Los visigodos. Hijos de un dios furioso. José Soto Chica

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crisis de grandes proporciones.

      Atanarico trató de compensar su pérdida de prestigio y autoridad mediante dos iniciativas: mostrar que no era un mero títere de Roma y aplastar militarmente cualquier amago de resistencia a su autoridad, aunque eso llevara a la guerra civil. Primero trató de probar que su derrota ante Valente no lo había convertido en un mero y sumiso vasallo del Imperio, llevando a cabo una política agresiva contra los cristianos que habitaban en su territorio. Es en este contexto cuando el ya citado san Sabas el Godo fue martirizado y, en verdad, no fue el único. De hecho, esta faceta de Atanarico como perseguidor del cristianismo es la que más largamente se conservó y de ella se hace todavía poderoso eco hacia el 626 san Isidoro que condensa el reinado de Atanarico en dicha persecución para, a continuación, indicarnos que en el 376 los godos se hallaban divididos entre aquellos que aún seguían a Atanarico y los que se habían puesto bajo la autoridad de Fritigerno; añade, además, que ambas facciones combatían entre sí y que el emperador Valente intervenía en la contienda apoyando a uno de los partidos. Dejando de lado los errores de contexto y la inexactitud cronológica del relato de san Isidoro, que coloca en la década del 70 y bajo Valente la traducción al gótico de la Biblia efectuada por el obispo Ulfilas, lo cierto es que el historiador hispano guardaba el recuerdo de que la separación de los tervingios en facciones diversas fue violenta y que los godos que cruzaron el Bajo Danubio en el otoño del 376 no solo lo hacían como refugiados que huían de los ataques de hunos y alanos, sino también como exiliados de una guerra civil que habían perdido pese a contar con el apoyo romano. Esto último es muy importante, pues nos aclara la trayectoria y papeles desempeñados en los siguientes y cruciales años por Fritigerno y Atanarico y, asimismo, resalta el equívoco juego que Valente se traía con los tervingios y su erróneo cálculo, pues al debilitar y disgregar el poder tervingio, este facilitó el derrumbamiento del sistema defensivo del Bajo Danubio del que el reino tervingio había sido un elemento esencial y, con ello, propició la avalancha de refugiados y el ascenso imparable de los hunos.

      En ese contexto es como debemos de interpretar la aparición de Atanarico junto al Danubio mencionada por Amiano Marcelino. Atanarico llegó al limes romano como perseguidor de sus rivales, Fritigerno y Alavivo y no tanto como potencial «refugiado».

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