El erotismo y su sombra. Enrique Carpintero

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El erotismo y su sombra - Enrique Carpintero Psicoanálisis, sociedad y cultura

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de la máquina, la toma sigue siendo una elección que involucra valores estéticos y éticos”. Puesto que es una “elección que alaba, y que su intención es fijar, es decir solemnizar y eternizar, la fotografía no puede quedar entregada a los azares de la fantasía individual y, por la mediación del ethos -interiorización de singularidades objetivas y corrientes- el grupo subordina esta práctica a la regla colectiva, de modo que la fotografía más insignificante expresa, además de la intenciones explícitas de quién la ha tomado, el sistema de los esquemas de percepción, de pensamiento y de apreciación común a todo grupo.”1

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      Imagen 1

      Entre las fotografías que guardo hay una de gran tamaño protegida por una antigua carpeta negra troquelada. La foto tiene una historia. A mediados de 1932 mis abuelos decidieron ir a un estudio para que sacaran una foto de la familia. Esa mañana sus cuatro hijos varones estaban con sus trajes cruzados y las mejores corbatas. Según se cuenta los menores no querían cambiarse ya que no entendían la importancia de ese momento familiar. El objetivo era hacer una copia para cada uno de sus hijos. Una forma de trasmitir un legado.

      La foto siempre me llamó la atención por la solemnidad de su imagen. Mi abuelo era el único que estaba sentado en un sillón de fina madera. Detrás, parada, mi abuela se destacaba por su elegancia. Alrededor de ella los dos hijos mayores; el de la derecha era mi padre. Adelante los dos menores. Uno de ellos con camisa, corbata y pantalón corto ya que tenía 12 años; el otro con un traje de pantalón corto pues todavía no había cumplido los 18 años. La vestimenta señalaba el lugar social y familiar al que cada uno pertenecía. Todos miraban seriamente la cámara para dar cuenta de la trascendencia de ese acto privado que iba a capturar la imagen. No hay que esforzarse para observar como allí están formalmente todos los requisitos necesarios que definen los rituales de una familia patriarcal de clase media urbana de la primera mitad del siglo XX (Ver imagen 1).

      La palabra “familia” viene del latín, deriva de famulus cuyo significado es sirviente o esclavo. Hablar de “familia” era equivalente a patrimonio (que deriva del latín patrimonium. Este término era utilizado por los antiguos romanos para los bienes que heredan los hijos de sus padres o abuelos) e incluía no sólo a los parientes, sino a los sirvientes de la casa del amo. En Roma designaba inicialmente al conjunto de los esclavos pertenecientes a una casa y por extensión se aplicaba a todas las personas, libres o esclavas, que en ella habitaban. También la palabra “familia” deriva de fames que significa “hambre”, de modo que los familiares, sean consanguíneos o sirvientes domésticos, son aquellos que sacian su hambre en una misma casa a la que el pater familias debe alimentar. Es decir, desde sus orígenes la familia se sustenta en el patriarcado.

      Entendemos por familia nuclear al modelo tradicional de familia, surgido a partir de la primera revolución industrial a finales del Siglo XVIII. Esta familia nuclear se definía como una pareja heterosexual unida en matrimonio y que posee uno o más hijas e hijos biológicos o adoptados, donde todos sus integrantes coexisten en una misma vivienda.

      En esta época, casarse era fundar un hogar, es decir, crear una realidad social claramente definida y valorada socialmente. El matrimonio se realizaba para que los cónyuges se prestaran ayuda mutuamente a lo largo de una vida que, en los sectores sociales obreros y de clase media, se anunciaba muy dura. El objetivo era tener niñas y niños, aumentando el patrimonio y legarles a los hijos/as para hacerlos triunfar y, de esta manera, trascender uno mismo. La familia como “célula básica” era uno de los valores más importantes de la sociedad: se juzgaba a los individuos en función de su éxito o su fracaso.

      Sin embargo este modelo familiar no tenía el mismo sentido ni el mismo contenido para la clase dominante que para el resto de los sectores sociales; para las familias del campo y de la ciudad. Tener una vida privada durante el Siglo XIX y principios del Siglo XX era un privilegio para la burguesía poseedora de grandes residencias y que vivía de sus rentas. Las clases trabajadoras se veían obligadas a formas de relaciones familiares diferentes en espacios reducidos a una sola habitación y donde la pobreza obligaba a la mujer y a los hijos a trabajar desde pequeños. Una naciente clase media comienza

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