En torno al animal racional. Leopoldo José Prieto López
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d) Como nueva orientación de la ciencia moral, que pretendía ser descriptiva y rigurosa, el utilitarismo ofrecía una base especulativa a la naciente economía política, cuyos pioneros (Thomas Malthus, 1766-1834; y David Ricardo, 1772-1823)51 se identificaron de inmediato con la filosofía utilitarista, compartiendo también su espíritu positivista y reformador.
e) Finalmente, el espíritu antimetafísico del utilitarismo, lo incapacitaba para considerar el carácter intrínsecamente bueno o malo de una acción humana (en cuanto en relación directa u opuesta a los fines a los que de suyo tiende la naturaleza humana). De ahí que, no pudiendo ser establecido que una acción humana sea buena o mala por sí misma, solo puede serlo atendiendo a sus consecuencias. Por eso el utilitarismo, si quiere mantener una apariencia de teoría moral, tiene que hacer suyo el consecuencialismo, según el cual una acción es buena o mala por las consecuencias que su realización comporta (en cantidad y calidad de placer o dolor) y no por una etérea bondad o maldad intrínsecas en las que no cree. De hecho, como hemos referido, el utilitarismo y consecuencialismo son identificados por no pocos filósofos y teólogos morales.
• El utilitarismo en la bioética actual
En las últimas décadas, el utilitarismo ha vuelto a hacerse presente en la defensa de lo que se ha dado en llamar, con típica expresión utilitarista, la calidad de vida, contra las posiciones en defensa del principio de la sacralidad de la vida humana. En el actual debate bioético el utilitarismo ha tomado partido a favor del aborto, la eutanasia, la reproducción asistida y las aplicaciones de la genética a la vida humana. Los autores más destacados en este panorama son James Rachels,52 John Harris,53 Helga Kuhse (en coautoría con P. Singer)54 y sobre todo Peter Singer, nuestro autor, el más representativo actualmente de los filósofos utilitaristas, quien, como ya hemos visto, concibe la ética no como un estudio de problemas abstractos, sino como una obra de reforma (o de revolución) de las convicciones morales que sea capaz de dar origen a una nueva moral. La nueva moral de Peter Singer pretende, ante todo, ser un instrumento eficaz para la defensa de los intereses (nótese que no se dice derechos) de todos los individuos sentientes a partir de lo que este autor llama el utilitarismo de las preferencias, que es una versión renovada del utilitarismo decimonónico. En esta nueva concepción moral, Singer critica el especieísmo, que hasta ahora ha amparado únicamente los derechos de las personas humanas. El concepto de persona, que reviste una importancia capital en la nueva estrategia utilitarista de Singer, ha sido redefinido a partir del criterio de la capacidad de autoconciencia. El nuevo concepto de persona ha llevado a Singer a negar que sean personas los embriones humanos, los recién nacidos y los afectados por enfermedades psíquicas si están privados de la conciencia.
El utilitarismo es una ética empirista
Hemos visto que Hume se encuentra en el origen del utilitarismo. Su filosofía moral descansa fundamentalmente sobre la eliminación de la razón (como facultad de conocimiento del bien) y de la voluntad (como facultad de tendencia al bien, que Hume rebaja al plano de los apetitos sensibles) y en la afirmación de que el conocimiento humano se reduce a la experiencia (que, se le llame impresiones, percepciones, ideas, siempre se trata de una representación de naturaleza sensorial). La eliminación de la razón y de la voluntad (las dos facultades del espíritu humano) tiene una consecuencia inmediata: el bien queda reducido al bien sensible y el mal al mal sensible; es decir, bien y mal se equiparan, a falta de la intervención del espíritu, al placer y al dolor. Se aprecia fácilmente que la reducción del bien al nivel sensible presupone la negación de la espiritualidad humana. El empirismo es una forma de materialismo. Para Hume, bueno es lo que proporciona o aumenta el placer y malo lo que comporta o incrementa el dolor.
Jeremy Bentham continúa la construcción del edificio de la ética empirista allí donde Hume lo había dejado. Hume había equiparado, implícitamente al menos, a hombres y animales en lo esencial. Tratando en la Investigación sobre el entendimiento humano de la razón de los animales, había puesto las bases para negar la razón y la voluntad humanas y, en consecuencia, para equiparar hombres y animales. Bentham, sin embargo, va más allá; o al menos hace explícito lo que Hume solo había sugerido. Admitiendo que la capacidad de experimentar placer y dolor es el verdadero fundamento de la moral y de la posesión de derechos, Bentham no tiene más remedio que postular la existencia de los derechos de los animales.
¿Pero hay razón alguna por la cual debiéramos dejar que se les atormente [a los animales]? Ninguna que yo pueda ver. ¿Hay razón alguna por la cual no debiéramos dejar que se les atormente? Sí. Varias. Lejos está el día, y lamento decir que en muchos lugares ese día no ha pasado aún, en que la mayor parte de los individuos de nuestra especie han sido tratados por la ley, bajo la denominación de esclavos, exactamente al mismo nivel en el que, en Inglaterra, por ejemplo, son todavía tratadas las razas inferiores de animales. Puede que llegue el día en que el resto de la creación animal logre adquirir esos derechos que nunca podrían haberles sido arrancados sino por la mano de la tiranía. Los franceses han descubierto ya que la negrura de la piel no es razón para que un ser humano fuese abandonado sin remedio al capricho de un torturador. Puede que llegue un día en que se reconozca que el número de patas, la vellosidad de la piel o la terminación del os sacrum sean razones igualmente insuficientes para abandonar a un ser sensitivo a la misma suerte. ¿En qué otro lugar debiera trazarse la línea insuperable? ¿Es la facultad de razonar, o quizá la facultad de discurso? Pero un caballo o un perro en su pleno vigor es, sin comparación, un animal más racional, y más dialogante, que un niño de un día, o una semana. Pero supóngase que fuera este el caso, ¿qué probaría eso? La cuestión no es si pueden razonar, ni si pueden hablar, sino si pueden sufrir.55
Ahora bien, si se es consecuente, la petición de derechos para los animales implica el rebajamiento del concepto de persona al de animal capaz de sentir (o de tener conciencia sensible) y de tener intereses sensibles. Pero la persona no es eso. La persona es el ser de naturaleza racional. El problema que suscita Bentham sobre los derechos de los animales no es un problema moral, sino antropológico y en última instancia metafísico. La cuestión no es si los animales tienen o deben tener derechos, sino si son capaces de tenerlos. Más aún, la cuestión radical es qué son los animales y qué son los hombres. Solo a partir de una clarificación de lo que es el hombre y el animal, como se pretende hacer en este libro, podrá hacerse ulteriormente luz sobre lo que es debido a uno y a otro.
La noción de persona y la metafísica
El tema que ahora abordamos es necesariamente más abstracto. Pero su estudio es indispensable, porque en él se contiene uno de los dos principios que sustentan el pensamiento de Singer.
El término persona tiene dos acepciones,