran especificidad de las neuronas de esta región, porque algunas de ellas se ponían en funcionamiento cuando el simio cogía algo con sus manos, mientras que otras sólo lo hacían cuando, por el contrario, lo dejaba.

      Lo realmente asombroso, sin embargo, sucedió la calurosa tarde en que un auxiliar entró en el laboratorio con un helado de cucurucho. Los científicos se sorprendieron al descubrir la activación de una célula cerebral en el mismo instante en que el simio vio que el auxiliar se acercaba el helado a los labios. Entonces fue cuando se dieron cuenta de la activación de un conjunto diferente de neuronas, en el momento en que el simio simple- mente observaba a otro simio o a uno de los experimentadores haciendo un determinado movimiento.

      A ese primer hallazgo de las neuronas espejo en el cerebro de los simios le siguió su descubrimiento en el cerebro humano. En un estudio muy interesante, en el que un electrodo del tamaño de un láser controlaba la activación de una sola neurona en una persona despierta, se observó la excitación de la neurona tanto cuando la persona anticipaba el dolor de un pinchazo como cuando veía que alguien recibía un pinchazo, por ejemplo, en una especie de una instantánea neuronal de los rudimentos de la empatía.7

      Muchas neuronas espejo se encuentran en el córtex premotor, que gobierna actividades que van desde el lenguaje hasta el movimiento y la simple intención de actuar. De este modo, el hecho de que se hallen junto a las neuronas motoras implica que las regiones cerebrales desencadenantes de un determinado movimiento pueden verse fácilmente movilizadas por la observación de alguien ejecutando ese mismo movimiento.8 El ensayo mental de una determinada acción –como imaginarnos pronunciando una conferencia o visualizando los delicados movimientos que intervienen en un swing de golf– estimula las mismas neuronas de la corteza premotora que se activan cuando efectivamente pronunciamos una conferencia o ejecutamos ese swing. Desde una perspectiva neurológica, simular un acto es lo mismo que realizarlo sólo que, en el primer caso, la ejecución real se encuentra, por así decirlo, inhibida.9

      Las neuronas espejo se activan cuando vemos que alguien, por ejemplo, se rasca la cabeza o se enjuga una lágrima, de modo que parte de la activación neuronal de nuestro cerebro imita la suya. Y esto transmite a nuestras neuronas motoras la información de lo que estamos viendo, permitiéndonos participar en las acciones de otra persona como si fuésemos nosotros quienes realmente las estuviésemos ejecutando.

      Son muchos los sistemas de neuronas espejo que alberga el cerebro humano. Algunos se ocupan de imitar las acciones de los demás, mientras que otros se encargan de registrar sus intenciones, interpretar sus emociones o comprender las implicaciones sociales de sus acciones.10 Cuando, por ejemplo, voluntarios que están conectados a una RMNf contemplan un vídeo que muestra el semblante ceñudo o risueño de otra persona, las regiones que se activan en su cerebro son las mismas que operan en la persona que experimenta la emoción aunque, obviamente, no de un modo tan intenso.11

      El fenómeno del contagio emocional se asienta en estas neuronas espejo, permitiendo que los sentimientos que contemplamos fluyan a través de nosotros y ayudándonos así a entender lo que está sucediendo y a conectar con los demás. “Sentimos” al otro, en el más amplio sentido de la palabra, experimentando en nosotros los efectos de sus sentimientos, de sus movimientos, de sus sensaciones y de sus emociones.

      La habilidad social depende de las neuronas espejo. Por un lado, el hecho de resonar con lo que advertimos que sucede en otra persona nos predispone a dar una respuesta rápida y adaptada. Por otro, las neuronas responden a los más pequeños indicios de la intención de moverse y nos ayudan así a rastrear la motivación que la alienta.12 Y es que el hecho de experimentar las intenciones de los demás –y su motivación– nos proporciona una información socialmente valiosa para aventurar, como camaleones sociales, lo que puede suceder a continuación.

      Las neuronas espejo son esenciales en el aprendizaje infantil. Hace ya tiempo que sabemos que el aprendizaje por imitación constituye el principal camino del desarrollo infantil, pero el descubrimiento de las neuronas espejo explica el modo en que los niños pueden aprender a través de la mera observación. Así, la observación va grabando en su cerebro un repertorio de emociones y conductas que le permiten conocer cómo funciona el mundo.

      Las neuronas espejo del ser humano son mucho más flexibles y diversas que las de los simios, reflejando así nuestras habilidades sociales más sofisticadas. Al imitar lo que otra persona siente o hace, las neuronas espejo establecen un ámbito de sensibilidad compartida que reproduce en nuestro interior lo que ocurre fuera. De esta manera entendemos a los demás convirtiéndonos, al menos parcialmente, en ellos.13 Esta sensación virtual de lo que alguien está experimentando coincide con una noción emergente en el campo de la filosofía de la mente, según la cual entendemos a los demás traduciendo sus acciones a un lenguaje neuronal que nos predispone a ejecutar sus mismas acciones y, de ese modo, nos permite sentir lo mismo que él está sintiendo.14

      Dicho con otras palabras, yo entiendo sus acciones creando de ellas un modelo en mi cerebro. Como dice Giacomo Rizzolatti, el neurocientífico italiano que descubrió las neuronas espejo, estos sistemas «nos permiten entender lo que sucede en la mente de los demás no a través del razonamiento y el pensamiento conceptual, sino de la simulación directa y el sentimiento».15

      La activación paralela de dos circuitos neuronales diferentes a través de la vía inferior nos proporciona la sensación inmediata de lo que realmente importa en un determinado momento, lo que genera la sensación de inmediatez intercerebral que la neurociencia ha denominado “resonancia empática”.

      Los signos externos de esos vínculos internos han sido minuciosamente descritos por Daniel Stern, psicólogo americano que trabaja en la Universidad de Ginebra y lleva décadas observando sistemáticamente la relación entre madres e hijos. Científico evolutivo de la tradición de Jean Piaget, Stern también se ha dedicado a explorar otro tipo de relaciones adultas, como las que se dan entre amantes o entre psicoterapeuta y paciente.

      Sus investigaciones han llevado a Stern a concluir que nuestro sistema nervioso «está construido para ser registrado

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