2000 años liderando equipos. Javier Fernández Aguado

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2000 años liderando equipos - Javier Fernández Aguado Directivos y líderes

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en cualquier situación. Y advertía con gracejo que un directivo ha de saberlo todo, disimular mucho y corregir poco, no convertirse en sacafaltas.

      He aquí unos profundos consejos tal como literalmente los escribió: «Atiendan a esto los prelados que prefieren hacerse temer que aprovechar a aquellos que les están sujetos; consideren atentamente que han de ser más bien madres que amos y señores de los que están bajo su dirección y obediencia; procuren antes hacerse amar que temer. Si alguna vez os veis obligados a usar de la severidad, que esta vaya siempre acompañada de la ternura de un padre, no de la crueldad de un tirano. Manifestad que sois madres por vuestro amor y padres por vuestras correcciones. Mostraos mansos y bondadosos dejando a un lado toda dureza. Economizad los latigazos y derramad a raudales la caridad de vuestro pecho. Que vuestro corazón esté bien repleto de caridad, no hinchado de soberbia. ¿Por qué hacéis sentir el peso de vuestro yugo sobre los hombros de aquellos cuyas cargas deberíais más bien llevar? Si sois espirituales, reprended con espíritu de mansedumbre, examinándoos a vosotros mismos, no sea que también vuestro súbdito se vea tentado con vuestra manera de proceder».

      San Bernardo fue siempre colaborativo con otras iniciativas, sin achicarse por bufas celotipias. Por ejemplo, para que Norberto estableciese su primer monasterio le cedió posesiones situadas en el bosque de Voas, lugar denominado Premonstrato, sito en la diócesis de Laon. Así favoreció la expansión de los conocidos como premonstatenses. Cuando benedictinos de Farga solicitaron a san Bernardo incorporarse a la reforma cisterciense, les envió monjes para que los instruyesen bajo la dirección de Pedro Bernardo de Pisa.

      No le faltaron disgustos, incluida la traición de algunos discípulos. Una dolorosa fue la de Nicolás, ex cluniacense que había sido acogido en el Císter. Explotando la confianza que se le concedió como secretario de Bernardo envió documentos desvirtuados empleando el sello del reformador. Así escribiría Bernardo al papa: «Debo manifestaros que me veo actualmente expuesto al golpe de falsos hermanos; muchas son personas que han recibido como mías cartas que yo no había escrito y que están selladas con mi escudo falsificado. Lo que más me apena es que, según me aseguran, también a vuestra Santidad le llegó alguna de esas cartas apócrifas. Me he visto forzado, con este motivo, a dejar mi antiguo sello y mandarme hacer este otro nuevo que habréis visto en la presente, donde se han grabado mi imagen y mi nombre. No reconozcáis como auténticas las cartas que os lleguen selladas de otra forma».

      Por otro lado, Hugo, antiguo monje de Claraval y abad de Tres Fuentes (Champaña), fue elevado a cardenal y obispo de Ostia a la vez que seguía dirigiendo Tres Fuentes. Hubo conflicto por el nombramiento de sucesor. Bernardo quería a Turoldo, que había sido abad; y Hugo, a Nicolás. En carta al nuevo cardenal, respetuosa pero clara, se sinceraba asegurando que en su carne estaba aprendiendo a no poner nunca la esperanza en los hombres, pues se sentía engañado por su antiguo discípulo.

      La expansión del Císter fue, en fin, notable. En parte porque Bernardo siempre recordó su compromiso con aquella visión que, para excitar su responsabilidad, le preguntaba, Bernarde, ad quid venisti?, Bernardo, ¿a qué has venido? San Bernardo dejó al final de su vida (1153) ciento sesenta conventos asociados. En 1200 sumaban mil ochocientos. En el capítulo general de 1152 se habían prohibido nuevas fundaciones y también la gestión de canonizaciones, para que «por su gran número no resulten como envilecidos los santos de la orden». En esa época, componían el Císter trescientas cuarenta y tres abadías; dos siglos más tarde, a pesar de la normativa restrictiva dictada, setecientos siete, otros novecientos de monjas y catorce prioratos.

      Lo había logrado en buena medida aplicando los principios de gestión arriba mencionados y que pueden de algún modo recapitularse en las siguientes expresiones: Pax in cella: foris autem plurima bella. Audi omnes, paucis crede. Omens honora; encontrarás la paz en tu celda. Fuera te esperan dificultades sin cuento. Presta atención a todos. Cree a pocos. Honra a todos. Noli credere omnia quae audis. Noli iudicare omnia quae vides. Noli facere omnia quae potes. Noli dare omnia quae habes. Noli dicere omnia quae scis; no creas todo lo que oyes. No juzgues todo lo que ves. No hagas todo lo que crees que puedes hacer. No te desprendas de todo lo que posees. No digas todo lo que sabes.

      Algunas enseñanzas

       Cercenar la exigencia es tendencia en cualquier colectivo

       Con frecuencia, el motivo de desatender el servicio a los demás procede de la preocupación excesiva por el propio patrimonio

       Es precisa la presencia de personas de valía para relanzar los proyectos

       Los valladares son de ordinaria administración

       La envidia es una carcoma que roe y consume las entrañas

       Ser consistente en el fondo no debe implicar barbarie en las formas

       Cada fundador trata de marcar características específicas

       El riesgo de la petulancia está siempre presente, más específicamente en quienes no han asimilado bien una formación superior

       Ante una misma circunstancia compleja puede reaccionarse con deseos de aportar o de desprestigiar

       Tres claves para un buen gobierno: saberlo todo, fingir mucho, echar pocos rapapolvos

      La prepotencia mata las organizaciones

      Los Templarios (1118-1307)

      Jacques de Molay, s. XIX. Fuente: Biblioteca Nacional de Francia.

      Concluido el Imperio romano de Occidente con el envío de los símbolos imperiales por parte de Odoacro a Constantinopla, en el 476 comienza en Europa la Edad Media. Ese periodo, tan rico en sucesos como en propuestas intelectuales, se alargó hasta mediados del XV. El año 1453 marca para muchos el final de la etapa. Es el año de la caída de Constantinopla y en el que concluye la Guerra de los Cien Años. Los más avispados proponen que la Iglesia católica, gracias a sus escuelas catedralicias, universidades, monasterios, etc. debe ser calificada como el Silicon Valley de esos siglos, el ámbito en el que se produjeron los mejores desarrollos intelectuales, se promocionó la innovación y se formó a las cabezas más notorias.

      Entre los fenómenos que surgieron se encuentra el islam. En el 621, tras una experiencia mística, Mahoma (575-632) ordenó a sus seguidores rezar a diario orientándose hacia Jerusalén. Transcurrido un trienio cambió de opinión y puso como referente la Meca. Sin embargo, muchos de sus partidarios fijaron Jerusalén como al Quds, el lugar santo. En el 638, tropas del califa Omar conquistaron esa ciudad. Se construyó una mezquita en el monte del Templo de David, decisión cuyas consecuencias alcanzan a nuestros días. Años después, entre 688 y 691, en ese mismo emplazamiento sería levantada la Cúpula de la Roca, centro de peregrinación a la memoria de Mahoma.

      Durante tiempo, fieles del judaísmo, del cristianismo y musulmanes rezaron en los que cada una de las religiones consideraba sus lugares sagrados. Décadas después, y aplicando principios propuestos por Mahoma, fueron desarrollándose cuatro tipos de jihad (o guerra santa). La de la mano, para realizar buenas acciones, fundamentalmente actos de caridad; la de la boca, para proclamar la fe; la del corazón implica una transformación para hacer de Dios el centro de la realidad; y por último la de la espada, defender el islam como soldados de Dios o mujahidin. La secta de los sufíes elenca también una quinta: la del alma o proceso para alcanzar mística unión con el Creador.

      De la radicalidad de los principios del islam y de sus aplicaciones da fe el Tratado

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