Historia de la República de Chile. Juan Eduardo Vargas Cariola

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Historia de la República de Chile - Juan Eduardo Vargas Cariola Historia de la República de Chile

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dictó en el país. Al respecto, dice que el nuevo profesor presentaba la asignatura como una disciplina científica, con las características de una “ciencia exacta” y que los cinco años de enseñanza que impartió “ejercieron una grande influencia en la juventud […], y todos [sus discípulos] adquirieron nociones correctas de esta ciencia y han contribuido a la propagación de los principios de libertad industrial”814.

      Como asesor del Ministerio de Hacienda, tuvo activa participación en la labor legislativa que llevó adelante el gobierno de Manuel Montt. Colaboró con informes, redacción de proyectos y de proposiciones referentes a legislación en materia monetaria, de aduana y bancaria, así como a la modernización de la contabilidad en las oficinas fiscales y al perfeccionamiento del proyecto de Código de Comercio. Paralelamente, realizó una activa labor de difusión de sus ideas económicas a través de la prensa y en ocasiones dio muestras de sus cualidades de polemista, que ya habían quedado de manifiesto en su etapa europea. Su prestigio indiscutido llevó a que fuera incorporado por unanimidad como miembro de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad. Y sus escritos y opiniones gozaban de gran consideración, al punto de ser utilizados con frecuencia como argumentos de autoridad en los debates parlamentarios815. En suma, desde la llegada de Courcelle Seneuil, las ideas librecambistas experimentaron una amplia difusión y cada vez ganaron mayor adhesión en los sectores dirigentes del país. La legislación que se dictó a partir de esos años en los ámbitos mercantil y financiero se inspira, por lo general, en los principios del liberalismo clásico, en una muestra evidente del cambio que se había operado en la mentalidad de la clase gobernante, del que Courcelle Seneuil era en gran parte responsable.

      Con todo, la labor que pudo desarrollar el economista francés no explica por sí sola la rápida penetración y amplia aceptación de los principios del liberalismo económico por parte de la mayoría de la elite intelectual, política y empresarial de la segunda mitad del siglo XIX. Hay razones que van más allá de lo doctrinario para explicar el abandono de las políticas proteccionistas y el abrazo del librecambio. El factor fundamental tiene que ver con los cambios experimentados en el desarrollo económico del país desde la Independencia y que se acentuaron al promediar la centuria. Como se ha indicado, se había heredado del periodo monárquico un sistema proteccionista que se mantuvo en las primeras décadas de la Independencia no tanto por cuestión de principios, sino fundamentalmente por razones hacendísticas. El fisco necesitaba ingresos y estos provenían sobre todo de los derechos que pagaba el comercio exterior. La coyuntura económica favorable que se generó desde fines del decenio de 1840 acentuó la tendencia que mostraba la economía en cuanto dependiente de aquel sector. La producción agrícola y minera tuvo un brusco crecimiento por esos años y esto obedeció a la demanda externa, como lo reflejan las cifras de las exportaciones816. En la medida en que el intercambio internacional crecía, las disposiciones que dificultaban su desarrollo fueron vistas como un obstáculo que debía alzarse, a la vez que se abogaba por normas que estimularan ese comercio. Por lo mismo, fueron los representantes del sector exportador quienes iniciaron las acciones destinadas a introducir cambios en la legislación, antes por cierto de que Courcelle Seneuil llegara a Chile817. En ese aspecto desempeñaron un papel significativo los comerciantes de Valparaíso, los mineros del norte y los productores de trigo y harina de la zona centro-sur. Una muestra de ese proceso se aprecia en la derogación de la ley que reservaba el cabotaje a los barcos chilenos. La presión ejercida por los mineros del norte y los molineros y agricultores del sur ante la escasez de navíos, a causa de la fiebre del oro de California, hizo que el gobierno decretara en 1849 la libertad de cabotaje, eliminando el régimen proteccionista existente, a pesar de la oposición de los armadores nacionales818.

      Con el ideario librecambista y con Courcelle Seneuil ocurrió un fenómeno curioso. Es indudable que su enseñanza, labor difusora y su prestigio contribuyeron a la amplia y profunda penetración de la economía clásica en el país. Pero también es cierto que el economista francés fue bastante pragmático y moderado en materia doctrinaria. Él era, sin duda, un representante destacado del liberalismo, no obstante lo cual en sus propuestas legislativas tomaba en consideración las particularidades del caso chileno y evitaba las proposiciones extremas. Un ejemplo típico es la ley de bancos de 1860, que trató de moderar en sus disposiciones, y que en varios aspectos se alejó de lo que había propuesto en sus libros como ideal para la situación europea819. El proyecto original, defendido por Courcelle, fue criticado en su momento por numerosos parlamentarios que consideraban excesivas las regulaciones que establecía820. No faltó algún discípulo del economista francés, como Zorobabel Rodríguez, que le criticó su tendencia a dar preferencia a la práctica antes que a la teoría821.

      Entre 1860 y 1880 las ideas liberales gozaron de gran prestigio y la mayoría de quienes se dedicaban a estudiar los temas económicos se identificaban plenamente con ellas. La Revista Económica, fundada en 1886, refleja la importancia asignada a aquellas materias y el peso que tenía el librecambismo entre sus redactores, entre los que destacaron Miguel Cruchaga Montt, Zorobabel Rodríguez, Marcial González y Marcial Martínez, entre otros. En ese éxito del librecambismo no solo influyeron la enseñanza universitaria y la circulación de las obras de los más reputados autores de dicha corriente, sino también la situación económica favorable que vivió el país la mayor parte de esos años. La prosperidad era en gran medida consecuencia del auge del comercio exterior, lo que permitía asociar el desarrollo con las políticas liberales que estimularían esas actividades822. Por otra parte, el buen comportamiento del sector externo mejoraba los ingresos fiscales, que, a pesar de las políticas liberales, continuaban dependiendo en gran medida de aquel823. De ahí que se buscara estimular ese comercio, a veces independientemente de las consideraciones doctrinarias824.

      No obstante el éxito del liberalismo, nunca dejaron de aparecer opiniones críticas o defensoras de políticas proteccionistas. Cuando se debatía la ley de bancos, hubo quienes postularon el establecimiento de un banco estatal, a cargo del monopolio de la emisión de billetes825. Las crisis económicas favorecían la aparición de las propuestas antiliberales. Así, Pedro Félix Vicuña sostuvo que la propagación de las teorías económicas liberales era responsable de la crisis de 1857 en Chile. Y a raíz de la crisis provocada por la guerra con España, volvió a proponerse en el Congreso, sin mayor éxito, la idea de establecer un banco nacional, es decir, del Estado. Durante la crisis de 1873 y la depresión consiguiente, otra vez surgieron voces que llamaban a crear un banco del Estado, el que habría permitido, según sus promotores, superar la difícil situación que atravesaba el país826.

      A partir del decenio de 1870 las propuestas proteccionistas se concentraron en torno a la idea del desarrollo industrial. Surgieron diferentes opiniones, que en algunos casos se expresaron en el semanario La Industria chilena y a veces también en la propia Revista Económica, que destacaron la mala situación en que encontraba esa actividad debido a la imposibilidad de competir con las importaciones extranjeras. Se hizo una crítica al liberalismo, pero no hubo necesariamente un sustento doctrinario sólido tras ella. Por lo general, los juicios se centraban en las ventajas que tendría para el país el desarrollo de la industria manufacturera y en la modificación de los aranceles827. Las críticas más significativas al librecambio aparecieron después de 1880, en que cobró fuerza la idea de una industria nacional como factor de desarrollo y modernidad. Pero los planteamientos proteccionistas que se esgrimieron por esos años no implicaron, en lo fundamental, una objeción al modelo económico liberal. En ese sentido, es sintomática la creación de la Sociedad de Fomento Fabril, que en sus orígenes no se expresó como un organismo defensor de los intereses corporativos de los industriales, sino como una institución, con mayoría de consejeros no industriales, que, a través de la industrialización, aspiraba al progreso social y la modernidad, siguiendo criterios parecidos a los de las antiguas sociedades económicas de España. Se pretendía que la industria gozara de los mismos beneficios que habían disfrutado los otros sectores de la economía, en cuanto a disponer de materias primas a bajo costo y gozar de protección ante la competencia externa828.

      En todo

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