ONG en dictadura. Cristina Moyano
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Con perspectiva histórica, no parece exagerado sostener que uno de los más significativos movimientos sociales en dictadura fue el de mujeres, que si bien tendió a declinar en los noventa, ha vuelto a emerger con nuevas expresiones, sobre todo entre mujeres jóvenes, en los años dos mil. El estudio del movimiento de mujeres ocupa dos capítulos de este libro, uno relativo a la participación política y la producción de conocimientos sobre las mujeres, y otro relativo al análisis de un grupo de intelectuales mujeres que, junto con trabajar temáticas de género, buscaron potenciar el desarrollo de un “feminismo popular” que colaborará con la constitución de un actor social para incidir en la futura democratización del país.
El Movimiento Social de Mujeres tuvo tempranas expresiones en los primeros meses y años de la dictadura en el campo de los derechos humanos, y se multiplicó luego entre diversos sectores de mujeres pobladoras, sindicalistas y campesinas. Particular importancia adquirieron las expresiones femeninas en medio de la acción de la Iglesia católica en el ámbito poblacional. En los años ochenta el movimiento alcanzó visibilidad pública a través de “coordinadoras” que agruparon no solo a diversos grupos de mujeres, sino que elaboraron manifiestos y salieron a las calles. La producción intelectual se verificó contemporáneamente y en interlocución con estas diversas iniciativas de asociación y expresión pública de las mujeres.
Pero también debió enfrentar, como se sostiene en el capítulo elaborado por Valentina Pacheco, diversos nudos temáticos, con efectos sociales y políticos: el feminismo y la incorporación del género como categoría analítica y práctica; la crítica a la estructura política tradicional y el papel de los partidos con relación a los movimientos sociales, y, en tercer lugar, las relaciones intelectuales-pueblo. Por una parte, el movimiento ponía en discusión las opresiones cotidianas y, por otra, en el campo teórico, el debate género y clase tensaba las relaciones con la política y los partidos de la izquierda, relativamente tradicionales en estas materias. La distinción entre lo público y lo privado fue otra de las tensiones y debates tanto en lo relativo a los roles de género atribuidos a lo masculino (público) y femenino (privado) como en cuanto a los nuevos roles políticos de las mujeres, que terminarían por demandar “democracia en el país y en la casa”.
Este movimiento y sus sucesivas elaboraciones teóricas y políticas fueron abriendo espacio a diversas expresiones sociales, culturales y políticas: casas y centros de la mujer, talleres, seminarios, encuentros, publicaciones académicas, así como una “prensa” propia: revistas y boletines.
El capítulo referido al feminismo popular indaga sobre mujeres líderes de esta corriente, especialmente intelectuales en cierto grado invisibilizadas por su condición de educadoras populares. Desde la perspectiva del análisis de discurso se analizan las metodologías empleadas para desarrollar la conciencia de género en las mujeres populares y las contradicciones que experimentaban, las facilitadoras o “agentes externos” implicadas en estos procesos. Finalmente, se propone una mirada crítica desde el feminismo con relación a la transición, que tendió a la desarticulación de las actorías populares constituidas durante la dictadura. Más en particular, se siguen las experiencias del Programa de Estudios y Capacitación de la Mujer Campesina e Indígena (Pemci) y del Colectivo de Trabajo Social, que publicaba la revista Apuntes para el Trabajo Social, que circuló entre 1981 y 1989.
Un campo de análisis y de elaboración específico configuró a las intelectuales vinculadas a los sectores populares: la mujer y su cuerpo (sexualidad, familia, pareja, etc.), y la mujer y su vínculo con los otros (la población, el barrio, los servicios, la autoridad, la política, etc.). Con relación a las metodologías, tanto con mujeres urbanas como con mujeres rurales, se trabajó desde la perspectiva de la investigación-acción y de la educación popular, enfatizando en la perspectiva de género. Especial atención se ponía, como se indica en este capítulo, en la constitución de un “yo” individual y colectivo de las mujeres campesinas y pobladoras; en la indagación en las memorias personales y sociales; en el desarrollo de una pedagogía del aprendizaje, cuyo punto de partida era la conciencia del propio cuerpo, así como en los diversos tipos de materiales educativos que facilitaban la expresión y problematización de la experiencia y la propia conciencia.
Si la educación popular y el Movimiento Social de Mujeres fueron dos campos de reorganización social y de elaboración teórica y política, los temas relativos a la economía, especialmente los modos en que esta modificaba la vida de los sectores populares, fue otra línea relevante e inédita de intervención social y educativa y de elaboración teórica.
En el capítulo que aborda estos problemas se realiza un seguimiento y análisis del Programa de Economía del Trabajo (PET), que surgió en 1978 en la Academia del Humanismo Cristiano. En sus inicios, el PET elaboraba informes económicos que evaluaban los efectos de la puesta en marcha del modelo económico neoliberal en Chile, pero al mismo tiempo establecía relaciones con el debilitado movimiento sindical y con las emergentes organizaciones de subsistencia que se multiplicaban en los barrios al amparo de la Vicaría y de las comunidades cristianas de base. Tanto los estudios que llamaban la atención y buscaban explicar las deterioradas condiciones de vida de los sectores populares (producto de la cesantía y de la disminución de los roles sociales del Estado) como su acercamiento al mundo de los pobladores llevaron al PET a proponer una lectura de las dinámicas de subsistencia como “Organizaciones Económico-Populares” (OEP). Se trataba de entender las diversas acciones emprendidas por los pobladores para enfrentar el desempleo: comité de cesantes, bolsas de trabajo, talleres productivos, así como el hambre y las carencias alimentarias: comedores infantiles, comedores populares, Comprando Juntos, Huertas Familiares, etc.
La lectura que el PET realizó de las dinámicas de subsistencia abrió un campo de elaboración inédito en Chile, en el sentido que se buscaba conceptualizar el complejo y heterogéneo campo de la economía popular, en que tradicionalmente convivían estrategias formales (el trabajo dependiente) con múltiples y variadas estrategias informales (trabajadores por cuenta propia). Sin embargo, como producto de la acción social de la Iglesia católica y de los propios pobladores en dictadura, surgieron nuevas formas de asociación económica entre los más pobres que les permitían hacer frente a sus deterioradas condiciones de vida. A estas nuevas formas se las denominó “economía solidaria”. En América Latina, a la diversidad de formas de sobrevivencia económico-populares se les ha llamado también “economía social”.
Las dinámicas de subsistencia se expandieron a principios de los años ochenta en medio de la crisis recesiva de la economía chilena que precede al estallido de las protestas sociales de los años 1983-1986. En este contexto se propusieron nuevas categorizaciones relativas a las organizaciones de subsistencia: organizaciones de consumo básico; organizaciones de trabajo, organizaciones por problemas habitacionales; organizaciones de servicios y organizaciones laborales. Estas organizaciones fueron no solo debidamente clasificadas, sino también cuantificadas.
Para los intelectuales del PET, esta red de organizaciones populares estaba dando cuenta de la emergencia de un significativo movimiento social y político más allá de una racionalidad puramente reactiva, al tiempo que comprometía dimensiones subjetivas del campo popular. Sin embargo, se admitía también que más allá de las prácticas democráticas que se vivían en estas organizaciones, no se lograba constituir un nexo adecuado con las concepciones más amplias de la democracia en un sentido institucional. Al igual que la educación popular y que el Movimiento Social de Mujeres, los pobladores asociados a las dinámicas de subsistencia vieron limitados sus horizontes en medio del proceso de transición a la democracia.
Si en las comunicaciones la dictadura restringió y controló toda forma de expresión de la población, en la educación se pusieron en marcha diversos controles, y en el mediano plazo, transformaciones fundamentales en el sistema educativo nacional.
El sistema educativo fue intervenido por la dictadura