La misión liberadora de Jesús. Darío López R.
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Esta provincia carenciada fue el espacio geográfico que Jesús escogió para comenzar a predicar la buena noticia del reino de Dios (Mr 1.14–15; Mt 4.12–25). De acuerdo con un autor:
Jesús, el Galileo […] anuncia su mensaje desde la insignificancia y la marginalidad. Desde los pobres y despreciados llega la palabra de amor universal del Dios de Jesucristo. Esa misión lo encamina a la confrontación con los grandes de su pueblo que residen en Judea, concretamente en Jerusalén. (Gutiérrez 1989: 197)
Así fue, en efecto. Desde el comienzo de la historia de Jesús, Lucas acentúa la predilección de Dios por los pobres y los excluidos. Los dos primeros capítulos dan testimonio de esa realidad. Personas de la periferia, como el sacerdote Zacarías y la anciana estéril Elisabet, la campesina María, el anciano Simeón, la anciana profetisa Ana y los despreciados pastores de las montañas de Judea, fueron los primeros testigos del cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento referidas al Mesías. Fueron testigos del comienzo del tiempo de liberación anhelado por los judíos piadosos que esperaban la consolación de Israel y la redención en Jerusalén (2.25, 38).
Más aún, los evangelios sinópticos indican que Jesús comenzó su misión liberadora en Galilea, anunciando la buena noticia del reino de Dios en los pueblos y aldeas de la región (Mt 4.12–23; Mr 1.14–15; Lc 4.14, 16, 43–44)17. Mateo y Marcos señalan que Jesús, luego de enterarse de que Juan el Bautista estaba preso, regresó a Galilea (Mt 4.12; Mr 1.14). Lucas registra que Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea y que en la aldea de Nazaret expuso públicamente su plataforma mesiánica (4.16–30). A orillas del lago de Galilea llamó a sus primeros discípulos (Mt 4.18–25; Mr 1.16–20). Luego de su resurrección se apareció a sus discípulos en Galilea (Mt 28.16; Mr 16.6–7). Allí les dio el encargo misionero de hacer discípulos en todas las naciones (Mt 28.16–20). Toda esta información puede explicar por qué se afirma que «el movimiento de Jesús estuvo anclado originariamente en el campo […] y era un movimiento galileo» (Theissen 1976: 47)18. Así parece indicarlo Lucas en su referencia a las mujeres galileas que habían seguido a Jesús, quienes permanecieron al pie de la cruz y fueron las primeras testigos de su resurrección (Lc 23.49, 55; 24.1–10). Además, se debe tener en cuenta que Lucas y los otros evangelios sinópticos registran que la gente pensaba que se trataba de un movimiento formado por galileos (Mt 26.69–73; Mr 14.70; Lc 22.59; Hch 2.7).
A la luz de la información que proporcionan los evangelios, así como de los datos que se tienen sobre las condiciones sociales y políticas de Galilea19, se puede afirmar que la opción galilea de Jesús enunciada en su plataforma mesiánica (4.16–30) y reiterada en la respuesta que dio a los mensajeros de Juan el Bautista (7.18–22), no fue circunstancial o casual. Fue una clara opción por los pobres, los excluidos y los oprimidos. Fue una opción por las víctimas de todas las injusticias. Fue una opción en favor de la vida que provocó continuos desencuentros con los representantes de la religión establecida que planificaron matar al predicador galileo (Mt 12.14). Los agentes del anti-reino y de la anti-vida no toleraban la práctica misionera liberadora de Jesús de opción preferencial por los desheredados, la propuesta de liberación integral que provenía desde la oscura región de Galilea, la buena noticia del reino de Dios proclamada por un despreciado galileo (Mt 13.54–55; Mr 6.2–3; Lc 4.22).
La opción galilea de Jesús subraya entonces que, desde la solidaridad con los indefensos de la sociedad y las víctimas de las violencias, desde un compromiso hondo con los menospreciados del mundo, desde los pobres de la tierra, comenzó a proclamarse la buena noticia del reino de Dios. El pregón del reino empezó a proclamarse en Galilea, desde la marginalidad y la insignificancia, y se fue difundiendo desde el mundo de los pobres y los excluidos hacia el centro del poder. La buena noticia del reino de Dios fue avanzando desde Galilea a Jerusalén y desde Palestina a Roma. La opción galilea de Jesús nos recuerda que anunciar el reino de Dios es «restaurar la vida, prometer la vida, celebrar la vida» (Arias 1998: 59). Pero ¿cómo restaurar, prometer y celebrar la vida en un contexto de violencia institucionalizada contra los pobres y los excluidos?
En mi caso, la respuesta a la pregunta «¿por qué Galilea?», rediseñó mi comprensión de la misión cristiana y, consecuentemente, mi práctica pastoral y mi compromiso ciudadano. Comencé a plantearme preguntas que debían ser respondidas con acciones sociales y políticas concretas en favor de las víctimas de la injusticia legalizada: ¿Cuál tiene que ser la opción misionera de las iglesias pentecostales? ¿La justicia de los que detentan el poder político utilizando el dinero y las armas o la justicia del reino de Dios que exalta a los humildes y derriba de su trono a los poderosos? ¿Una teología legitimadora y justificadora de las opciones de muerte maquilladas con un discurso religioso o una teología de la vida bajo el impulso del Espíritu de vida? ¿Debe ser nuestra opción misionera el silencio cómplice cuando se asesina vilmente a cientos de seres humanos indefensos, la indiferencia frente al escándalo de la pobreza y la pobreza extrema, o la pasividad cuando cientos de seres humanos mueren de hambre o no tienen un trabajo digno y viven en condiciones infrahumanas?
La misión liberadora de Jesús
Examinando el Evangelio de Lucas descubrí que cuatro ejes temáticos estaban conectados con la misión liberadora de Jesús y vertebraban su opción galilea. Cada uno de estos temas tenía connotaciones sociales y políticas concretas que desafiaban mi compromiso pastoral y mi acción ciudadana. ¿Cuáles son estos ejes temáticos y cuáles sus implicaciones sociales y políticas para la misión liberadora de las iglesias evangélicas en sus realidades misioneras concretas?
El manifiesto mesiánico de Nazaret
La declaración mesiánica de Jesús (4.16–30), con su eco combinado del Éxodo y del Jubileo (Wright 2006: 309), es un texto clave en el cual se perfila y sintetiza la misión liberadora de Jesús20, misión liberadora que se concretiza en su opción galilea.
Sobre el manifiesto mesiánico de Jesús, siguiendo la opinión de Robert McAfee Brown, Gustavo Gutiérrez sostiene que se trata de «un texto que cumple en el Evangelio de Lucas una función semejante al del Éxodo en el Antiguo Testamento. Ambos expresan la voluntad liberadora de Dios» (Gutiérrez 1989: 40). ¿Cuál es el contenido y el alcance liberador de la declaración mesiánica de Jesús? Para Gustavo Gutiérrez:
En un pasaje del Evangelio de Lucas que nos es muy familiar (4.16–20), Jesús, valiéndose de un texto del profeta Isaías (61.1–2 y 58.6), da cuenta pública de su programa […] Con este pasaje de su evangelio, Lucas nos presenta el comienzo del ministerio de Jesús […] Lucas aprovecha la escena de la visita a Nazaret, que nos cuentan también Mateo y Marcos (13.53–58 y 6.1–6), para decirnos en qué consistirá la obra mesiánica y pone además esmero en hacer ver su alcance universal […]. Las diferentes situaciones humanas enunciadas (pobreza, cautividad, ceguera, opresión) aparecen como expresiones de muerte […] En este texto programático encontramos por consiguiente la disyuntiva muerte-vida, central en la revelación bíblica, frente a la cual […] se nos exige una opción radical. (Gutiérrez 1989: 39–40, 41–42)
John Yoder, por su parte, sostiene que:
El pasaje de Isaías que Jesús utiliza aquí para aplicarlo a sí mismo, no sólo es uno de los más explícitamente mesiánicos; es también el que establece las expectativas mesiánicas en los términos sociales más expresivos […] Es muy posible que el año aceptable del Señor en el libro del profeta, se refiera a algún evento en particular hacia el fin de la era, o en el futuro inmediato de los cautivos de Babilonia (o a ambos); pero para el judaísmo rabínico y, por lo tanto, para los oyentes de Jesús, es más probable que no significara ninguno de los dos, sino el año del jubileo, el