Harmonía. Ariadna Queen

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Harmonía - Ariadna Queen

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y el jefe no se tenían lo que podemos decir amistad. A pesar de eso eran la mejor pareja de investigadores, sino fuera por ellos la agencia hoy no sería la mejor unidad del mundo entero, ambos se hicieron indispensables; habían hecho ganar a varios Gobiernos miles de millones de dólares, en cualquier empresa privada, un logro de esta característica los haría millonarios, lástima que aquí no funcionara de esa manera.

      Así y todo, El jefe no podía olvidar como se habían dado las cosas, como había llegado a Ámbar al selecto grupo de los seis, el chantaje emocional que había sufrido por parte del director para que aceptase a Ámbar, eran cosas que, por más que pasase el tiempo, estaban estancadas en alguna parte... no eran fáciles de digerir.

      --Un sorbo más de ese café horrible y terminaremos intoxicados --dijo el jefe poniendo cara de dolor de estómago.

      --Deberían probar con el té --acotó casi sin levantar la mirada la joven, dolida por la indiferencia y la distancia que su jefe le ponía a cada uno de los comentarios, obvio fuera del contexto del trabajo. Aún recordaba cuando le había recomendado que utilizara una mezcla casera de tea tree, más conocido como aceite de árbol, para atenuar la cicatriz que este tenía cerca de su oreja derecha y como taparla con el cabello. Todavía tenía presente en su piel el dolor que experimentó cuando él le había clavado sus ojos azules con odio y desprecio y como luego pasó casi una semana hasta que volvió a dirigirle la palabra.

      El jefe volvió a su cabeza y a sus pensamientos, ¿era posible que se le hubiera pasado por alto alguna pista más o eso era todo? Miró largamente el expediente, luego a la muchacha, y casi sin darse cuenta estaba hablando en voz alta, así que un caso más de corrupción empresarial, ligada a la justicia y el Gobierno.

      Una de dos, o esto se estaba volviendo tan común que solo había que buscar los nombres porque la operatoria era parecida. Algún familiar despechado para soltar la lengua, algún exsocio o mujer arrepentidos, tal vez una amante, o es en realidad lo que querían escuchar y Ámbar solo movía los hilos delicadamente para que las piezas encajaran, y tan sutilmente que los hacía lucir a todos como unos perfectos imbéciles, mientras que ella estaba cada vez más cerca de su objetivo, «su nueva vida» como le había dicho aquel día en su oficina al jefe.

      --Jefe tú también con los celos --se burlaba Peter con risa contagiosa--. Pero si ya lo había explicado Ámbar, siempre lo obvio y luego lo oculto, ese es el truco, así es que lo hace, además que tiene unas cuantas neuronas más ágiles que las tuya, admítelo que eres bueno para los saltos, pero la linda es más lista que tú.

      Peter se había excedido en el comentario con su superior, pero al jefe no le importó en ese momento, no quería resignarse a pensar así, pero la estadística hablaba por si sola y ya sabía lo que iba a pensar el director. Cómo era posible que esa muchacha que no tenía formación fuera la mejor de todo su equipo. Se imaginaba la cara de superioridad mientras se lo refregaría en su cara. Todos altamente entrenados y seleccionados tras años de pruebas físicas, psicológicas y de estudios en los diversos campos de la ciencia. Y, aun así, odiaba siquiera pensarlo. Ella era muy superior a cualquiera de ellos, lo superaba inclusive a él, demasiado para su ego. Hubiera sido mucho más fácil que fuera solo una acomodada y una trepadora, pero en cambio ella se merecía no solo ser parte de la agencia, sino que estaba calificada para que en un futuro pudiera dirigir su propia unidad, pero eso no pasaría mientras él estuviera a cargo.

      La vida en la agencia era de lo más exigente, casi no había lugar para el esparcimiento y daba la sensación que el entrenamiento físico y académico nunca llegaba a su fin y todo al ritmo de las investigaciones que llevaba cada uno y la principal, el caso "Plesbers" que nunca parecía terminar, ni aun descubierto a los principales actores de la red internacional, todavía les faltaba descifrar cómo se había fugado la cabeza de la misma y no pararía hasta descubrir donde estaba. Lo quería preso y mirarlo cara a cara, disfrutaría tanto el momento de verlo en la miseria y pagar por todos sus crímenes, especialmente por la muerte de su mentor, del hombre al que le debía todo y si bien ahora estaba ocupando su lugar, hubiera preferido una y mil veces que no haya sido a costa de su muerte. Si, hoy él era el numero uno de la URA solo por sucesión natural. Ese puesto estaba destinado a su jefe, tal como se lo explicaron el día de su nombramiento, pero no importaba eso ahora, no descansaría hasta vengar su muerte, y no solo Prescott lo pagaría, él se encargaría en persona de castigar a toda su familia.

      La obsesión por resolver este asunto no le permitía al jefe concentrarse en otras actividades, tanto así que uno de los más destacados colaboradores de la agencia, como el Dr Koze, tuvo que llamarle la atención.

      --Baja a la tierra --sonó a regaño, pero realmente fue un lindo gesto del Dr., quien solía tomarse algunos minutos en sus clases para crear lazos más cercanos con los integrantes de la agencia.

      El Dr. Koze era nada más y nada menos que el mejor especialista en neurociencia y lenguaje corporal reconocido por la comunidad médica. No era común que una personalidad tan distinguida participase activamente de este tipo de entrenamientos, lo que en realidad pocos saben es que primero fue agente del gobierno y luego se desarrolló en su especialidad y que en la actualidad sigue formando parte de la unidad de campo de la URA, sus habilidades como académico le dieron el camuflaje perfecto, incluso para desempeñarse como asesor del ministerio de defensa y del mismísimo parlamento europeo.

      El jefe al verse en falta se acomodó en su silla y pensó por una milésima de segundo ensayar alguna excusa para su falta de atención, pero rápidamente desestimó esta idea, ¿Para qué mentirle justo a Koze? Antes de hablar, él ya sabía lo que estaba pensando, solo podía quedar como un tonto.

      Sin embargo, al jefe le ocurría algo más. Él no sabía describirlo ni entenderlo, pero claramente algo en su interior lo inquietaba. Últimamente estaba pensando muy seriamente en dejar la agencia, pero jamás le dejaría el camino libre a Stone. Miró la hora y percibió lo rápido que se le había pasado el día, le daba vuelta en la cabeza que todavía no dieran con el paradero del hombre más buscado del planeta, sin duda debería tener gente que lo estaba ayudando a permanecer prófugo y en el fondo se sentía inseguro, ya sabía muy bien que el hombre podía matar con sus propias manos sin necesidad de sus matones. Pensar que aquel día lo tuvo tan cerca, se odiaba por eso. Se sentía tan responsable por la muerte de su mentor, ni siquiera le importaba que el mismo casi muere. La duda que no lo dejaba respirar era: ¿por qué no lograban dar con él? Siempre parecía un paso adelantado. Ya después de tanto tiempo a estas alturas no podía descartar nada y empezaba a cuestionarse la actuación de la Srta. Stone. Si eres tan buena ¿cómo que justo a él no lo encuentras?

      Lentamente todos se fueron retirando, solo quedaban Peter y Ámbar que estaban comentando los aportes del doctor Koze en cuanto a la orientación de los ojos en las fotos y su contraste con los momentos en vivo. Tenían serias diferencias en cuanto al porcentaje de efectividad en los impresos, así que el jefe decidió entrometerse en el debate solo para molestar a la joven.

      --Que no, que no luce de la misma manera, no es efectivo. Ámbar, no seas necia, no puedes guiarte por una foto, mucho menos por un retrato o por una edición corporativa --Peter solo asentía lo que decía el jefe, no se atrevía a contradecirlo, aunque pensaba lo mismo que la muchacha, pero si algo había aprendido en estos años en la agencia, es que cuando el jefe se ponía a discutir de esa manera, casi que no había forma de hablar con él, de hecho, la única que tenía el coraje de hacerlo y que lo enfrentaba era ella.

      --Admito que no tendrá el mismo porcentaje de efectividad, pero sí es posible conocer las personas y lo que han hecho con sus gestos y su postura, aun cuando estén duras como una roca. Esto lo sé casi de niña y me ha ayudado mucho en mi vida para saber en quiénes puedo confiar y en quiénes no.

      No terminó de pronunciar la frase que todo se volvió un caos en el salón principal. Comenzaron a sonar

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