El erotismo y su sombra. Enrique Carpintero
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El narcisismo es el que ata al sujeto a la norma en la normalidad ideal de la cultura hegemónica. Para ello, el yo encuentra el camino de la escisión en la cual se atrinchera para que el hombre normal siga reinando en su narcisismo. Sin embargo, algo puede fallar.
Ricardo consulta por una angustia y ansiedad permanente que no puede controlar. Duerme mal y últimamente se manifiesta intolerante. Un médico clínico le recetó ansiolíticos que lograron disminuir la intensidad de sus síntomas. No puede explicar lo que le está ocurriendo, ya que tiene una buena vida. Luego de varios años trabajando en una empresa importante logró llegar a un puesto de gerente. Gana mucho dinero, al igual que su esposa que es una reconocida profesional. Es cierto, tiene que trabajar muchas horas y tomar decisiones en circunstancias de una gran presión. Pero se siente satisfecho del nivel de vida que ha logrado: compró un piso en el barrio de Palermo, comparte los fines de semana actividades en un club con amigos de su mismo nivel social, sus hijos van a muy buenos colegios privados, durante el año viaja con su familia y se hospeda en hoteles 5 estrellas y suele ir de vacaciones a playas del exterior. Aún más, la relación con su esposa y sus hijos es considerada por aquellos que los conocen como la familia ideal. No tardó muchas sesiones para empezar a darse cuenta de la frustración de su vida íntima. Hace años que su vida sexual es insatisfactoria. Intentó solucionarla teniendo una amante, hasta que se dio cuenta que esa relación le producía más angustia. Las ocupaciones de su trabajo lo llevaron a tener una distancia con sus hijos y se culpa por no participar más de su crianza. Logró un éxito social que muchos le envidian y lo gratificó en su narcisismo, pero en su intimidad reconoce una profunda insatisfacción. Son muchos los Ricardos que produce la actualidad de nuestra cultura a costa de una escisión que compra la ilusión de la felicidad privada. Sin embargo, la angustia enciende una alarma para señalar que no quiere seguir pagando con su frustración el costo de una satisfacción narcisista que limita su vida emocional. La escisión del Yo es un fenómeno propio del aparato psíquico. Allí encontramos la coexistencia dentro del Yo de dos actitudes psíquicas respecto de la realidad exterior: una de ellas tiene en cuenta la realidad exterior, la otra niega la realidad presente y la sustituye por una producción de deseo. Estas dos actitudes coexisten sin influirse recíprocamente. Lo que encontramos es un renegación de la realidad. Esto es lo que predomina en las psicosis y las perversiones. En esta última -como vamos a desarrollar en los próximos capítulos- el sujeto queda atrapado por la fuerza silenciosa de la muerte-como-pulsión tratando al otro y a sí mismo como un objeto. El otro desaparece en su subjetividad y es cosificado al servicio de sus pulsiones destructivas. El pedófilo, el violador son los ejemplos paradigmáticos del síntoma-cosa de la perversión. No es el juego sexual lo que le interesa, sino que en su encierro narcisista cosifica al otro y el erotismo deja lugar a lo más siniestro de la violencia destructiva y autodestructiva. De allí que estos sujetos en su escisión, sostienen su vida en un como si aceptaran las normas de la cultura.
Ahora bien, también podemos extender esta escisión del Yo al sujeto normal. Desde ella genera una muralla con su propio narcisismo que niega la realidad donde debe con-vivir con el otro diferente. Pero en el interior de este muro aparece la angustia que trata de evitar encontrando un objeto que genera miedo. Aquí el sujeto se afirma en su normalidad en el miedo al otro. Estos adquieren identidades negativas de las cuales hay que alejarse, hay que poner distancia a través de muros invisibles. Allí vamos a encontrar el miedo hacia el otro donde se lo descalifica por “negro”, homosexual, boliviano, peruano o paraguayo.
De esta forma el sujeto normal, al normalizar su corposubjetividad puede caer en patologías individuales y sociales que tienen su origen en la fragilidad que lo llevan a la impotencia de ser. Pero también un sujeto cuya subjetividad no se puede construir en la norma va a padecer un proceso de desestructuración psíquica que lo conduce a síntomas patológicos.
Hace varios años que atiendo a Roberto en su casa. Sus síntomas paranoicos le impiden salir. Solo lo hace esporádicamente a la madrugada o con alguien que lo acompañe. La casa se ha transformado en un muro infranqueable para sus perseguidores imaginarios. Aunque puede reconocer que sus fantasmas provienen de su pensamiento cada noticia que lee en el diario o mira por televisión le refuerza que el afuera es peligroso. Lo que manifiesta es que en su casa está tranquilo ya que no tiene emociones. No siente nada. Un día me sorprende con una pregunta: “¿Qué es la llama inicial?”. Mi primer pensamiento fue que me estaba preguntando por el mito de Prometeo. Ante mi silencio, continua: “La llama inicial, esa que hace que funcionen los afectos y las emociones. Esa que nos convierte en hombres. A mi se me apago hace mucho tiempo”.
Con una gran lucidez Roberto describe la locura de su enfermedad. Remite a su historia personal, pero también al mito de Prometeo que construyó a los hombres en la emoción y la solidaridad robándoles el fuego a los dioses. El sujeto normalizado encerrado en el muro de su narcisismo esta muy lejos de Prometeo, en su muro interior su llama inicial la usa para someterse a la locura de una norma que lo enferma.
1. Graves, Robert, Los mitos griegos, editorial Hyspamérica, Buenos Aires, 1985.
2. Le Blanc, Guillaume, Las enfermedades del hombre normal, editorial nueva Visión, Buenos Aires, 2010.
3. Graves, op. cit. 1.
Capitulo 5
La crisis de la novela familiar freudiana
La familia patriarcal no es el único modelo que representa a la “familia” y al “padre”. Esta es una figura histórica cuyo ocaso da lugar a otras combinaciones entre los sexos y las formas de poder. No es que las formas de dominación como la explotación dejen de existir, éstas se renuevan, pero el patriarcado tradicional está desapareciendo como norma exclusiva de la organización familiar.
Cuando se habla de crisis del sistema patriarcal se hace referencia al debilitamiento de un modelo de familia basado en la autoridad y dominación sobre la mujer y los hijos del hombre adulto heterosexual que es considerado el jefe de familia. En este sentido vivimos un momento de transición donde el patriarcado sigue siendo la estructura familiar dominante pese a que cada vez son más importantes los factores que han provocado su crisis. De allí que, quienes quieren seguir manteniendo esta estructura deben volver a legitimar aquellos valores que suponen eternos, naturales o divinos.
Veamos algunos momentos de su desarrollo.
Fotografía y familia
La fotografía fue uno de los primeros ritos sociales de la modernidad. Desde finales del Siglo XIX la fotografía se transformó en un instrumento privilegiado para la representación de las familias. Cuando ir a un estudio fotográfico se hizo habitual y se extendió a las clases medias, la fotografía permitió eternizar los grandes acontecimientos de la vida familiar. Es así como la fotografía solemniza los rituales que se consideran necesarios para su funcionamiento: el casamiento, las reuniones de los padres con los hijos, las vacaciones, los amigos. Estos lugares, socialmente asignados, son comúnmente estereotipados al dar cuenta de un lugar idealizado donde uno puede observar sonrisas y abrazos que dejan de lado los resentimientos y las rivalidades que también forman parte del grupo familiar.
Esta mirada familiar reproduce lo que Pierre Bordieu llama “la manufactura doméstica de los emblemas domésticos” propios de la cultura dominante. Es decir, las normas que organizan la captación de la imagen son indisolubles del sistema de valores implícitos propios de una clase o sector social en la medida que participa del imaginario simbólico de esa época. Dicho de otra manera, la subjetividad objetivada en una fotografía remite a la interiorización de