Las imprentas nómadas. Alessandro Corubolo
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Es también cierto que las impresiones realizadas en las particulares condiciones de la actividad emprendida por Massa en el ámbito de la diócesis de Imola fueron materiales menores, tanto políticos como religiosos –verdadero “pan” de los tipógrafos del período–, pero es sobre todo el modo en que fueron hechas lo que las hace particulares, comparándolas con la habitual producción de los tipógrafos ya establecidos. En efecto, en el caso particular de la imprenta in itinere y para convencerse de desplazar el equipo, los impresores debieron aprovechar de ocasiones favorables para ahorrar en los gastos y en los capitales invertidos, con una indudable ventaja: que los materiales de ese tipo se podían vender con gran facilidad y en cantidades inimaginables respecto de los de otras publicaciones, aunque fueran devocionales. En este caso creemos que la ganancia estaba garantizada mucho más allá del simple retorno de los gastos, y de que esta fuera prácticamente inmediata.
Sin embargo, si bien las investigaciones se han concentrado en los archivos, bibliotecas, instituciones italianas de varias regiones y numerosas ciudades, nunca más se nos concedió el permiso de registrar un fenómeno análogo de las fes de confirmación impresas por un tipógrafo durante una visita pastoral.
EN EL CORTEJO DE UN CARNAVAL
Siguiendo con el caso italiano, allí el éxito de la imprenta itinerante fue tal que, como veremos, el antiguo régimen tipográfico continuó por mucho más tiempo. Aun en el siglo XIX encontramos un caso célebre en el que se imprimió sobre un carro durante el Gnoccolare, (59) que se realizaba en Verona el último viernes de carnaval; es el único ejemplo encontrado en relación con festejos carnavalescos.
Aquí es necesario imaginar el carro de la Tipografía Provincial de la ciudad tirado por cuatro bueyes, sobre los cuales se encontraba una prensa para imprimir y vender sonetos de la “bacanal”. Como tantas otras diversiones populares, el Gnoccolare hunde sus raíces en los siglos pasados; en efecto, nace en 1530, en ocasión de una de las tantas carestías, para transformar en una fiesta la rebelión popular contra los panaderos. Con gran “visión de futuro” se decide salvar a los panaderos distribuyendo pan, vino y ñoquis hechos con agua y harina frente a la iglesia de San Zenón, mientras una persona vestida de rey sostiene, en lugar del cetro, un gran tenedor en el cual se encuentra clavado un ñoqui. Pues bien, siglos más tarde, en 1838, encontramos en el carnaval de Verona la prensa itinerante de Paolo Libanti, también él papelero y luego tipógrafo provincial y editor, quien aunaba este tipo de producción a la ya consolidada de obras serias destinadas a la escuela y a los textos clásicos. En los años siguientes, la publicación de una gran ilustración litográfica con el desfile de los carros fue replicada cada año, al menos hasta 1847. Pero, a excepción de la de 1838, el carro tipográfico no volvería a aparecer en ninguna de las representaciones de sucesivos desfiles carnavalescos. Esa imagen, aunque aproximativa en los detalles, deja entrever sin embargo a un impresor que parece bajar el tímpano, e inclusive muestra a obreros enmascarados que lanzan folletos al público. De estas hojas, así como de otros éphémères, nada se ha conservado en la Biblioteca Cívica de Verona, que, por el contrario, es depositaria de otros documentos, entre los que se encuentra la imagen del desfile con el carro tipográfico. (60)
Baccanale dei gnocchi dell’anno 1838, litografía impresa en la Litografía Guelmi, Verona, Biblioteca Civica. Detalle con el carro de la Tipografía Provincial de Paolo Libanti, sobre el que se imprimen sonetos y se distribuyen al público durante el desfile.
ENTRE POESÍA E IMPRESIÓN: UNA MUJER EN LA PRENSA
Mucho antes de que se tuviese plena conciencia de cuánto la imprenta en sí misma interpretaba valores significativos, que iban de la libertad individual al progreso industrial y de la alfabetización a la democracia extendida, fueron múltiples los escritos de los tipógrafos acerca de las funciones taumatúrgicas de su propio arte y en elogio del inventor de la imprenta. Muchos de ellos fueron impresos durante desfiles celebratorios.
Entre esos tantos nos gusta recordar uno en particular, porque su autora, Constantia Grierson (1705-1732), esposa de George Grierson, editor y tipógrafo, fue una poeta y estudiosa irlandesa muy dotada (Ballard, 1752: 461-464), que a sus propias dotes poéticas unió también las de ser una hábil impresora.
Otra fuente (Timperley, 1839: 648-649) nos informa que en su primera juventud ella fue una “excelente cajista y una admirable experta en el arte de la impresión”, que todos los años producía versos que hemos traducido libremente, impresos luego con una prensa colocada sobre un carro y distribuidos al público en ocasión del desfile de los impresores de Dublín en el Lord Mayor’s Day:
¡Salve, arte mística que enseñaron hombres similares a ángeles
para hablar a los ojos y pintar pensamiento encarnado!
Conforta, arte bendito, a sordos y mudos.
Hagamos contigo que el sentido se multiplique.
[…]
Así, las letras, llenas de nociones vitales,
muestran al alma el telescopio del pensamiento;
dan honor inmortal a la vida mortal
e imponen que cada acción y mérito dure y viva.
Nosotros probamos la eternidad en la breve vida,
vemos los primeros años y anticipamos los últimos;
con una mirada adquirimos arte, historia, leyes
y como hace el Destino, conservamos todo el mundo en un libro.
Todo el mundo en un libro, palabras que también se fundamentan con la feliz metáfora del telescopio para aludir a la facultad de la imprenta de inspirar y de elevar el pensamiento, y que aparecen como la suprema síntesis de los elogios dirigidos al arte de la imprenta, a la que, a través de una serie de antítesis e hipérboles, se atribuye la capacidad de superar los límites humanos: honor inmortal contrapuesto a la vida mortal; la eternidad, a la brevedad del vivir; las imperfecciones de los sentidos superadas al permitir que la vista haga oír también a los sordos (a través de la lectura) y hablar a los mudos (a través de la escritura).
PRENSAS EN ACCIÓN DURANTE LA FIESTA SOBRE EL TÁMESIS CONGELADO
Dirigir la mirada a realidades diferentes respecto de Italia (tales como las de Londres y Nueva York) induce a reflexionar acerca de cuán numerosos eran los usos de las prensas que se trasladaron y usaron durante esos desplazamientos, dando a veces la ocasión para que se participara en verdaderas fiestas.
En este gélido invierno también tú podrás
ver sobre el duro hielo a un impresor que trabaja,
que con su arte espera ganar algo
que tal vez no pensaba obtener.
Son estos los pensamientos de tono popular aparecidos en una hoja volante (61) que representan uno de los tantos reclamos que se encuentran en los impresos que celebraron la feria sobre el Támesis helado en el invierno de 1683-1684, o bien en la primera Frost Fair. En ella apareció la absoluta novedad de las prensas que se sacaron del interior de los respectivos talleres tipográficos y que se pusieron al servicio de cualquier transeúnte que demostrara interés en ellas.
En efecto, las heladas del Támesis fueron verdaderas ocasiones festivas –algunas