El erotismo y su sombra. Enrique Carpintero
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Lejos estamos de Sabin y Salk, que no patentaron sus vacunas antipoliomelíticas por considerarlas un beneficio para la humanidad. Hoy la salud es un valor del mercado donde lo importante son las cifras que se facturan. El marketing predomina sobre la epidemiología. Esta red de intereses altera la relación médico-paciente y ha llevado al aumento en forma alarmante de la automedicación. Grandes campañas publicitarias en los medios de comunicación ofrecen las bondades de un medicamento como si fuera cualquier producto para consumir. La ingesta de remedios se la ha naturalizado como una forma de vida. Ansiolíticos, analgésicos, laxantes, antiácidos y multivitamínicos no sólo se venden en las farmacias, sino en quioscos y supermercados. Se estima que el 20 % de los medicamentos se ofrecen por fuera de los circuitos legales de comercialización. Su consecuencia es que nuestro país esta considerado un “subconsumidor” de medicamentos y se encuentra entre los primeros del mundo en el consumo de psicofármacos.
Una investigación de la Universidad Maimónides y el Instituto Argentino de Atención Farmacéutica realizado a 3000 pacientes y 400 farmacéuticos muestran que el uso de medicamentos sin control médico adecuado conduce a que 100.000 personas se internen por esta causa en los hospitales públicos y más de 770 terminen muriendo.9 En EE.UU. se ha transformado en la tercera causa de muerte después de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.
Los diferentes factores que se ponen en juego para difundir la medicalización en la sociedad explican las fabulosas ganancias que tienen los grandes laboratorios, las cuales deben ser repartidas entre todos los actores que participan en este proceso. Un informe de la Asociación de Agentes de Propaganda Médica afirma que la diferencia entre lo que pagan por las drogas en el mercado mayorista y el precio que esa droga se vende en las farmacias llega al 55.281 por ciento. Por ejemplo el Diazepam, que el laboratorio suizo Roche comercializa con la marca Valium, el precio por kilo es de $ 235 ($ 0,0002 por miligramo), la presentación que se ofrece es de 10 mg. por 50 unidades, lo que supone 12 centavos por la droga que lleva esa presentación, pero en las farmacias se vende a $ 40,40, es decir el 33.633 por ciento más.10 Este margen extraordinario sobre el que el Estado no interviene, dificulta el acceso de la mayoría de la población a los medicamentos y le permite a la industria seguir haciendo lobby en las diferentes estructuras del Estado, realizar grandes campañas publicitarias y ofrecer promociones y descuentos.11
Este monopolio médico-tecnológico, nacido en Europa y EE.UU., da lugar a modelos neopositivistas donde la única valoración es la biología como determinante del proceso salud-enfermedad. Desde allí no se piensa en enfermos, sino en enfermedades de pacientes que pueden pagar los altos costos de la tecnología médico-farmacológica. Esta situación está llevando a que millones de personas en nuestro país y en el mundo mueran por no poder acceder a tratamientos básicos o mueran de paludismo, chagas, dengue y tuberculosis. Es decir, enfermedades que no dan rédito económico ya que para evitarlas es necesario el trabajo preventivo y mejorar la calidad de vida de la población afectada.
En el campo de la Salud Mental la medicalización se fomenta a partir de la hegemonía que ha adquirido la psiquiatría biológica. Frente al desarrollo de las neurociencias la psiquiatría ha dejado de lado el modelo de la psicogénesis para resolver el conflicto en beneficio de una clasificación de las conductas que reduce el tratamiento a la supresión de los síntomas. La enfermedad es una falla que hay que suprimir y no un problema a entender donde hay que dar cuenta de una etiología. Desde esta perspectiva, el psicoanálisis es cuestionado por aquellos que han retrocedido a un neopositivismo que reduce el pensamiento a un circuito neuronal y el deseo a una secreción química.
Para ello cuentan con el DSM IV (Manual de Diagnóstico y Tratamiento de los Trastornos Mentales de la American Pychiatric Association) que psiquiatrizó la vida cotidiana en tanto toda conducta puede ser definida como un trastorno. Este es un manual basado en el esquema de síntomas-diagnóstico-tratamiento elaborado a partir de las neurociencias y el uso de psicofármacos. A pesar de su utilidad epidemiológica el paciente es etiquetado con un diagnóstico que deja de lado su particularidad y las posibilidades de realizar un trabajo interdisciplinario. Su objetivo no es organizar un tratamiento pertinente, sino clasificar cada trastorno para poder aplicar la droga correspondiente: trastorno de aprendizaje con déficit de atención, Ritalina; depresión, Fluoxetina; ansiedad generalizada, Lorazepam y así sucesivamente.
En este sentido el diagnóstico realizado sobre la base del DSM IV se adecua a las necesidades de las obras sociales y los pre-pagos que priorizan la rapidez en los tratamientos para disminuir los costos de las prestaciones.12 Pero si la medicalización de la psiquiatría se ha expandido es porque los pacientes, acorde con los tiempos que corren, reclaman que sus síntomas psíquicos tengan una causalidad orgánica, ya que al depositar la ilusión en una pastilla supuestamente evitan el largo camino de la resolución del conflicto. De esta manera, la salud y la enfermedad son construidas por una psiquiatría biológica para redefinir un proceso de medicalización que sirve a los intereses de las industrias psicofarmacológicas acorde con la normalización que necesita el poder.
Nuevamente la Ética de Spinoza
Veamos algunas cuestiones que desarrollamos en otro texto.13
La ética es una experiencia originaria de sentido para el ser humano. No es la prescripción normativa de ciertos códigos de conducta; la ética corresponde a la posibilidad de llegar a ser más humano. Todo sujeto que nace se va haciendo humano. De esta manera la reflexión ética corresponde a la pregunta por el sentido de lo humano.
Para Spinoza el único mandamiento que podemos encontrar en su obra se puede resumir en una frase: la alegría de lo necesario. La modalidad de todo lo que existe es la necesidad y la libertad que en el ser humano no está ligada a su voluntad, sino a la capacidad racional de formarse ideas adecuadas sobre lo necesario y organizar su “conatus”- es decir, su deseo- según ellas.14 De esta manera, no puede haber otra reflexión ética que no sea a partir de la acción humana. La ética implica que el sujeto se haga responsable de sus actos. Este el pensamiento de Spinoza. No hay otra ética más que frente a los otros. Los otros diferentes que en su diferencia me constituyen como humano. La ética es social, es frente a los otros y en los otros. Por ello para mantener una relación ética con los otros es necesario que hablen, y poner en palabras lo que le pedimos. Pero esta palabra debe ser una palabra pulsional, una palabra puesta en acto, no una palabra vacía, hueca y sin consistencia. Debe ser una palabra encarnada en un cuerpo que la lleva a la acción. Una acción donde la ética determina nuestra responsabilidad.
En este sentido no formula una ética del “deber ser”, sino una ética materialista del “poder ser”. Obrar éticamente consiste en desarrollar el poder del sujeto y no en seguir un deber dictado desde el exterior. El ser de Spinoza es poder y potencia, no deber. Éste se realiza a través del conocimiento de las propias pasiones para realizar una utilización de éstas que la conviertan de pasiones tristes (el odio, el egoísmo, la violencia, etc.) en pasiones alegres (el amor, la solidaridad, etc.). De esta manera el objetivo de la liberación ética es pasar de las pasiones tristes a las pasiones alegres.