En torno al animal racional. Leopoldo José Prieto López
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Naturalmente, la nueva causa moral que el izquierdismo darwinista quiere asumir es —según Singer— una nueva revolución. Las exigencias contenidas en el proyecto de este peculiar darwinismo singeriano son de tal envergadura cultural, social, jurídica y religiosa que solo una revolución puede llevarlas a la realidad. Así pues, la reivindicación de la nueva izquierda darwinista comporta una revolución ética. La revolución marxista tenía un alcance fundamentalmente económico. Su objetivo era corregir las injusticias introducidas por la revolución industrial en la estructura económica de la sociedad. Pero el calado ideológico de la nueva revolución es mayor. Su finalidad es corregir una serie de creencias y de hábitos de pensamiento tan antiguos como la civilización cristiana, como expresamente dice el propio Singer.
Emulando la terminología de T. S. Kuhn, aborda Singer la cuestión relativa a «la estructura de las revoluciones éticas».23 Dice así:
Hace cuatrocientos años nuestras concepciones sobre nuestro lugar en el universo entraron en crisis. Los antiguos usaron un modelo del sistema solar ideado por Ptolomeo de acuerdo con el cual la tierra ocupaba el centro del universo y todos los cuerpos celestes rotaban en torno de ella. Sin embargo, incluso los antiguos sabían que este modelo no funcionaba muy bien.24
Pues bien, prosigue el nuestro:
[...] al igual que la vieja cosmología antes de Copérnico, la doctrina tradicional de la santidad de la vida humana se encuentra hoy en serios aprietos. Sus defensores han respondido tratando de zurcir los descosidos que continuamente aparecen en ella.25
He aquí la otra cara de la revolución ética (izquierdista-darwinista) que Singer quiere acometer: la doctrina de la santidad de la vida humana, doctrina profundamente arraigada en el fondo de ideas cristianas —dice el mismo autor— que están en la base de la civilización occidental. La nueva revolución ética, por tanto, tiene dos caras: de un lado, la promoción de la idea de igualdad de todos los animales; de otro lado, consecuentemente, la lucha contra la exclusivista doctrina de la santidad de la vida humana. Esta segunda cara de la revolución ética propugnada por Singer nos da una idea del calado y de la profundidad de las consecuencias que se pretenden alcanzar.
En el intento de perpetuar el viejo paradigma (para proseguir con la emulación de la terminología kuhniana), a saber la doctrina de la santidad de toda vida humana, sus partidarios —nos dice Singer— han tropezado con todo tipo de contradicciones. La mayor contradicción de este paradigma es el tabú construido para preservar cualquier tipo de vida humana en cualquier tipo de situación. Singer cree que este tabú ha sido levantado para resistir a todas las tentativas de los opositores del paradigma cristiano cuando, al comparar la vida de los seres humanos intelectualmente discapacitados con la de los animales no humanos, han querido sacar las lógicas consecuencias. El imperativo del viejo paradigma cristiano es mantener bien alta en todo caso la frontera infranqueable de la especie humana como línea divisoria de la ética de la santidad de la vida. Pero para Singer tanto la pretensión de marcar una línea divisoria infranqueable entre hombres y animales como su correlato de la santidad de toda vida humana son un ejercicio de obstinación, ya que «es abrumadora la evidencia de que las diferencias entre nosotros y el resto de las especies son diferencias de grado más que de especie».26 La obstinación y los parches para salvar el «viejo paradigma» —prosigue Singer— podrán continuar tanto como se desee, pero de ningún modo resolverán la situación de «incoherencia y simulación» en que se halla la vieja ética. La superación de todas las incongruencias que la vieja ética ha ido arrastrando a lo largo de la historia requiere un cambio radical, requiere una revolución. Así pues, «es tiempo de otra revolución copernicana».27
Singer, que se ha declarado ateo en repetidas ocasiones, asegura que la nueva revolución se ha de dirigir contra las creencias religiosas sobre la vida humana, en particular sobre su origen, su desarrollo y su fin. «Será de nuevo una revolución contra un conjunto de ideas que hemos heredado del período en que el mundo intelectual estaba dominado por un punto de vista religioso». También Rachels considera que la vida humana no debe continuar siendo mirada con el temor supersticioso (entiéndase temor religioso) que ha dominado hasta ahora el pensamiento tradicional de Occidente.28 La tendencia humana a creerse el centro del universo ético moverá a muchos a oponer una firme resistencia a tal sacudida para el orgullo humano. «Para muchos las ideas serán demasiado chocantes como para ser tomadas en serio». Pero Singer, que, a pesar de su ateísmo, no carece de una cierta vena profética, da por cosa hecha que «el cambio llegará», porque «la concepción tradicional de la santidad de toda vida humana es incapaz de resolver el cúmulo de problemas a los que ahora nos enfrentamos».29
Reescribir los mandamientos sobre la vida y la muerte
La nueva revolución que Peter Singer augura consiste en reinterpretar la naturaleza humana sobre las bases del evolucionismo darwinista, y en abolir posteriormente los mandamientos de la vieja ética de la santidad de la vida humana y escribir unos nuevos mandamientos sobre la vida humana. Singer presenta un esbozo de las nuevas tablas de la ley. Pero se trata únicamente de un esbozo. En lugar de diez, este autor cree suficiente proponer cinco nuevos mandamientos sobre la vida humana. Pero, para dejar claro que se trata de un verdadero cambio y de una auténtica revolución ética, se enuncia primero el viejo mandamiento y acto seguido se proclama el nuevo. En realidad no deja de encerrar una profunda ironía que un pensador ateo tenga que recurrir a la idea de los mandamientos de la ley de Dios para justificar sus propias ideas.
El primer mandamiento del antiguo testamento ético sobre la vida humana decía, según Singer: «Trata toda vida humana como de igual valor». Pero nuestro filósofo lo transforma en este otro: «Reconoce que el valor de la vida humana varía». Más aún, el valor de la vida humana puede variar de tal modo que es preciso reconocer que «la vida [humana] sin conciencia no tiene ningún valor en absoluto».30 He aquí un primer resultado de la revolución ética animalista, propuesto además a modo de un principio general: la vida humana sin conciencia no tiene ningún valor en absoluto.
Igualmente, el segundo viejo mandamiento, que prohibía el homicidio, decía: «Nunca acabes intencionalmente con la vida humana del inocente». Singer, en cambio, sugiere transformarlo en este otro: «Hazte responsable de las consecuencias de tus decisiones». Naturalmente que este nuevo mandamiento no reemplaza el viejo. Está formulado de un modo tan vago que ni siquiera afronta los casos particulares de hecho de las acciones que consisten en quitar la vida a una persona. En realidad, la desproporción que hay en las formulaciones de las dos series de mandamientos nos deja entrever la peligrosa banalización a que Singer somete la vida humana.
El tercer mandamiento de la vieja ética contenía la prohibición del suicidio. Según Singer, decía así: «Nunca te quites la vida e intenta siempre evitar que los demás se quiten la suya», porque la decisión del momento de la muerte solo compete a Dios. El nuevo mandamiento propuesto por Singer dice en cambio así: «Respeta los deseos de la persona de vivir o morir». Claro está que no se trata de un simple deseo de morir. Hay personas que pueden desear morir, pero no hacen nada para conseguirlo. El deseo de morir que debe ser respetado, según Singer, es el deseo eficaz de causar su propia muerte.
Ya hemos oído que, en opinión de nuestro autor, la nueva revolución ética debe combatir las creencias religiosas sobre la vida humana tanto en su inicio como en su fin. Con los tres primeros mandamientos anteriores se han esbozado las líneas generales del trato que se ha de dispensar a la vida