E-Pack Los Fortune noviembre 2020. Varias Autoras

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу E-Pack Los Fortune noviembre 2020 - Varias Autoras страница 24

Автор:
Серия:
Издательство:
E-Pack Los Fortune noviembre 2020 - Varias Autoras Pack

Скачать книгу

Deanna buscó el resorte que abría la puerta del moderno electrodoméstico y lo abrió sin más problema. Se inclinó y empezó a meter los platos dentro a su manera. En su casa no había nada parecido y hacía falta un poco de costumbre para colocarlos bien.

      —¿Solías fregar los platos cuando eras niño? —le preguntó Deanna, levantando la vista hasta detenerla en su trasero.

      —Todos teníamos nuestras tareas —le dijo él, dándole un vaso de cristal.

      Pensando que los vasos serían más delicados que los platos, Deanna se lo quitó de las manos rápidamente.

      —Fuera y dentro de casa —le dijo él, prosiguiendo—. Yo solía sobornar a Darr para que hiciera todo lo que me tocaba a mí, hasta que fue lo bastante mayor como para darse cuenta de que cobraba una miseria por lo que hacía.

      Deanna se incorporó.

      —Eso es propio del hombre que yo conozco.

      Drew esbozó un atisbo de sonrisa; la primera en muchas horas. Y cada vez que le veía sonreír, se sentía la chica más afortunada del mundo.

      —Trabajar fuera no me importaba tanto —admitió—. Por lo menos estaba fuera —miró por la ventana que estaba encima del fregadero, pero no vio más que su propio reflejo y el de Deanna contra la negrura de fuera.

      Era muy extraño verse reflejada junto a él en el cristal de la ventana, mientras lavaban los platos. Era una imagen demasiado… cotidiana… Sobre todo si pensaba que en breve estarían compartiendo la misma cama. La misma cama… Se inclinó sobre el lavavajillas y colocó otro plato.

      —Sí, eh, si quieres, puedo escribirte un discurso para los medios. Puedes echarle un vistazo y me dices qué te parece.

      Le había escrito muchos discursos, pero nunca antes le había escrito nada que tuviera que ver con algo tan personal.

      —¿Tú hacías cosas en casa?

      Deanna volvió a incorporarse.

      —¿Qué? Oh, sí.

      En realidad las hacía todas, porque Gigi siempre había sido incapaz de llevar una casa.

      —Como la mayoría de los niños —le quitó el último plato de las manos y lo puso dentro del lavavajillas. Cerró la puerta del electrodoméstico y volvió a la mesa del comedor.

      Se tomó su tiempo recogiendo los manteles y las servilletas, y tardó un poco en regresar a la cocina, con la esperanza de que él dejara de preguntarle cosas sobre su infancia. Él estaba donde le había dejado, pero se había dado la vuelta y había cruzado los brazos sobre el pecho. La seguía con la mirada como si tratara de calcular algo mientras ella sacudía los manteles y los colocaba sobre la encimera. Después de llevar las servilletas al cuartito de la lavadora, ya no pudo fingir que había algo más que hacer. Él la seguía observando atentamente.

      —¿Qué? —le preguntó, levantando las manos.

      —Cuando eras niña, ¿qué querías ser de mayor?

      Deanna no sabía qué tenía él en la cabeza, pero en ningún momento hubiera esperado algo así. No podría haber escogido una pregunta que la sorprendiera más.

      —No lo sé —dijo ella por fin, parpadeando y encogiéndose de hombros—. Quise ser bailarina un tiempo. ¿No es eso lo que quieren ser todas las niñas?

      —¿Y después de cumplir los cinco años?

      —¿Qué querías ser tú después de los cinco años? —le preguntó ella en tono provocativo.

      —Bombero, pero eso se me pasó. Es evidente que a Darr no —hizo una mueca sarcástica—. Siempre le ha encantado ser el héroe.

      Ella se agarró del respaldo de uno de los taburetes.

      —Tú lo admiras —le dijo. Por muy ácido que fuera su sentido del humor, ella estaba segura de ello.

      —No todo el mundo tiene lo que hace falta para entrar en un edificio en llamas cuando todos los demás tratan de salir.

      —Supongo que sí. Nunca antes lo había pensado así… Bueno, y después de lo de ser bombero, ¿qué más quisiste ser?

      —Yo he preguntado primero. Deanna soltó el aliento.

      —Muy bien. Quería ser piloto. ¿Y tú?

      —Presidente de Fortune Forecasting.

      —¿A esa edad? —le preguntó ella, sorprendida.

      Siempre había sospechado que él había entrado en el negocio familiar porque eso era lo que se esperaba de él, y no por pura vocación.

      —A esa edad —le confirmó él—. ¿Por qué no te hiciste piloto?

      Deanna apretó con más fuera el respaldo del taburete y la banda del anillo se le hundió en la carne. No sabía qué había propiciado aquella curiosidad repentina, pero cuanto antes zanjara el tema, mejor.

      —Por el dinero. Si no lo tienes, no hay nada que hacer. Bueno, lo de la rueda de prensa…

      —Si ahora tuvieras el dinero, ¿te gustaría serlo?

      —No.

      —¿Por qué no?

      —¿Por qué me preguntas todas estas cosas, Drew?

      —Sólo quiero conocer un poco mejor a mi prometida.

      Deanna guardó silencio. Con la desaparición de su padre, a lo mejor ya no necesitaba seguir con aquella farsa. Además, comparado con lo que él estaba pasando en ese momento, sus motivos para no querer ser piloto parecían de lo más banales. Soltó el respaldo del taburete y se frotó las palmas de las manos contra los vaqueros.

      —Porque aunque me hubiera hecho piloto como mi padre, no hubiera podido recuperarle.

      Drew le clavó una mirada profunda y circunspecta. Un momento después, descruzó los brazos y se levantó del borde del fregadero.

      —Escribe lo que creas necesario para la rueda de prensa. Le echaré un vistazo cuando vuelva. Podrás enviarlo a primera hora mañana.

      —¿Pero adónde vas?

      —Voy a salir.

      Tomó un manojo de llaves de al lado de la puerta y salió sin más.

      Deanna se quedó perpleja; tanto así, que no fue capaz de hacer otra cosa que verle marchar.

      Capítulo 8

      DEANNA estaba hablando por teléfono en el despacho de J.R. Ya llevaban casi diez días en Red Rock. De repente oyó un portazo en algún lugar de la casa. Drew y Jeremy debían de haber vuelto de la ciudad, donde habían ido a ver a Darr al parque de bomberos. Isabella no hacía tanto ruido y J.R. estaba en casa de Lily. Ya hacía diez días desde la desaparición de William. Diez agónicos días. Y diez noches en vela. Deanna intentó

Скачать книгу