¿Determinismo o indeterminismo?. Claudia Vanney
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу ¿Determinismo o indeterminismo? - Claudia Vanney страница 16
Por otra parte, en contraposición al reduccionismo, en la actualidad también ha empezado a aceptarse cada vez con mayor fuerza la coexistencia simultánea de diferentes formulaciones teóricas, sin prioridades ni dependencias mutuas entre ellas. Pero este reconocimiento implica admitir que las diversas teorías científicas no brindan hoy una imagen unitaria del mundo (Cartwright 1999). Así, en las últimas décadas han comenzado a surgir nuevas disciplinas filosóficas, como subdivisiones de la filosofía de la ciencia: la filosofía de la física (Butterfield y Earman 2007), la filosofía de la química (Lombardi y Labarca 2005) y la filosofía de la biología (Dupré 2010), entre otras. Estas nuevas disciplinas filosóficas no suelen evadir la pregunta acerca de la visiones de mundo sugeridas por las distintas teorías científicas, que muchas también coexisten en el interior de una disciplina específica.
5. ¿PLURALISMO ONTOLÓGICO O PLURALISMO COGNOSCITIVO?
Muchos de los autores que se oponen al reduccionismo han enfatizado en numerosas oportunidades que la imagen del mundo ofrecida por la ciencia contemporánea no proporciona una convicción última acerca de cómo es el universo. «No es que no tengamos una buena física, ni que se hayan paralizado las investigaciones en este campo. Es que nuestra física y los datos obtenidos en la investigación no nos proporcionan una imagen del universo que sea inequívoca. No podemos lograr una visión unitaria; es decir, no podemos alcanzar lo que los griegos llamaron Cosmos» (Polo 1993, 130). Ante esta realidad, tampoco han faltado quienes pusieron en duda la unidad misma del universo. «Nuestro conocimiento de la naturaleza […] está altamente compartimentado. ¿Por qué pensamos que la naturaleza en sí misma está unificada?» (Cartwright 2002, 13).
Pero ¿corresponde trasladar a la naturaleza una característica de nuestro conocimiento de ella? Para responder a esta cuestión, conviene resaltar que, por ejemplo, cuando estudiamos a los seres vivos, lo hacemos de manera distinta que cuando estudiamos a las estrellas. Incluso si se comparten instrumentos (ej. rayos x) o técnicas (ej. estadística), se parte de conceptualizaciones diferentes (ej. seres animados e inanimados). Por esta razón, el hecho de que nuestro conocimiento luzca compartimentado no habilitaría a inferir a partir de él que la naturaleza está compartimentada.
La ciencia busca estudiar el comportamiento de los sistemas reales y estos involucran una multitud de factores. Como la complejidad de los sistemas reales impide tratar todas sus características simultáneamente de un modo pormenorizado, la práctica científica suele acudir a sistemas simplificados e idealizados o modelos (Bailer Jones 2009). Los modelos científicos son entidades abstractas que incorporan como variables solo aquellos factores que inciden de un modo significativo en la concurrencia del fenómeno que se pretende estudiar. Así, para un sistema real dado, puede existir una multiplicidad de modelos, sin que exista uno que sea mejor que los otros de un modo absoluto: un modelo solo es mejor que otro con relación a los objetivos específicos de una investigación particular. Los modelos suelen representar ciertos elementos del sistema real mediante entidades abstractas, habitualmente de carácter matemático o geométrico (ej. masas puntuales). A veces también postulan la existencia de objetos inobservables del sistema, determinando incluso sus características precisas (ej. su estructura interna).
Aunque los modelos así construidos distan mucho de ofrecer una imagen pictórica del sistema real, también brindan información verdadera sobre algún aspecto específico de ella. Entre el sistema simplificado y el sistema real «se establece una relación compleja, de sistema a sistema, donde algunas variables del sistema real pueden no aparecer en el modelo […] y, a su vez, algunas variables del modelo pueden no poseer su correlato en el sistema real» (Lombardi 1998a, 11). Solo cuando las variables adquieren un valor a través de una medición se puede mantener una correspondencia biunívoca entre las variables del modelo y las variables del sistema real. En estos casos, la determinación empírica de tales variables es una condición necesaria, aunque no suficiente, para evaluar la pertinencia de modelo respecto al aspecto del sistema real que pretende describir.
Como la pluralidad de descripciones que ofrecen las ciencias contemporáneas se encuentra en el plano cognoscitivo, no es un requisito necesario transpolar esta pluralidad al plano ontológico, a menos que ser y pensar se identifiquen. Pero si no se asume a priori esta identificación, el pluralismo cognoscitivo no implica necesariamente un pluralismo ontológico. La pluralidad de descripciones científicas puede explicarse por razones diversas a la existencia de una naturaleza fragmentada, como, por ejemplo, reconocer que el enfoque parcial de las objetivaciones científicas implican necesariamente resignar al conocer con él la unidad. La unidad profunda del mundo, en cambio, se alcanza por razones de índole filosófica. Es el mundo, el único y el mismo, para decirlo con palabras de Husserl, donde se encuentran todos los otros mundos.
Es decir, el panorama contemporáneo nos pone ante la siguiente disyuntiva: ¿adoptamos un pluralismo ontológico o un pluralismo cognoscitivo? Si se asume a priori un monismo cognoscitivo (el único tipo de conocimiento posible o válido es el de las objetivaciones científicas), se alcanzan, en el mejor de los casos, múltiples descripciones ontológicas o visiones de mundo. En cambio, si se asume un pluralismo cognoscitivo, es posible admitir también la existencia de un conocimiento filosófico de lo real, diverso a los conocimientos científicos y sin las limitaciones propias de la objetivación científica. Pero adoptar un pluralismo cognoscitivo —que admita tanto el conocimiento científico como el conocimiento metafísico— exige contar con una teoría del conocimiento apropiada (Vanney 2008).
6. DISCUSIÓN FINAL
Confundir la parte con el todo y decir, por ejemplo, «supongamos que el mundo es como la mecánica clásica dice que es», resulta un buen ejercicio que arroja luz en múltiples direcciones. Por una parte, permite ver mejor qué dice la teoría misma. Por otra, permite determinar mejor su rango de aplicación. Por último, también sugiere posibles falseadores. Es decir, el ejercicio de explorar una teoría en forma radical, como si fuese una teoría acabada del mundo, resulta un ejercicio formidable para ir más allá de la teoría misma. En este sentido, la pregunta de Earman anteriormente mencionada —«Si creemos en la física moderna, ¿el mundo es determinista o no?» (Earman 1986,43)— tiene una destacada importancia heurística. Pero, tal como expusimos a lo largo del capítulo, al indagar en su respuesta conviene no olvidar que, a diferencia del determinismo ontológico, el sujeto del determinismo de las teorías científicas no es la naturaleza, sino objetivaciones propias del conocimiento científico, que brindan un cierto conocimiento verdadero de los procesos naturales, pero que no son la naturaleza misma.
Existen pocos recuentos del determinismo científico de la física tan completos como el de Earman y, por esta razón, en las conclusiones, «uno podría haber esperado que este recuento proporcionaría una respuesta a la pregunta: Si creemos en la física moderna, ¿el mundo es determinista o no?». Pero no es así: «no hay una respuesta simple y limpia». Y es que ni la ciencia en general ni la ciencias particulares tienen unidad. «Las teorías de la física moderna pintan muchas diferentes y aparentemente inconmensurables imágenes del mundo; no solo no hay una teoría unificada de la física, no hay ni siquiera un acuerdo acerca del mejor camino para alcanzarla». Entonces, ¿a qué teoría científica deberíamos dirigir la pregunta? Pero el problema es aún más agudo, porque «incluso dentro de una teoría particular, digamos QM o GTR, no hay