E-Pack Los Fortune noviembre 2020. Varias Autoras
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу E-Pack Los Fortune noviembre 2020 - Varias Autoras страница 25
Fortune Forecasting iba a participar en una feria de trabajo programada desde hacía muchos meses. El evento tendría lugar en Los Ángeles a finales de esa semana. Se suponía que Drew iba a dar un discurso, pero Deanna ya le había buscado un sustituto; un jugador de béisbol profesional amigo de Drew que sin duda resultaría ser una figura de lo más motivadora.
De repente oyó otro portazo y unos gritos. Era J.R. Deanna miró el reloj. Era mediodía. Todavía tenía como doce llamadas que contestar en representación de Drew, y muchos más mensajes de correo electrónico. Pero aquello parecía más urgente. J.R. no debería haber estado allí, así que lo dejó todo un momento y fue a investigar. Todos estaban en el salón, Drew incluido. Incluso Isabella había salido de su taller, en donde tejía sus increíbles mantas y tapices. Pero lo más sorprendente de todo era ver allí a Lily. No la había vuelto a ver desde el día de la infructuosa boda, pero sí sabía que tanto J.R. como Isabella y Jeremy la habían visitado con frecuencia. En cuanto a Drew, no sabía si la había vuelto a ver, pero sí sabía que junto con sus hermanos había ido a todos los hospitales, comisarías y morgues del estado. No obstante, él nunca le decía donde iba por las noches ni tampoco qué iba a hacer cuando salía… Lo único que Deanna sabía en ese sentido era que llevaba los diez días saliendo todas las noches después de la cena, y que no volvía hasta que ella estaba en la cama, fingiendo dormir. Y cuando llegaba la mañana, ya se había vuelto a ir, y sólo quedaba la marca de su cabeza en la almohada como prueba de que hubiera estado allí. No podía haberle dejado más claro que no estaba interesado en mantener el contacto con ella más de lo necesario.
Deanna miró a Lily y después le miró a él. Lily iba de un lado a otro de la habitación. Con unos vaqueros y una sencilla camisa, parecía otra mujer totalmente distinta a la que había visto el día de la boda. Sin embargo, sí conservaba aquella elegancia innata que tanto admiraba Deanna.
—Ross tiene noticias —le dijo Isabella tranquilamente—. Estaba de camino cuando llamó y el Orgullo de Molly está más cerca que la casa de Lily, así que viene para acá.
Deanna se sintió inquieta. Ross era primo de Drew y detective privado. Ojalá no tuviera que darle a Lily una mala noticia en persona… La joven volvió a mirar a Drew. Él estaba sentado en una cómoda silla, con las piernas cruzadas a la altura de los tobillos. Sin embargo, aquella aparente postura de pereza era engañosa en él. Ella podía sentir la tensión que desprendía por debajo de aquella fachada, podía verla en los surcos que tenía alrededor de los labios y en los dedos de su mano, que no dejaban de tamborilear sobre uno de los reposabrazos de cuero de la silla. Aunque hubiera pasado mucho tiempo con Drew y su familia, todavía se seguía sintiendo como una intrusa. Pero también sabía que sólo Drew y ella sabían el verdadero motivo, así que cruzó la habitación y se sentó en el sofá que estaba junto a él.
—¿Te encuentras bien?
—Estupendamente.
Ella apretó los labios. Con sólo sentarse a su lado comenzaba a temblar, pero eso tampoco la hacía disfrutar de su sarcasmo.
—Sólo preguntaba —masculló ella.
—Lo sé —dijo él y empezó a tamborilear con los dedos de nuevo.
Deanna se mordió el labio inferior e hizo todo lo posible para no sucumbir a la tentación de no poner su mano sobre la de él. Llevaba una camisa marrón que era del mismo color que sus ojos. Debía de habérsela pedido prestada a su hermano, porque no le resultaba familiar. Ya llevaban casi una semana más de los cuatro días que iban a pasar en un principio. Isabella le había dicho que podía usar la lavadora cuando quisiera y Deanna no había tenido más remedio que aceptar su ofrecimiento. Quizá debería haber lavado también las cosas de Drew, pero algo se lo había impedido. Lavarle la ropa, curiosamente, le parecía un acto mucho más íntimo que dormir a su lado todas las noches. Bajó la vista y se miró las manos. Ya se había acostumbrado a sentir el anillo en el dedo, pero todavía no se había acostumbrado a verlo en su mano. Cada vez que lo miraba sentía una punzada de tristeza.
—¿Está todo listo para la feria de trabajo?
Ella asintió, aliviada con el cambio de tema y sorprendida de que él se acordara. Por muy grande que fuera el evento, ella se había ocupado de todo desde el principio. La única implicación de Drew en el evento debería haber sido el discurso que iba a dar.
—Chelsea me dijo que esperan a más de cinco mil personas —le dijo.
—Será el primer año que te lo pierdes.
Deanna levantó un hombro, de nuevo sorprendida.
—Chelsea y su departamento lo tienen todo bajo control. No me echaran de menos.
Y los organizadores que se ocupaban de las empresas que tendrían representación en la feria tampoco la echarían de menos. Se habían mostrado un poco decepcionados cuando les había dicho que Drew no podía asistir, pero todo se les había pasado nada más decirles que había conseguido a un atleta de primera categoría para dar la charla.
—Mm —Drew siguió tamborileando.
—¿Necesitas que te devuelva esto? —Deanna se sacó su Blackberry del bolsillo y se la mostró.
Había estado usando su teléfono móvil para hacer todas las llamadas de trabajo. No quería abusar de la generosidad de J.R. e Isabella.
—¿Hay alguna emergencia en la oficina de la que deba estar al corriente?
—No.
Exceptuando el estado de alarma inicial causada por la desaparición de William, todo marchaba bien en Fortune Forecasting.
—Entonces, no. No necesito el teléfono —sacudió la cabeza.
Deanna volvió a guardarse el móvil en el bolsillo. Todavía tendría que usarlo algunas veces. Su propio móvil seguía apagado en el fondo de su bolso. Había escuchado los mensajes de voz que le había dejado su madre y le había enviado un correo electrónico en el que le decía que estaba en Texas con su jefe, en un viaje de negocios. Obviamente, Gigi no se había creído esa historia, y se lo había dejado bien claro en un larguísimo mensaje de voz. Su madre no vivía en otro mundo, después de todo. Ella también se había enterado de la desaparición de William Fortune, y ya le había recomendado a su hija que aprovechara bien el tiempo que iba a pasar al lado de su jefe en esos momentos difíciles. Deanna se había enfadado tanto esa vez que sí le había devuelto la llamada, pero no había conseguido gran cosa con ello. Gigi había vuelto a acusarla de abandonarla cuando más la necesitaba y Deanna se había sentido más culpable que nunca, así que finalmente le había dicho a su madre que se buscara un psicólogo y que no volviera a llamarla hasta que lo hubiera encontrado.
En ese momento sonó el timbre de la puerta y todos se sobresaltaron. Isabella fue a abrir rápidamente y en cuestión de segundos regresó acompañada de Ross. El detective buscó a Lily con la mirada y no tardó en encontrarla. La prometida de William se había quedado inmóvil, con los brazos alrededor del vientre. Todo el mundo se puso en pie…
—Han encontrado el coche —les dijo Ross. Jeremy fue junto a Lily, como si creyera que iba a desmayarse.
—¿Y? —preguntó Lily, con la cara pálida.
—No hay rastro de él