E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020. Varias Autoras

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E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020 - Varias Autoras Pack

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sintió que su última oportunidad de sentarse lejos de los Clay se evaporaba mientras veía a Joe acompañar a Dee hasta su mesa.

      —Vamos a bailar—la urgió Axel empujándola hacia el minúsculo espacio que habían habilitado como pista de baile.

      —No sé bailar —protestó Tara, experimentando una intensa sensación de déjà vu cuando Axel le hizo volverse en sus brazos.

      —Creo que sobre esto ya hemos hablado en otra ocasión —musitó Axel, haciéndole apoyar la cabeza en su hombro.

      Lo último que necesitaba Tara era que le recordaran lo que había pasado en Braden. Particularmente cuando era imposible olvidar lo ocurrido aquella noche, cortesía de la cada vez más ancha línea de su cintura. Y cuando Axel decidió posar la mano precisamente allí, no pudo evitar contener la respiración, esperando que hiciera algún comentario. Afortunadamente, lo único que susurró fue:

      —Relájate.

      —Supongo que estás de broma.

      —Cariño —le susurró Axel al oído—, jamás en mi vida había hablado tan en serio.

      La estrechó contra él de tal manera que sus senos rozaron su pecho.

      —¿Cómo puedo estar segura de que no te has inventado todo lo que me has dicho? En mi vida había oído hablar de esa agencia.

      Axel le hizo dar una vuelta.

      —No alces la voz.

      —No me puede oír nadie —¿cómo iban a oírle si no había ni un centímetro de distancia entre ellos?

      —Nunca se sabe quién puede estar escuchando —rozó su oreja con los labios, haciéndola estremecerse y olvidarse de todo lo que no fuera el presente—. Algún día es posible que te pregunte qué razón crees que podría tener para inventarme una cosa así, pero de momento, basta con que sepas que la mayoría de la gente no tiene ningún motivo para oír hablar de la agencia, y me alegro de que sea así.

      —No es que no me crea lo que me has contado, pero mi hermano tiende a ser exageradamente protector —quizá por culpa de su propia infancia. Ella también tenía sus propios traumas. Eso era lo que ocurría cuando alguien vivía al lado de un hombre cuyo trabajo exigía cierto secretismo—. Pero creo que estoy en condiciones de hacerme cargo de mi propia seguridad.

      Axel bajó ligeramente la mano por su espalda.

      —¿Te he dicho ya lo guapa que estás esta noche?

      Tara le pisó deliberadamente el pie, mientras deseaba que fuera igual de fácil poder pisotear el recuerdo de los labios de Axel acariciando el mismo rincón de su piel que en aquel momento rozaba con la mano.

      —Lo siento.

      —No lo sientes en absoluto, pero es normal que estés a la defensiva. Te he puesto en una situación muy difícil.

      Volvieron a entrarle ganas de echarse a reír. Si él supiera…

      —Qué comprensivo por tu parte.

      Intentó apartarse ligeramente de él, aunque sólo fuera para poder respirar, pero Axel cubrió su mano con la suya.

      —La gente se va a llevar una idea equivocada —el corazón le latía con fuerza y era dolorosamente consciente de que era Axel, y no lo que le estaba diciendo, el motivo de que se le acelerara de aquella manera.

      —¿Una idea equivocada sobre qué? A mí no me importa que se den cuenta de que me gusta bailar contigo.

      —Pues a mí sí.

      Tara sintió sus labios contra su sien y su pulgar acariciándole la muñeca.

      —Mentirosa, el pulso te late a toda velocidad.

      —Eso es porque estoy enfadada.

      Axel suspiró con fuerza.

      —No estaba bromeando cuando he dicho que todo esto resultaría más fácil si contara con tu colaboración. Pero si prefieres que te persiga como si fuera una especie de acosador, lo haré.

      Tara quería escapar de sus brazos y salir corriendo de allí. Pero se limitó a seguir bailando la balada interminable que tocaba el grupo.

      —Ya te lo he dicho, sé cuidar de mí misma.

      Le sintió suspirar otra vez.

      —¿Quieres que te cuente cómo murió la familia del otro agente? ¿Sabes que hacían una vida completamente normal, que jamás sospecharon…?

      —Ya basta —se le estaba revolviendo el estómago—. No quiero oír los detalles.

      —Y yo no quiero dártelos —le aseguró él—, pero lo haré si de esa forma puedo demostrarte que esto va en serio —giró suavemente para evitar que chocaran con otra pareja y bajó la voz—. No tenemos la seguridad de que la amenaza de muerte contra Sloan proceda de Deuce, pero es bastante probable, teniendo en cuenta que el juicio es la semana que viene. Si no quieres hacer esto por ti, hazlo por tu hermano. Tara, por favor, déjame hacer mi trabajo.

      —Entonces, protege a Sloan.

      —Mi misión consiste en protegerte a ti.

      Misiones, trabajos. Su insistencia estaba directamente relacionada con su trabajo. No tenía nada que ver con ella. No tenía nada que ver con la noche que habían pasado abrazados, y, desde luego, mucho menos con las consecuencias de aquellas horas. Consecuencias que, afortunadamente, Axel ignoraba.

      —Gracias, pero no.

      Aprovechando que había terminado la canción y que Hope Clay estaba animando a todo el mundo a disfrutar del bufé, Tara se separó de él.

      —Si me perdonas —dijo en voz alta, para que cualquiera que estuviera cerca pudiera oírla—, hay algunas personas a las que me gustaría saludar.

      Y sin esperar respuesta, se volvió y se fundió entre la masa de gente que se dirigía hacia la comida. Pero en vez de acercarse a la cola, fue rápidamente al cuarto de baño.

      Desgraciadamente, tampoco allí encontró escapatoria. Emily Clay, la madre de Axel se estaba secando las manos con una toalla de papel.

      —Hola, Tara —al igual que la mayor parte de las mujeres que habían ido a la cena, iba con un vestido rojo, muy apropiado para la fecha—. Qué vestido tan bonito.

      —Gracias —contestó Tara, dolorosamente consciente de su sencillez—. La verdad es que me he puesto lo primero que he encontrado en el armario.

      —Vaya, no se te ocurra decirlo muy alto si no quieres ganarte unas cuantas enemigas. No todas nosotras podemos agarrar lo primero que encontramos en el armario y conseguir que nos quede tan bien como a ti.

      Tara no necesitó mirarse al espejo para saber que se había ruborizado.

      —Tengo la sensación de que te estás describiendo más a ti que a mí, pero muchas gracias.

      Sabía

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