Anatomía y cinesiología de la danza. Karen Clippinger
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Anatomía y cinesiología de la danza - Karen Clippinger страница 8
Parece que las tensiones longitudinales (compresión) relacionadas con el peso en carga son especialmente poderosas para provocar la deposición de hueso, tal vez por el efecto piezoeléctrico (G. piez, presionar + electricidad). En la década de 1950 se demostró que, cuando el hueso se somete a tensión, se genera un gradiente eléctrico. El lado del hueso sometido a compresión se vuelve electronegativo mientras que el lado bajo tensión se torna electropositivo, creando un potencial eléctrico que parece estimular la deposición de hueso (Enoka, 2002; Mercier, 1995). Aunque la ley de Wolff ha experimentado varias modificaciones en años más recientes para incorporar factores adicionales, el concepto sigue vigente. Los huesos sanos se remodelan como respuesta a las demandas mecánicas; depositan nuevo hueso donde lo necesitan y lo reabsorben donde no es necesario.
Teniendo presente la ley de Wolff, no sorprende que la actividad influya mucho en la densidad ósea. Las tensiones mecánicas asociadas con caminar, correr y bailar aportan un estímulo importante que favorece el mantenimiento de la densidad del hueso sano, y se ha demostrado que la densidad ósea aumenta diferencialmente en relación con las tensiones asociadas con esas actividades. Por ejemplo, algunos corredores pueden mostrar un aumento de la densidad ósea de los huesos de las piernas; los tenistas, en los huesos del brazo dominante, y los bailarines de ballet pueden mostrar un espesamiento de la diáfisis del segundo metatarsiano del pie.
Aunque el efecto más importante sobre la densidad ósea parezca estar relacionado con actividades físicas en carga de alto impacto, las contracciones musculares enérgicas en descarga también influyen positivamente en la densidad ósea; y también se ha demostrado que una mayor densidad ósea se asocia con músculos más poderosos y con una mayor masa muscular (Andreoli et al., 2001; Frost, 2000; Stewart y Hannan, 2000). Por el contrario, los niños hospitalizados, personas de cualquier edad con extremidades inmovilizadas en yesos, y personas jóvenes sanas que participan en vuelos espaciales (Hall, 1999; Roy, Baldwin y Edgerton, 1996; Zernicke, Vailas y Salem, 1990) experimentan pérdida de densidad ósea (osteopenia) que puede terminar en un debilitamiento estructural importante de los huesos (aumento de la porosidad de los huesos, es decir, osteoporosis), probablemente debido a que las fuerzas que soporta el hueso son inadecuadas. Por ejemplo, estar encamado de cuatro a seis semanas puede causar una pérdida significativa de densidad ósea que no se invierte por completo tras seis meses de actividad normal en carga, y los astronautas pierden hasta un 19% de masa ósea durante misiones largas en el espacio.
En la densidad y remodelación óseas también influyen la raza, la edad, la disponibilidad de calcio, las hormonas y el sexo. Por ejemplo, por lo que a las etnias se refiere, los afroamericanos tienden a tener más densidad ósea que los caucasianos, lo cual se conjetura que esté relacionado con su mayor masa muscular (Burr, 1997; Hall, 1999). En términos de edad, la deposición de hueso supera a la resorción en los niños sanos, lo que deriva en un crecimiento neto de los huesos. En adultos jóvenes, la resorción y deposición óseas manifiestan tasas parecidas. En los adultos de mayor edad, predomina la resorción ósea, lo cual deriva en pérdida de densidad ósea y en osteoporosis. Sin embargo, para que el crecimiento de los huesos de los niños sea normal, y para desarrollar una masa mineral máxima en la juventud, es esencial una ingesta dietética adecuada de calcio y otros nutrientes. Además, incluso si se dispone de suficiente calcio y se alcanza una densidad ósea normal, la osteoporosis se desarrolla antes, suele ser más grave y es cuatro veces más habitual en las mujeres que en los hombres (Dudek, 1997). Respecto al sexo, las mujeres adultas suelen empezar con aproximadamente un 30% menos de masa ósea que los hombres (Rasch, 1989); la pérdida de densidad ósea se inicia a edad más temprana y lo hace a un ritmo mayor que en los hombres. La osteoporosis afecta aproximadamente al 40% de las mujeres de más de 50 años (Hall, 1999); y en las ancianas, la densidad ósea de las vértebras es a menudo un 40% de lo que era a los 20 años (Abernethy et al., 2005). A los 80 años, las mujeres tienen una posibilidad entre cinco (Kenney, 1982) de sufrir una fractura de cadera (del cuello del fémur), y las fracturas causadas por la osteoporosis y otras complicaciones asociadas están entre las principales causas de muerte en los ancianos (Hall, 1999).
Por desgracia, esta vulnerabilidad de las mujeres a la osteoporosis también se ceba con las bailarinas, y no sólo en la vejez. Aunque se ha demostrado que la actividad moderada aumenta la densidad ósea, la actividad física agotadora combinada con otros factores todavía objeto de estudio, como la disponibilidad de poca energía, un porcentaje muy bajo de grasa corporal o la supresión de la menstruación normal, pueden causar más pérdida que aumento de la densidad ósea (Myszkewycz y Koutedakis, 1998; Williams, 1998). Los estrógenos parecen proteger la densidad ósea, y por eso las bailarinas cuya producción de estrógenos es baja o que no menstrúan (amenorrea de la atleta) corren riesgo de tener menor densidad ósea. Este riesgo de una pérdida prematura de hueso se incrementa por la tendencia habitual de las bailarinas a fumar y consumir grandes cantidades de bebidas con cafeína, incluidos refrescos (Clippinger, 1999). Esta pérdida de densidad ósea, que forma parte de la tríada de las deportistas (American College of Sports Medicine, 1997), se puede dar hasta en bailarinas adolescentes, observándose pérdidas de densidad ósea que no se suelen dar hasta pasada la quinta década de vida, lo cual incrementa mucho la posibilidad de sufrir fracturas por sobrecarga (Khan et al., 1999). Parte de esta pérdida en la densidad ósea puede ser irreversible, especialmente en el caso de las bailarinas jóvenes, dado que aproximadamente el 50% de la mineralización ósea y el 15% de la altura del adulto se establecen durante la adolescencia (Hall, 1999).
Por tanto, las bailarinas deben ser especialmente conscientes y seguir una dieta rica en nutrientes con un contenido apropiado de calorías y calcio. La ingesta recomendada diaria de calcio varía según la fuente, el sexo y la edad entre 800 y 1.500 miligramos; y un grupo de consenso de la Seguridad Social de 1994 recomienda de 1.200 a 1.500 miligramos diarios para los adultos jóvenes entre 11 y 24 años (Beck y Shoemaker, 2000; Clark, 1997). Una de las formas más sencillas de obtener niveles adecuados de calcio es ingerir regularmente tres o cuatro raciones de productos lácteos al día. Cualquiera de los siguientes alimentos aporta unos 300 miligramos de calcio: 0,2 litros de leche, una taza de yogur o 28 gramos de queso suizo. Por tanto, es fácil obtener 1.200 miligramos de calcio consumiendo alguno de estos alimentos 4 veces al día, o tres veces añadiendo otros ingredientes para lograr los 300 miligramos adicionales (véase la tabla 1.1). Para no engordar, se puede optar por variedades desnatadas o bajas en grasa de estos productos lácteos (para recomendaciones más específicas, véase Sports Nutrition Guidebook de Nancy Clark [1997]). Para los bailarines que no toleren o no les gusten los productos lácteos, puede verse en la tabla 1.1 que es complicado cubrir los valores recomendados. En tales casos, se recomienda consultar a un nutricionista y hablar de la suplementación con el médico del bailarín.
PRUEBAS Y MEDICIONES 1.1
Medición de la densidad ósea
Se emplean varias pruebas para detectar la osteoporosis mediante la medición de la densidad ósea. En la década de 1940, se usaban radiografías simples (Kaufman, 2000), pero, como la desmineralización del hueso no es aparente hasta que se ha perdido en torno al 40% del hueso, se han desarrollado otros métodos más sensibles que detectan cambios en estadios mucho más tempranos. Una de las pruebas más precisas usada actualmente es la absorciometría por rayos X de doble energía (densitometría fotónica dual). Este método emplea rayos X con dos picos distintos de energía: uno que absorben más los tejidos blandos y otro que penetra más en el hueso. Esto permite sustraer el componente de los tejidos blandos para determinar la densidad mineral ósea. No obstante, también hay otras muchas pruebas, algunas de las cuales son más baratas y más accesibles. Para los bailarines, se recomiendan pruebas