Anatomía y cinesiología de la danza. Karen Clippinger

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Anatomía y cinesiología de la danza - Karen Clippinger Deportes

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ejemplo, debido a la carga frecuente sobre las extremidades inferiores en la danza, la densidad ósea del fémur puede parecer normal, mientras que en algun punto de la extremidad superior puede ser baja. Las bailarinas con amenorrea o con algún otro motivo de preocupación deberían hablar de ello con su médico para saber si en su caso están indicadas estas pruebas y cuál sería la mejor para ellas.

       Fracturas por sobrecarga

      Si bien el ejercicio suele actuar de estímulo para incrementar la densidad ósea, en ocasiones la destrucción de hueso supera el ritmo de reparación y remodelación, y en esos casos se produce una fractura por sobrecarga. Una fractura por sobrecarga es una fractura microscópica del hueso que causa la aparición de una grieta fina, tan pequeña que al principio no es evidente en la radiografía. Cuando un hueso soporta una excesiva tensión submáxima repetitiva, éste responde con un aumento de la actividad de los osteoclastos. Estos osteoclastos reabsorben hueso como primer paso antes de la deposición de una nueva matriz más resistente. En el proceso, el hueso es temporalmente más débil. Si la tensión es excesiva, la porción externa del hueso (la corteza) se puede agrietar y derivar en una fractura por sobrecarga.

      Teóricamente, el riesgo de fractura por sobrecarga aumenta por factores que influyen negativamente en la salud ósea, y por eso todos los factores expuestos referidos a la densidad ósea, como el ser mujer, antecedentes de trastornos de la menstruación, menor masa magra en las extremidades inferiores, una ingesta insuficiente de calcio, una dieta baja en grasa y el tabaquismo, aumentan el riesgo de fracturas por sobrecarga (Bennell et al., 1996; Clarkson, 1998; Hershman y Mailly, 1990; Taube y Wadsworth, 1993). Las deportistas corren un riesgo de 1,5 a 3,5 veces mayor de sufrir fracturas por sobrecarga que los deportistas varones (Browning, 2001), y un estudio conestudiantes de ballet llegó a la conclusión de que las jóvenes corren el doble de riesgo de desarrollar fracturas por sobrecarga que los varones jóvenes y que este riesgo se incrementa durante la adolescencia; el 70% de las fracturas por sobrecarga en las bailarinas ocurre al final de la adolescencia, entre los 15 y los 19 años (Lundon, Melcher y Bray, 1999). Además, un estudio con bailarinas observó que los casos de inicio tardío de la menstruación (menarquía) o de interrupción de la menstruación (amenorrea secundaria) eran el doble entre las bailarinas con fracturas por sobrecarga que en las bailarinas sin estas fracturas (Warren et al., 1986). Otro estudio con bailarinas profesionales de ballet obtuvo resultados más espectaculares si cabe: el riesgo de sufrir una fractura por sobrecarga en las bailarinas con amenorrea durante más de 6 meses es 93 veces mayor que el de las bailarinas sin amenorrea (Kadel, Teitz y Kronmal, 1992).

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      Fuentes: Clark (1997) y U.S. Department of Agriculture (1981).

      Los errores en el entrenamiento, como aumentar la intensidad o duración del ejercicio por encima de lo aconsejable, también son importantes (Brukner, Bradshaw y Bennell, 1998), y un estudio sobre corredores con fracturas por sobrecarga halló que el 27% de los casos se producían cuando el inicio del entrenamiento era demasiado rápido (Taunton, Clement y Webber, 1981). Otro estudio con corredores determinó que había errores en el entrenamiento en el 22,4% de los 320 casos de fracturas por sobrecarga (Matheson et al., 1987). Aunque no se haya comprobado en el mundo de la danza, un aumento repentino en la carga de trabajo (sobre todo pointé y saltos); cambios bruscos en el estilo de danza, en la técnica o en las superficies del suelo, y una fatiga excesiva pueden contribuir a aumentar el riesgo de fracturas por sobrecarga. Un estudio con bailarines de ballet profesionales demostró que el riesgo era 16 veces mayor en el caso de los que bailaban más de 5 horas al día en comparación con los que bailaban menos de 5 horas (Kadel, Teitz y Kronmal, 1992).

      Se ha documentado que la prevalencia de fracturas por sobrecarga alcanza hasta el 61% en los bailarines profesionales de ballet (Warren et al., 1986), pero se necesitan nuevos estudios que ahonden en la importancia relativa de los distintos factores responsables entre los bailarines. Entre tanto, los estudios realizados sugieren que la aplicación de unos principios seguros al entrenamiento, la derivación rápida a un médico cuando se inicia la amenorrea, una dieta nutricional sana con una ingesta adecuada de calcio y dejar de fumar ayudan a la prevención y tratamiento de las fracturas por sobrecarga.

      En el esqueleto del hombre adulto hay 206 huesos, 177 de los cuales intervienen en los movimientos voluntarios (Hamilton y Luttgens, 2002). Los principales huesos del esqueleto aparecen en la figura 1.4.

       El esqueleto axial y el apendicular

      El esqueleto presenta dos divisiones principales: el esqueleto axial (L., relativo a un eje) y el esqueleto apendicular. Como su nombre implica, la porción axial forma el «eje» central y vertical del esqueleto, y comprende el cráneo, la columna vertebral, el esternón y las costillas (figura 1.4A). El cráneo contiene 28 huesos, que forman la cara (huesos faciales) y el resto de la calavera (huesos craneales). En este libro, dicha área se simplifica hablando de los huesos del cráneo como una unidad. El cráneo desempeña una función esencial de protección para el vulnerable encéfalo y desempeña un papel importante al acoger los sentidos de la vista, el olfato, el gusto y el oído. El esternón (G. sternon, el pecho) y las 12 costillas con sus cartílagos conforman el tórax, que ofrece protección a los pulmones y el corazón. Treinta y tres vértebras forman la columna vertebral. El carácter segmentario de la columna le confiere flexibilidad y la hace capaz de gran variedad de movimientos. Las vértebras adyacentes forman un conducto que acoge y protege la importantísima y frágil médula espinal.

      El esqueleto apendicular se compone de los huesos de las extremidades (apéndices), que penden o se unen al esqueleto axial, como se ve en la figura 1.4B. El esqueleto apendicular contiene dos divisiones adicionales, el par de extremidades superiores y el par de extremidades inferiores. La extremidad superior está compuesta por los huesos de la cintura escapular, el brazo, el antebrazo, la muñeca y la mano. La cintura escapular está formada por un par de clavículas y escápulas (también llamadas omoplatos). El hueso del brazo se llama húmero (L., hombro), mientras que los huesos del antebrazo son el radio (en el lado del pulgar; L., bastón) y cúbito (L., brazo). La porción superior de la mano contiene dos filas de huesecillos llamados carpianos (ocho huesos); les siguen cinco radios presentes en la «palma» de la mano, llamados metacarpianos, y los catorce huesos de los dedos, que se llaman falanges.

      La extremidad inferior se compone de los huesos de la cintura pélvica, el muslo, la pierna y el tobillo-pie. La cintura pélvica se compone de un par de huesos coxofemorales, llamados huesos innominados o coxales, que se conectan por delante entre sí y con el sacro por detrás. En los niños pequeños, estos huesos están formados por tres huesos distintos: el ilion (porción superior de la pelvis en forma de ala), el isquion (porción inferior) y el pubis (porción anterior). Estos huesos se fusionan más adelante. El hueso del muslo se llama fémur, y los huesos de la pierna son la tibia y el peroné. La tibia es el hueso más grande de estos dos, y es el que más soporta el peso del cuerpo. El peroné actúa de puntal en la cara externa de la tibia. La rótula se localiza en la cara anterior de la porción inferior del fémur.

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