En torno al animal racional. Leopoldo José Prieto López
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Hemos dicho que entre utilitarismo y animalismo hay un nexo lógico. Ahora bien, el mismo nexo se prolonga, uniendo también animalismo y vegetarianismo. Es claro que si se admite el principio de que causar la muerte de los animales para alimentarse de su carne es algo esencialmente injusto, se hará inevitable el paso al vegetarianismo. Así ocurrió, desde luego, en la vida de Peter Singer, animado por sus amigos vegetarianos de Oxford, como él mismo nos cuenta. Hasta ese momento, comer carne no le había causado el más mínimo escrúpulo de conciencia. Pero, como él mismo relata,
[...] mi complacencia se turbó cuando conocí a Richard Keshen, también estudiante de Oxford y vegetariano. En una comida le pregunté por qué no comía carne y empezó a contarme las condiciones en que había vivido el animal cuyo cuerpo estaba comiendo yo. Por medio de Richard y de su mujer, Mary, mi mujer y yo nos hicimos amigos de Roslind y Stanley Godlovitch, también vegetarianos, que estudiaban Filosofía en Oxford. A través de las largas conversaciones que tuvimos los cuatro —especialmente con Roslind Godlovitch, quien había elaborado su postura ética con bastante detalle—, me convencí de que comiendo animales estaba participando en una forma de opresión sistemática de mi propia especie sobre otras […]. Pero una cosa es llegar a una conclusión teórica y otra cosa es ponerla en práctica. Sin la ayuda y el aliento que me proporcionó Renata, mi mujer, que estaba tan convencida como yo de que nuestros amigos tenían razón, es posible que aún siguiera comiendo carne, aunque con remordimientos de conciencia.8
Conquistado para esta causa, faltaba aun que Singer se hiciera proselitista, dando a conocer al mundo la causa vegetariana. La ocasión llegó en 1973, cuando, tras haber escrito una reseña del libro editado por Stanley Godlovitch y John Harris, Animals, Men and Morals, publicada en The New York Times Review of Books el 5 de abril de 1973, concibió la idea de escribir un libro en regla en defensa de la causa de los animales. El estímulo y la ayuda de sus amigos vegetarianos hicieron posible la realización del proyecto. En 1975 apareció la primera edición de Liberación animal, obra que muy pronto llegaría a convertirse en una especie de manual de formación de las generaciones de jóvenes activistas del movimiento animalista. En 1989 se publicó una segunda edición revisada de la obra.
De la sinceridad con que Singer ha hecho suya la filosofía vegetariana no cabe la menor duda. El vegetarianismo, que inicialmente había sido una nueva forma de protesta (revestida de cierto aparato filosófico utilitarista y animalista) para el rebelde estudiante de postgrado, se convirtió en una forma madura de credo filosófico mantenida con perseverancia. Da constancia de ello la contribución, titulada «Una filosofía vegetariana», escrita por nuestro autor pasados ya algunos años de la conversión, para el libro publicado en 1998 por Sian Griffiths y Jennifer Wallace, Consuming Passions: Food in the Age of Anxiety.9
Pero la historia de Peter Singer no termina aquí. Su vida no ha transcurrido únicamente entre libros. Además de materialista en sentido filosófico, de pensador utilitarista, de propagador del animalismo y de neófito vegetariano, Singer es un activista político de izquierdas, especialmente en la modalidad de activismo animalista.10 Nunca ha desdeñado como impropio de un filósofo la lucha en primera línea en favor de la emancipación de los animales. Para referir algunas de sus demostraciones como activista, se pueden mencionar las siguientes: sentadas dentro de una jaula en una plaza pública, para denunciar la estrechez padecida por las gallinas en las celdas de las granjas avícolas; vigilias transcurridas a la puerta de peleterías, para protestar contra la crueldad que supone desollar animales para hacer un mercado de pieles para abrigos de lujo; denuncias documentadas fotográficamente de las crueles condiciones de vida del ganado porcino en una granja de propiedad del entonces primer ministro de Australia, Paul Keating;11 militancia en el partido australiano de los verdes y concurso como candidato a las elecciones de dicho país.
Merece también la pena relatar aquí otro capítulo de la vida de activismo animalista de Singer. Se trata de la relación de amistad entablada con un destacado activista del movimiento antirracista, llamado Henry Spira, cuya adhesión al movimiento de liberación animal fue enteramente mérito del proselitismo de nuestro filósofo. Singer ha escrito incluso una biografía de Spira, porque la vida de este representa la realización perfecta de su propia filosofía. Singer cree que la justicia, la oposición a la crueldad y la compasión que movieron a activistas como Spira a luchar contra la discriminación racial deben ahora proseguir e impulsar la acción de resistencia «a la tortura sistemática y prolongada de millones de criaturas sentientes hacinadas en jaulas de laboratorio o en los siniestros barracones de las granjas industriales».12
Para Singer, como puede verse, la lucha contra el racismo y el movimiento en defensa de los animales están animados de un mismo ideal, que es el rechazo del especieísmo. Más aún, a este proceso reivindicativo se debe añadir un tercer movimiento de liberación, el feminismo, que Singer lo entiende como la reivindicación de la plenitud de derechos para las mujeres. Así pues, la lucha contra el racismo, el sexismo y animalismo (como formas de discriminación por razón de la pertenencia a otra raza, a otro sexo o a otra especie animal) no son más que círculos concéntricos de expansión de un mismo ideal: la ampliación progresiva del concepto de igualdad de derechos. Paola Cavalieri y Peter Singer explican la razón de ser de esta ampliación progresiva de la igualdad de derechos al inicio de la obra conjunta El proyecto gran simio. Sugieren allí que la razón de dicha ampliación no es otra que la inevitable presencia de un proceso dialéctico de eliminación de las fronteras que separan los ámbitos del nosotros del de los demás; proceso que se expande de la tribu, a la raza, a la nación, a la especie humana. Finalmente, el último límite, la frontera de la especie humana, que durante mucho tiempo se había hecho absoluta, parece ahora —así lo sugieren Singer y Cavalieri— haber llegado a su fin.13 Como manifestaba Singer en su artículo de prensa antes mencionado, «la expansión del círculo moral puede estar a punto de dar un importante paso adelante».
Cree nuestro autor que la explotación y el dolor que el especieísmo ha infligido a los animales es comparable solo a los siglos de dominio de los hombres blancos sobre los negros. Pero a la lamentable situación de explotación animal —piensa Singer— no se puede responder con la violencia, saliendo al paso así a algunas acciones violentas de grupos militantes proanimales (como la Milicia pro Derechos de los Animales). Singer se vio entonces en la obligación de escribir en la segunda edición de Liberación animal (1989):
La alternativa a la espiral ascendente de la violencia es seguir la pauta de los dos principales dirigentes de movimientos de liberación de los tiempos modernos: Gandhi y Martin Luther King. Con inmenso coraje y perseverancia se adhirieron al principio de la no violencia a pesar de las provocaciones, y a menudo ataques violentos, de sus oponentes. Al final, tuvieron éxito, porque no se podía negar la justicia de su causa y su comportamiento tocó las conciencias incluso de aquellos que se les habían opuesto. Los daños que hacemos a otras especies son igualmente innegables una vez que se hacen patentes y nuestras posibilidades de victoria se encuentran en la justicia de nuestra causa y no en el miedo a nuestras bombas.14
Finalmente, el izquierdismo de Singer tiene un aire muy peculiar: es un izquierdismo darwiniano. Singer se define materialista en sentido filosófico, darwinista, políticamente de izquierdas, aunque crítico con la vieja izquierda, anquilosada e inmóvil, y, sobre todo, antinaturalista. Así, confiesa sin ambages:
La izquierda necesita un nuevo paradigma. El colapso del