En torno al animal racional. Leopoldo José Prieto López

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En torno al animal racional - Leopoldo José Prieto López Instituto John Henry Newman

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teóricos de la liberación animal han apuntado hacia motivos de índole psicológica, cultural y religiosa. Ingmar Persson, por ejemplo, profesor de filosofía en la universidad de Lund (Suecia), cree encontrar razones de índole filosófica en el hecho de la vigencia social del especieísmo.

      El hecho de que un individuo pertenezca a una especie determinada no es, a todas luces, resultado de sus propios actos […]. En consecuencia sería injusto un especieísmo que propugnase tratar a los chimpancés, los gorilas y los orangutanes peor que a los seres humanos por la sola razón de ser chimpancés, gorilas u orangutanes.

      En realidad,

      [...] no es a esto [a la sola diferencia de especie] a lo que se reduce el especieísmo. Del mismo modo que el racismo y el sexismo no son únicamente la doctrina por la que se discrimina a determinados seres por el solo hecho de su raza o género. Un especieísmo (o racismo o sexismo) más inteligible propone que los seres que pertenecen a una especie (o raza o sexo) deben ser favorecidos por encima de los seres pertenecientes a otras especies (razas, sexos) en razón de las características de esas especies […]. En otras palabras: la base real para la discriminación no es la pertenencia a una especie, sino la posesión de la racionalidad o de otra facultad mental.42

      Por su parte, Dale Jamieson cree que la causa profunda del especieísmo ha de ser buscada en la religión y en la cultura occidental. Cree este que la raíz principal de esta actitud se encuentra en la visión del mundo cultural y religiosa que la sociedad occidental ha heredado de Oriente Medio, «donde judaísmo, cristianismo e islam otorgan a los seres humanos un lugar especial en la naturaleza». En concreto, «según el cristianismo ortodoxo, los seres humanos son tan especiales que el mismo Dios adoptó la forma humana y sería impensable que hubiese adoptado la forma de chimpancé o la de orangután».43

      Con el especieísmo hemos visto la última de las consecuencias que se derivan del darwinismo materialista profesado por Peter Singer. Recapitulemos con orden la serie de consecuencias derivadas por nuestro autor de este principio. El principio de la interpretación materialista de cuño darwinista exige la eliminación de cualquier perspectiva que afirme la existencia de diferencias esenciales (no solo de grado) entre el hombre y el animal. Esta es la primera consecuencia. Pero, si de hecho la situación entre el hombre y el animal es de esencial igualdad, no lo es de derecho.

      Ahora bien, la situación de desatención e incluso de positiva discriminación de los animales por parte de la ley y el derecho debe ser remediada. Tal pretensión es una causa justa, es una causa moral; en definitiva, es una nueva revolución ética a emprender. Es la segunda consecuencia: la nueva revolución ética de la izquierda darwinista. Una tercera consecuencia se sigue del principio inicial, a saber, que una vez reinterpretada la naturaleza humana en clave materialista, resulta inevitable —así lo cree al menos Singer— abolir los mandamientos de la vieja ética de la santidad de la vida humana. En cuarto lugar, después de establecidos la serie de los nuevos mandamientos, Singer cree necesario formular el principio general de la no santidad de la vida humana, pues, en último análisis, ¿por qué la vida humana habría de tener una dignidad superior y un especial valor sobre la vida animal si no es esencialmente superior a ella? ¿Por qué solo la vida humana debería ser digna de respeto y protección incondicionales? Finalmente, en quinto lugar, exigencia directa de la superación del principio de la santidad de la vida humana es la superación del llamado especieísmo.

      Pero, además del darwinismo materialista, como se ha dicho antes, el otro gran principio del pensamiento de este autor es el utilitarismo. Pero ¿qué es el utilitarismo?

      En un sentido amplio, el utilitarismo es la doctrina ética que identifica el bien con la utilidad. Aunque sus orígenes se pueden remontar hasta la Antigüedad (particularmente con Epicuro), los estudiosos concuerdan en que históricamente el utilitarismo es una corriente del pensamiento inglés de los siglos XVIII y XIX con aplicaciones en la ética, la política y la economía. Los autores que pueden ser considerados sus fundadores son Jeremy Bentham y John Stuart Mill.

       • Una breve historia del utilitarismo

      El utilitarismo moderno se confunde con la filosofía moral del iluminismo, especialmente británica. La idea de una maximización de los beneficios de las acciones se encuentra ya en Francis Hutcheson (1694-1746), según el cual no solo es posible determinar una acción como la mejor cuando «procura la mayor felicidad para el mayor número de personas», sino que llega a proponer una suerte de aritmética moral cuya misión sería el cálculo de las consecuencias.44 Ya desde Hutcheson queda patente la estrecha relación entre utilitarismo y consecuencialismo moral. Es doctrina aceptada que el utilitarismo es la forma más neta del consecuencialismo.

      En el caso de David Hume (1711-76), dos elementos nos permiten colocarlo como un claro precedente del utilitarismo. Primero, dados los fundamentos sensistas de su pensamiento, Hume se ve obligado a identificar el bien con el placer y el mal con el dolor. Un claro ejemplo de esta identificación se encuentra en el Tratado sobre la naturaleza humana. Allí se dice: «Por pasiones directas entiendo aquellas que dependen inmediatamente del bien o del mal, [es decir] del placer o del dolor».45 Por otro lado, Hume insiste en la utilidad (no meramente individual, sino también colectiva) como origen de las nociones de bien y de mal.

      Que se deba a su utilidad la estima que atribuimos a las virtudes sociales es un pensamiento que parece de tal modo natural que uno esperaría encontrarlo en todo momento en los escritores de cosas morales como fundamento de sus razonamientos y de sus investigaciones […]. Pero probablemente la dificultad en darse cuenta de estos efectos de la utilidad o de los efectos de su contrario, ha impedido a los filósofos introducirlos en sus sistemas de ética, induciéndolos más bien a recurrir a cualquier otro principio para explicar el origen del bien y del mal morales.46

      Más tarde, en Francia, Claude Helvetius (1715-1771), conocido por la radicalización introducida en el sensismo y el materialismo, hace suya la filosofía utilitarista poniéndola como fundamento de una teoría política, según la cual es tarea del gobierno hacer posible el logro de la felicidad (sensible) para el mayor número de personas gobernadas.

      Bentham mismo, que es considerado el sistematizador del utilitarismo, asegura haber encontrado la inspiración para su propia formulación del utilitarismo en Hume, Helvetius y Beccaria (1738-1794).

       • Los principios del utilitarismo

      Sobre los principios de los que parte la ética utilitarista, se puede decir que son fundamentalmente los siguientes:

      a) En general, puede decirse que el utilitarismo es un intento de convertir la ética en una ciencia positiva (descriptiva, por tanto) de la conducta humana, hasta el punto de creer poder hacer de ella una ciencia «exacta como la matemática».47 Este rasgo pone al utilitarismo en clara relación con el positivismo, sobre todo en John Stuart Mill.

      b) En consecuencia, dada su procedencia y orientación antimetafísica y positivista, el utilitarismo prescinde de la consideración del fin, deducible únicamente de la naturaleza humana, y se limita al estudio de los motivos que de hecho mueven al hombre a obrar, encontrando en la tradición hedonista el placer como el motivo último al cual el hombre, y todo otro ser sentiente, obedece.

      c) Pero el utilitarismo considera un placer imperfecto el del hombre individual

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