E-Pack Los Fortune noviembre 2020. Varias Autoras

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la mano a María y tiró de ella. Le plantó un beso en la mejilla.

      —Con tu compañía tuve más que suficiente —le dijo, sonriente.

      —Bah. Ni siquiera un demonio como tú puede poner celoso a mi José —le dio una palmadita en las manos y se volvió hacia Deanna—. Andrew me ha contado lo mucho que trabajas, cariño, mientras él busca a su padre —miró a Drew de reojo—. No la pierdas.

      La sonrisa de Drew siguió donde estaba, pero su mirada se llenó de sombras que quizá sólo Deanna podía ver.

      —Bueno, pero ya basta de hablar de cosas tristes —María entrelazó las manos—. ¿Cuándo es la boda?

      Deanna volvió a mirar a Drew.

      —Nosotros…

      —Todavía no hemos podido fijar una fecha —le dijo él tranquilamente.

      —Pero, ¿queréis una boda por todo lo alto, o algo más pequeño e íntimo? —María sonrió con picardía, demasiada para una mujer que debía de tener más de setenta años—. Nunca me canso de las bodas.

      —A Deanna no le gusta ser el centro de atención —dijo Drew en un tono serio.

      —Ah —María asintió con sabiduría—. Entonces será algo íntimo. Bueno, incluso podríais fugaros —dijo, suspirando de felicidad—. Pero, bueno, sentaos, por favor. Andrew quiere que te traiga mi flan para que lo pruebes, cariño. Así os lo tomáis a la luz de las velas, con todo el romanticismo del mundo, y ¡os volvéis a enamorar! —exclamó con entusiasmo.

      Le pellizcó las mejillas a Drew y después a Deanna, y entonces se marchó.

      —Vaya —exclamó Deanna, viéndola alejarse a toda prisa.

      —Ésa es una buena palabra para describir a María —Drew volvió a sentarse—. Podrías haberle dicho que realmente no estamos comprometidos. Más tarde o más temprano habrá que decirlo, porque mi padre no va a regresar.

      Deanna se quedó de piedra. De pronto, toda la alegría de la velada se había esfumado de un plumazo.

      —Eso no lo sabes, Drew. No puedes rendirte. Todavía no.

      —¿No puedo? —le dijo él, mirándola fijamente—. ¿Y si todo esto está alimentando falsas esperanzas?

      Deanna tragó en seco. Sabía muy bien que se refería a su padre, pero, aun así, no podía evitar pensar en lo otro. Trató de aclararse la garganta, pero no tuvo mucho éxito.

      —Si es así cómo te sientes, entonces… podrías habérselo dicho tú mismo a María —se detuvo bruscamente y agitó la mano. El anillo de diamantes emitió una miríada de destellos—. Sobre todo porque parece que has pasado mucho tiempo aquí solo.

      —Tenía que ir a algún sitio —le dijo él, apretando los labios.

      —¿Por qué? —le preguntó ella, bajando la voz y acercándose a él por encima de la mesa—. ¿Para alejarte de mí?

      —Sí.

      Aunque fuera ésa la respuesta que había esperado oír, no pudo evitar sentir una amarga punzada. No obstante, por lo menos ya tenía la respuesta. Parpadeó con fuerza y apartó la vista de él. Definitivamente aquello no era una cita.

      —Aquí tenéis —en ese momento volvió María con un plato blanco en las manos. En él había un postre delicioso muy bien presentado. Con una sonrisa en los labios, le entregó una reluciente cuchara a Deanna, y después le dio otra a Drew—. Que lo disfrutéis —con una sonrisa pícara se alejó de la mesa.

      Deanna no se creía capaz de probar otro bocado. Estaba tan llena que tenía miedo de empezar a sentir náuseas. Sin embargo, María los observaba desde un rincón y no quería defraudarla, así que hundió la cuchara en aquel delicioso flan y se llevó un bocado a la boca. La exuberante mezcla de sabores la hizo sonreír de inmediato.

      —Exquisito —dijo, mirando hacia María.

      María levantó las cejas y asintió con la cabeza.

      Deanna volvió a mirar a Drew. Tomó otra cucharada y se la ofreció.

      —Abre —le dijo en un tono seco.

      Él se acercó un poco y tomó la ración que Deanna le daba de la cuchara. A ella le temblaba la mano, así que retrocedió rápidamente, soltando la cuchara sobre el mantel.

      —Bueno, ya está. Ya lo he probado. Está delicioso. ¿Podemos irnos?

      —No me voy porque no quiera estar cerca de ti —le dijo él en un tono bajo, hundiendo su propia cuchara en el postre—. Me voy porque sí quiero estar cerca de ti.

      —¿Qué? —le preguntó Deanna, sintiendo un revoloteo de mariposas en el estómago.

      —Abre —le dijo él, levantando su cuchara y ofreciéndole un bocado.

      Sin pensarlo mucho, Deanna abrió los labios y se inclinó hacia delante, tomando la ración. Él retiró el cubierto lentamente, deslizándolo entre sus labios.

      —Sabe a flores, ¿verdad?

      —¿Flores? —Deanna se estremeció.

      —A ese ingrediente secreto que María no quiere revelarnos —se comió un bocado enorme y sus ojos brillaron de puro placer.

      Deanna tragó en seco y se aferró a los reposabrazos de la silla.

      —No es que sepa a qué saben las flores —dijo él, prosiguiendo—. Pero siempre me sabe a flores cada vez que lo como —dijo, ofreciéndole otra cucharada a Deanna.

      —Flores —murmuró ella en un tono pensativo.

      —Un jardín completo, ya puestos —añadió él. Su hoyuelo bailaba justo en la comisura de sus labios.

      Ella soltó el aliento y se inclinó hacia él para recibir el próximo bocado.

      Capítulo 11

      VA a ser un bebé muy afortunado… Con vosotros como padres… —Drew levantó su copa de vino y brindó por Isabella y por J.R.

      Ambos estaban de pie junto a la chimenea, tomados de la mano.

      —Atención, atención —dijo Jeremy.

      Todos los hermanos y sus esposas, además de Lily, estaban reunidos en el gran salón del Orgullo de Molly para celebrar la llegada del bebé. Podrían haber invitado todavía a más familiares, pero Isabella había convencido a J.R. para que fuera algo íntimo.

      —Ya tendremos ocasión de celebrarlo por todo lo alto cuando vuelva tu padre —le había dicho.

      Deanna se alegraba de ver juntos a casi todos los miembros de las familias Fortune y Mendoza, pero, a juzgar por las caras que tenían algunos, sobre todo Drew, era fácil ver que no creían que ese día pudiera llegar. William Fortune llevaba ya casi dos semanas desaparecido.

      Drew

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