Anatomía y cinesiología de la danza. Karen Clippinger
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Articulaciones cartilaginosas
Las articulaciones cartilaginosas (anfiartrosis) se unen directamente mediante cartílago (fibrocartílago o cartílago hialino), y, de forma parecida a las articulaciones fibrosas, no media espacio entre los huesos adyacentes. Como en el hueso, las células de cartílago están rodeadas por una matriz extracelular que contiene fibras colágenas. Sin embargo, a diferencia de la del hueso, esta matriz no está calcificada y presenta la consistencia de un gel sólido. Esto confiere al cartílago menos rigidez y más capacidad amortiguadora. Son ejemplos de anfiartrosis las articulaciones entre los cuerpos de las vértebras (los discos intervertebrales) y los huesos del pubis (sínfisis púbica). Este tipo de articulación se compone de una almohadilla o disco de fibrocartílago, un diseño que permite poca movilidad y confiere poca capacidad amortiguadora. Las láminas epifisarias, de las que hemos hablado al referirnos a los huesos largos, también son anfiartrosis, pero de tipo hialino. Estas articulaciones no permiten movimientos de verdad, pero «ceden» a la presión de los huesos que unen.
Articulaciones sinoviales
Las articulaciones sinoviales o diartrosis difieren de las articulaciones fibrosas y cartilaginosas en que los huesos adyacentes no contactan directamente entre sí: existe un espacio entre las superficies articulares. Este espacio se llama cavidad articular. Aunque dicho espacio es muy pequeño, suele permitir un amplio grado de movilidad. Las diartrosis son el tipo de articulación más corriente en el cuerpo humano, y casi todas las articulaciones de las extremidades son de naturaleza sinovial. Las diartrosis son especialmente importantes para el estudio del movimiento humano, y, por tanto, son el centro de atención de este libro. Son ejemplos de diartrosis el hombro, el codo, la muñeca, la cadera, la rodilla y el tobillo. La estructura típica de una diartrosis se describe a continuación y aparece en la figura 1.5.
Una característica de las articulaciones sinoviales es que los extremos de los huesos que se unen para formar la articulación están recubiertos de cartílago articular. El cartílago articular es una capa fina de cartílago hialino que reviste las superficies articulares y ayuda a reducir la fricción y amortiguar los choques. La matriz extracelular del cartílago hialino presenta características intermedias entre sólido y líquido, y posee la capacidad de adaptarse a la presión, exudando parte de este líquido como respuesta a las cargas (Whiting y Zernicke, 1998), distribuyendo la carga y reduciendo un 50% o más la presión en cualquier punto de contacto (Hall, 1999). Según los cálculos, también reduce la fricción en las articulaciones hasta aproximadamente un 17-33% de la fricción de un patín sobre hielo bajo la misma carga. El cartílago articular no recibe riego sanguíneo propio y depende para su nutrición del líquido sinovial y del hueso vascular subyacente. En algunas áreas donde este cartílago es grueso (como en la cara posterior de la rótula), la nutrición puede no ser suficiente y derivar en degeneración. En general, una vez que cesa el crecimiento, la división de las células cartilaginosas (condrocitos) es infrecuente, y los daños se suelen reparar con tejido fibroso.
Las articulaciones sinoviales están rodeadas por una estructura con forma de vaina y compuesta de tejido fibroso, llamada cápsula articular. Esta cápsula varía mucho en espesor y composición entre articulaciones para favorecer, según los casos, la movilidad o la estabilidad. El tejido fibroso que compone la cápsula contiene fibras colágenas de disposición irregular y algunas fibras elásticas en su matriz (tejido conjuntivo irregular denso), lo que le confiere resistencia y le permite soportar la tensión aplicada en distintas direcciones. La cápsula se suele insertar en los huesos, por medio del periostio, en los bordes del cartílago articular.
La cápsula está tapizada por dentro con una membrana sinovial. Esta membrana es un tejido vascular, frágil y liso (tejido conjuntivo laxo) que produce líquido sinovial. Este líquido sinovial (G. syn, con + L. ovum, huevo) tiene una consistencia similar a la de la clara de huevo y ayuda a lubricar la articulación y reducir el desgaste. Los estudios indican que el líquido sinovial puede cambiar sus características (viscosidad); así, cuando la temperatura o la velocidad del movimiento articular son bajas, ofrece más resistencia al movimiento (Levangie y Norkin, 2001). Por el contrario, cuando la temperatura es más elevada (como después de un calentamiento) o la velocidad de movimiento es mayor, ofrece menos resistencia al movimiento. El líquido sinovial también es importante para nutrir el cartílago articular, y contiene células que responden a la presencia de un cuerpo extraño o a una infección. Cuando se produce una lesión o irritación, sobreviene una abundante secreción de líquido sinovial, lo cual puede causar una hinchazón apreciable. Es la presencia de la membrana sinovial y la sinovia la que da nombre a este tipo de articulación.
FIGURA 1.5. Estructura de una articulación sinovial típica (sección longitudinal).
Las diartrosis suelen estar reforzadas por ligamentos. Los ligamentos (L., ligamentum, banda) son bandas resistentes de tejido fibroso que mantienen unidos los huesos de la articulación. Contienen abundantes fibras colágenas dispuestas longitudinalmente (tejido conjuntivo regular denso), que les confieren resistencia a la tracción. Los ligamentos sirven de anclajes pasivos que previenen las luxaciones y aumentan la estabilidad de las articulaciones. También tienden a limitar la dirección y el grado de movilidad de una articulación dada. Estos ligamentos se pueden hallar a nivel profundo (intracapsular), o bien como parte de la cápsula articular (capsulares) o estar por fuera de ella (extracapsulares). Los ligamentos cruzados de la rodilla son ejemplos de ligamentos intracapsulares, y los ligamentos colaterales de la rodilla (véase la figura 5.3, pág. 242) son ejemplos de ligamentos extracapsulares. Los ligamentos glenohumerales del hombro (véase la figura 7.7, pág. 380) son ejemplos de ligamentos capsulares.
Algunas diartrosis contienen otra estructura especializada llamada disco fibrocartilaginoso (también llamada disco articular). Como el nombre sugiere, esta estructura está compuesta de cartílago fibroso. El cartílago fibroso contiene más fibras colágenas en su matriz extracelular y, por tanto, es más resistente que el cartílago hialino. En algunas articulaciones, esta estructura de fibrocartílago adopta más la forma de un anillo circunferencial que la de un disco y se llama rodete. Estas estructuras de fibrocartílago se localizan dentro de la articulación y actúan mejorando la congruencia articular, la estabilidad articular y la amortiguación de choques. Están presentes sólo en algunas articulaciones sinoviales selectas, como la rodilla (meniscos), el hombro (rodete glenoideo) y la cadera (rodete acetabular). En la figura 1.6 aparecen dos ejemplos.
Muchas articulaciones sinoviales poseen otras estructuras asociadas que colaboran en su función, como las bolsas adiposas, las bolsas serosas, las vainas tendinosas y los retináculos. Como su nombre indica, las bolsas adiposas son una acumulación de tejido adiposo encapsulado. Ayudan a amortiguar y absorber choques en lugares como la cadera, la rodilla y debajo del talón. Las bolsas serosas son sacos de tejido conjuntivo tapizados por una membrana sinovial y que contienen una película fina de sinovia que reduce la fricción. Las bolsas a menudo protegen tejidos blandos, como tendones o la piel, del hueso subyacente, y hay unas 150 en el cuerpo humano (McCarthy, 1989). Por ejemplo, hay una bolsa entre el dorso del calcáneo y el tendón superpuesto, y otra entre la rótula y la piel que la cubre. El tejido sinovial también sirve para proteger tendones mediante un revestimiento sacciforme de doble capa llamado vaina tendinosa. Estas vainas tendinosas