Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II. William Nordling J.

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Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen II - William Nordling J. Razón Abierta

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personal, y comúnmente más simple y disponible, que el conocimiento que los especialistas manifiestan. Los expertos y especialistas buscan expresiones refinadas de conocimientos estéticos, filosóficos, científicos y espirituales. Contribuyen a una mayor comprensión de la humanidad y el cosmos (Ashley, 2006; Maritain, 1932/1959). No obstante, no todas las personas son expertas en un campo de conocimiento concreto, y mucho menos en todos ellos. Lo que los humanos necesitan para comenzar su realización en la vida cotidiana es más humilde que eso. Podemos realizarnos incluso en medio de tipos de ignorancia y olvido. Asimismo, la enorme cantidad de información disponible que puede desviar nuestra atención de las prioridades de la vida nos lleva a reconocer que incluso existen ventajas en cierta ignorancia (ignorancia, por ejemplo, de la vida personal de las celebridades) o en no saberlo todo a la vez. Incluso aunque no seamos capaces de describir su búsqueda, todas las personas buscamos una comprensión general de qué es ser una persona (naturaleza y realización humanas) y también buscamos aquello a lo que estamos llamados para dedicar nuestras vidas (vocaciones). Por ejemplo, para alcanzar la realización debemos comprender nuestras vocaciones y conocimientos básicos necesarios para vivirlas correctamente. Esta búsqueda implica un autoconocimiento personal, así como un conocimiento de los demás, pero, a la vez, requiere establecer relaciones interpersonales con los individuos (especialmente con los miembros de la familia, con amigos, colegas de trabajo, etc.) y con Dios (en quien mucha gente cree explícitamente). No obstante, sin el conocimiento de la vocación personal, y también interpersonal y definitiva, los humanos nos sentimos perdidos en el hilo de la historia y de nuestra propia historia. Además, los seres humanos buscan el conocimiento práctico de cómo avanzar en sus vocaciones particulares en niveles cotidianos (por ejemplo, como esposo o esposa, como padre o madre, como profesional de la salud mental, o como alguien necesitado de terapia), así como a niveles últimos (por ejemplo, a través de la bondad, la justicia y la santidad en relación con Dios). Estos conocimientos prácticos, que permiten superar los procesos de languidecimiento y, a la vez, facilitar la realización, se comparten entre los miembros de las familias, entre los amigos, en las escuelas, en las comunidades religiosas y a través del trabajo de los profesionales de la salud mental.

      ¿PODEMOS CONOCER MÁS ALLÁ DE NUESTRA CONCIENCIA INMEDIATA?

      Percibimos el mundo a través de diferentes fuentes, a lo largo del tiempo. El conocimiento sensorial de los demás y de nosotros mismos sirve como un elemento básico para tipos de conocimiento más complejos. El nivel consciente, que implica a diferentes tipos de cognición sensorial-perceptiva e intelectual de los que somos conscientes, constituye solo una fracción de nuestro conocimiento. Nuestro conocimiento consciente se sustenta en los instintos, las sensaciones, las percepciones de orden superior (como la imaginación, la memoria y las evaluaciones de orden inferior), así como en la intuición y la comprensión, el razonamiento teórico y los juicios prácticos sobre conceptos, personas y realidad. Por ejemplo, el conocimiento consciente del principio moral de protección de la vida está arraigado 1) en un conocimiento instintivo y biológico (de abajo arriba) de la bondad de las cosas existentes —que hemos experimentado a través de los sentidos y las percepciones de orden superior—; 2) en la comprensión espiritual, intuitiva e intelectual (de arriba abajo) de la bondad de las cosas existentes, como provenientes de una fuente última de bondad y vida.

      Los términos «consciente» e «inconsciente» (incluyendo el preconsciente) se utilizan para comprender el conocimiento y experiencia humanos. La psicología se ha centrado en un desarrollo ascendente (de abajo arriba) del conocimiento y la consciencia. El Meta-Modelo Cristiano Católico de la Persona reconoce no solo un movimiento emergente (de abajo arriba), sino también un movimiento superveniente (descendente, o de arriba abajo) en el desarrollo del conocimiento y la consciencia. Las influencias supervenientes sobre la no consciencia y la consciencia constituyen los niveles intelectuales y espirituales humanos, incluyendo la gracia y la forma en que la gracia perfecciona la naturaleza (Aquino 1273/1981, I, 1.8 ad 2). La preconciencia del espíritu se refiere al conocimiento espiritual descendente, o superveniente, de los conceptos y el uso del intelecto, así como la presencia y el funcionamiento de la gracia divina (Maritain, 1953, p. 108).

      El conocimiento personal se acumula y matiza a través de la experiencia, a medida que buscamos unir nuestro conocimiento sensorial-perceptivo con el conocimiento intelectual de nosotros mismos y de los demás. En parte, también se nutre de niveles no conscientes, que se originan tanto a nivel suprarracional (del preconsciente, relativo al área espiritual) como a nivel subracional (del no consciente, relativo al dominio automático e instintivo). Las cogniciones sensoriales-perceptivas humanas (tales tomo la memoria, la imaginación, la evaluación) y el intelecto están unidos dentro del alma humana. A través de ellas accedemos a las intuiciones sobre la verdad de la realidad, y son con las que, mediante el razonamiento, organizamos el conocimiento de los sentidos externos, la imaginación interna, así como los conceptos y las ideas.

      Así, el conocimiento consciente depende de fuentes que no son del todo conscientes, al menos inicialmente, y necesitan reflexión, retrospección y la ayuda de otras personas. Nos hacemos conscientes de nuestras percepciones y evaluaciones no conscientes (o preconscientes) basadas en efectos no solo a través de nuestra consciencia básica (capacidad de síntesis) sino también mediante la ayuda de otros y bajo patrones de cognición ascendentes (de abajo arriba) y descendentes (de arriba abajo).

      En un movimiento ascendente, por ejemplo, se parte de la realidad que se encuentra y de la percepción sensorial de la misma. Por ejemplo: experimentamos una lesión, sufrimos el dolor físico, percibimos el peligro mediante una evaluación subracional, no consciente, de la situación, sentimos repulsión o miedo, centramos nuestra atención en el origen del dolor y el peligro, tomamos consciencia de la lesión, del peligro y del rechazo, y empezamos a pensar en las medidas adecuadas para evitar en el futuro más lesiones a uno mismo o a los demás, incluidas ideas para conseguir un refugio seguro, o la ayuda necesaria para conseguir atención médica y seguridad.

      En otra dirección, en un movimiento descendente, de arriba hacia abajo, de deliberación y elección racional, mientras intentamos mantener la cabeza clara y fría, primero tenemos una intuición sobre la necesidad de preservar nuestra vida (seguridad y salud) y luego la deseamos. Reconocemos que existe alguna posibilidad de alcanzar la seguridad y luego nos proponemos buscarla. Deliberamos sobre las formas de proteger nuestra vida y luego las consentimos. Decidimos sobre los medios particulares para conseguir seguridad y luego elegimos uno. Finalmente, ejecutamos el plan real negociando, huyendo, atacando, etc. (Aquino, 1273/1981, I-II, 11-17; Clayton y Davies, 2006; Murphy, 2006).

      Asimismo, influimos en nuestros hábitos cognitivos y afectivos no conscientes (como nuestras emociones y conductas) de forma descendente. Por ejemplo, nuestras distorsiones cognitivas, o esquemas disfuncionales u otros trastornos cognitivos, pueden producirnos emociones disfóricas; no obstante, podemos utilizar nuestros pensamientos racionales, con la ayuda de terapias cognitivas, para calmar y ayudar a corregir esa distorsión (Beck, 1979; Ellis y Ellis, 2011). Asimismo, nuestras actividades conscientes también pueden convertirse en patrones de pensamiento, no conscientes o adquiridos. Intencionalmente damos forma a nuestras disposiciones cognitivas y racionales. Por ejemplo, podemos formar disposiciones cognitivas para resistir la ansiedad, basadas en una formación mediante guiones cognitivos y habilidades de autorrelajación, así como mediante la concentración de nuestra atención en un objeto que no nos produzca ansiedad, pánico o ira.

      ¿DE QUÉ MANERA EL CONOCIMIENTO CONSCIENTE IMPLICA OTROS TIPOS DE CONOCIMIENTO?

      Existen dos tipos de conocimiento no consciente (incluido el preconsciente), a dos niveles diferentes —de abajo arriba (emergente) y de arriba abajo (superveniente)— que influyen en la consciencia, como ya hemos mencionado. En primer lugar, interviene la inteligencia humana de forma ascendente, que también involucra tipos automáticos instintivos y habituados, de conocimiento no consciente. Este conocimiento subracional influye en la cognición sensorial-perceptiva, en las emociones y en los juicios racionales de los humanos (Ashley,

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