Las virtudes en la práctica médica. Edmund Pellegrino

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Las virtudes en la práctica médica - Edmund Pellegrino Humanidades en Ciencias de la Salud

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es decisiva: la educación del carácter, de las virtudes de un buen profesional, es tan importante como el conocimiento técnico, una cuestión que abordarán en un capítulo posterior del libro. El síntoma visible del malestar moral de las profesiones no se cura con la mera reordenación social o con la adaptación de unos códigos dudosamente eficaces. Los defectos no son fallos del lenguaje de nuestros códigos, sino déficits claros en la virtud y el carácter de los agentes.

      Hay suficientes razones para restaurar la virtud. También en medicina. Pero la ética de la virtud no puede ser entendida como autosuficiente o como una antítesis de los principios éticos más cercanos. El desafío teórico es tender puentes, establecer todas las conexiones necesarias entre la ética analítica y las virtudes, entre la ética de los dilemas y la virtud, entre los principios y el carácter. Una empresa difícil y complicada, ciertamente, a la que intentaba responder su libro y el gran esfuerzo realizado. La solución al conflicto de intereses —del interés superior del enfermo y el interés propio del médico— se abría camino, esperanzada, después de esta profunda y vigorosa reflexión.

       Conclusión

      Nunca sabremos si al teclear las últimas letras de The Virtues, Pellegrino era consciente del efecto y la sensibilidad que podía provocar en la profesión médica de su país, a la que nunca hizo falsa apología; antes bien, le exigía la excelencia y la impulsaba a ella. Pero es seguro que fue un toque de atención para muchos de sus colegas, aunque no siempre lo expresaran en sus vidas. Es el drama y grandeza de muchos grandes hombres, que apenas conocen en vida el premio de su influencia. En especial cuando navegan a contracorriente, como fue su caso. Pellegrino lo hizo con una frescura y una libertad de espíritu admirables y con una valentía difícil de ver en nuestros días. En algún escrito al final de su vida he creído percibir un cierto grado de decepción, que no pasa de ser eso, una simple intuición.

      Pero la profesión médica no debe olvidarlo, muy al contrario. Además de pensar como Sulmasy que «nadie hoy podría hacer tantas cosas como hizo él y todas bien» o, como Beauchamp, que «nadie desde Hipócrates a Percival llevó a cabo una contribución mayor en el campo de la ética médica», una suerte de admiración no disimulada, mantengo para mí que los médicos y las médicas del siglo XXI hemos adquirido una deuda impagable con el maestro, porque pocos o nadie nos ha movido a la virtud como él. Aunque la grandeza de alma es patrimonio de los mejores y no todos alcanzamos esa meta, como profesional de la medicina, no puedo menos que rechazar el silencio que rodea a este gran humanista, cuya figura se agranda con el paso de los años, cuando tantos escépticos de la moralidad médica, superficiales personajes, recogen el halago de la sociedad. El pensamiento de Pellegrino no puede permanecer oculto, sepultado en las bibliotecas de algunas instituciones, ignorado. El legado moral del maestro, y de aquel filósofo amigo, Dave Thomasma, deber ser proclamado desde todas las esquinas de la medicina y en los cursos de Bioética y Ética Médica. Si no, no se hará justicia a los miles y miles de médicos que, imitándolo como buenos profesionales y buenas personas, luchan aislados por los valores que creen y las virtudes que aplican. La obra de Pellegrino y Thomasma debe ser difundida a todos los profesionales de la salud, a toda la medicina universal; porque ya no son dos norteamericanos que nos hablan de virtudes, sino dos grandes humanistas del mundo. Es el reto de los buenos médicos de nuestro tiempo y el tiempo de nuestras instituciones representativas, del pequeño pero gran mundo de la salud.

      Hay, ciertamente, otro Pellegrino, que llegaría después de este libro, el Pellegrino de la perspectiva religiosa —por usar sus palabras—, decisivo para la comprensión de su figura. Pero no es nuestro caso hoy, cuando la medicina discurre sin ideales grandes, quizá hambrienta de virtud y testimonios. Dominada por entes que representan a ethos diferentes, ni malos ni buenos, solo que diferentes al ethos médico genuino. El toque de atención a un futuro incierto de la profesión, realizado por Pellegrino, no será del gusto de una mayoría, o tal vez sí, pero debe resonar fuerte en los oídos de esa minoría de alta sensibilidad moral que percibe la realidad de las cosas que ama, y la práctica de la medicina va por delante. La ignorancia en el conocimiento de la ética médica genuina la confunde hoy con la mera excelencia de una ética profesional, de lo legitimado por el hacer incansable de la ciencia médica. Pero la «supuesta excelencia profesional no siempre va acompañada de la excelencia ética», como ha dicho Victoria Camps. Por eso no pasa de ser un aserto erróneo, ingenuo, de la moralidad médica que debería avergonzarnos.

      Como otros grandes hombres de la historia médica, como Hipócrates, Thomas Percival, William Osler y tantos otros admirables profesionales, Pellegrino detectó la peligrosa senda del cientifismo y la inacción frente a las erosiones morales de la medicina de su tiempo, que es ya el nuestro. Y se vio removido, fuertemente llamado a la reconstrucción de la verdadera medicina, de «la más humana de las ciencias y la más científica de las humanidades», como gustaba de decir.

      The Virtues in Medical Practice es la cima de su perspectiva secular sobre la moralidad médica y el aldabonazo a la responsabilidad moral individual de cada médico por sus acciones, sin red protectora, en su tiempo y en el nuestro. Podrán escribirse, tal vez, mejores libros de ética médica, todo es posible, pero este fue el primero y quien da primero da dos veces. Y es el libro de una fe vivida, de una vida entera, el momento de las virtudes médicas.

      ¿Qué más decir? Es tiempo de libertades y tiempo para la valentía, tiempo para discernir y para actuar. Tiempo para despertar.

      MANUEL DE SANTIAGO

       Doctor en Medicina y presidente honorario

       de la Asociación Española de Bioética y Ética Médica (AEBI)

      Las virtudes en la práctica médica

      EDMUND D. PELLEGRINO, M. D.

      DAVID C. THOMASMA, PH. D.

      Dedicamos este libro a nuestras esposas,

      Clementine Pellegrino y Doris Thomasma,

       así como a nuestros hijos:

       Thomas, Stephen, Virginia, Michael, Andrea, Alice

      y Leah Pellegrino; Pieter y Lisa Thomasma,

       y Emily y Stephanie Kulpa

      AGRADECIMIENTOS

      DESEAMOS AGRADECER a Marti Patchell y Doris Thomasma su ayuda en la consecución de esta obra, así como la ayuda de David Miller en la búsqueda de las referencias bibliográficas, la revisión del texto y su edición inicial. Cada uno de ellos ha trabajado con insustituible paciencia, buen humor y meticulosidad sobre un sinfín de nuestros borradores. Los tres han sido un apoyo inconmensurable para nuestro trabajo. Les estamos profundamente agradecidos. También agradecemos al padre Joseph Daniel Cassidy O. P. su meticulosa dedicación a revisar el manuscrito.

      E. D. Pellegrino desea expresar su gratitud a la Fundación Rockefeller por su apoyo durante el período académico como residente en Villa Serbelloni (Italia) en septiembre de 1988. Una parte importante de este libro se completó allí. No se puede imaginar mejor entorno y ayuda para una empresa académica como esta.

      D. C. Thomasma desea agradecer a la Universidad Loyola de Chicago su apoyo durante una baja laboral desde julio a diciembre de 1991, que le permitió terminar algunas partes de este libro.

       La sociedad humana debe su vigor y vitalidad

       a las virtudes intrínsecas de sus miembros.

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